Las mujeres tienen que luchar contra el patriarcado y el capitalismo. La nueva Ley LGTBI, que prepara Unidas Podemos, pretende imponer en la sociedad el discurso «queer»
Treinta años más tarde de la caída del Muro de Berlín podemos hacer un análisis sereno de las consecuencias del fin de los regímenes socialistas en Europa y la influencia que tal acontecimiento ha tenido en España.
Múltiples y transcendentales han sido las consecuencias que se han derivado del fracaso de la URSS y de sus países satélites. Como ya hemos comprobado, los trabajadores del mundo han quedado inermes ante los designios del Capital. Los sindicatos han perdido su capacidad movilizadora y se encuentran reducidos a cobrar las subvenciones estatales y proporcionar cursos de formación de poca eficacia laboral, al mismo tiempo se han aprobado varias reformas laborales que han eliminado los derechos tan dolorosamente conseguido por el Movimiento Obrero, y el trabajo sin horario, mal pagado y humillante, se ha instalado definitivamente en la vida del proletariado masculino y femenino.
Por supuesto, en la vida de las amas de casa está instalado desde hace siglos.
Pero esa triste derrota tiene que ser explicada con el lenguaje del Capital. La superestructura ideológica debe elaborarse para convencer a las clases explotadas de que este “es el mejor de los mundos posibles” como explica el Cándido de Voltaire. Cambia el lenguaje para erradicar las categorías marxianas de la comprensión de las actuaciones del poder. Ya no existen los términos de clase y lucha de clases que son peligrosos para la hegemonía de las grandes corporaciones internacionales, aunque ninguna de ellas se engaña. Es el gran financiero estadounidense Warren Beaufe quien afirma cínicamente: “Claro que la lucha de clases existe y la estamos ganando nosotros”.
En esta guerra frontal las mujeres tenemos que librar múltiples batallas no sólo contra el Capital sino también, fundamentalmente, contra el Patriarcado. A las numerosas humillaciones, explotaciones y violencias, entre las que la prostitución es la más vejatoria, que sufrimos milenariamente, los avances técnicos del último medio siglo permiten que además se utilice nuestra fuerza reproductora como mercancía, y se añade esta perversa estrategia de los lobbies transgénero que pretenden eliminar las categorías no sólo marxianas sino incluso antropológicas como mujer, hombre, madre, padre.
Manifestación del 8 de marzo de 2020 en Madrid.
La próxima ley LGTBI que se está preparando por Unidas Podemos para, según ellas, proteger los derechos de gays y lesbianas, está dirigida a imponer en la sociedad el discurso queer, con las consecuencias nefastas, entre otras, de que los menores que se declaran transexuales puedan proceder a tratamientos médicos, hormonales y quirúrgicos para cambiar de sexo, y la invisibilidad de la mujer como categoría.
Las actuaciones de los colectivos homosexuales y de transexuales con tales propósitos tienen ya un cierto recorrido, como son la aprobación de once leyes autonómicas que con diferentes matices permiten cambiar de sexo a voluntad de la persona interesada, e incluso en el País Vasco las terapias dirigidas a menores sin necesitar siquiera de un informe psicológico previo; la presentación en el Parlamento de Extremadura de una ponencia redactada por un menor de 8 años declarándose niña y pidiendo que su preferencia sea suficiente para proceder a los tratamientos médicos y quirúrgicos pertinentes, y últimamente el anuncio del partido Podemos de que va a presentar a aprobación en el Congreso la proposición de ley LGTBI que sustituye la denominación de padre y madre por la de “progenitor gestante” y “progenitor no gestante”, a fin de regular los permisos de parentalidad, entre otros beneficios sociales.
Nos encontramos, en consecuencia, con toda una campaña organizada y financiada para llegar a los fines ya citados, que está descalificando, con graves insultos y calumnias, al MF y a toda opinión que se oponga a semejantes objetivos.
El uso de esta terminología que elude mencionar las definiciones asentadas en nuestro lenguaje contradice las mínimas reglas de la semántica y del sentido común, hace incomprensible en lenguaje popular las denominaciones a que se refiere y tiene como únicos fines:
1º.- Invisibilizar a las mujeres. El lenguaje utilizado en los últimos años por una parte de las recién llegadas a las filas del feminismo pretende eludir referirse al sujeto mujer. Se basan en la teoría Queer, que es ahora el arma ideológica posmoderna del patriarcado. Esta teoría, elaborada hace dos décadas, por la profesora estadounidense Judith Butler, asegura que el sexo biológico no existe, que se construye el género a través de la socialización, y que por tanto, en cualquier momento de la vida la persona puede cambiar de sexo por su sólo deseo. Este engrudo ideológico durante un tiempo no tuvo más recorrido que el universitario pero, gracias a la presión ininterrumpida del lobby transgénero, se ha impuesto en varios países a través de su legislación y se pretende hoy aprobar en España.
Esa legislación sirve a la rama más productiva del neoliberalismo, que lo mismo defiende el negocio de la prostitución que el del alquiler de úteros femeninos para la gestación de niños que se compran, y por supuesto el beneficio de las empresas farmacéuticas, la medicina y las clínicas privadas. Esta transformación de los términos, adoptada a partir del posmodernismo tiene como objetivo olvidar las categorías antropológicas y marxianas para despolitizar y banalizar tanto las teorías marxistas como las luchas que está librando el Movimiento Feminista y deslegitimar la definición de la mujer como clase social explotada y oprimida por el hombre.
2º.- Sustituir el término feminismo por la teoría queer, que niega la existencia de hombres y mujeres y que afirma que solamente existen sujetos que pueden cambiar de una conducta y una apariencia masculina a otras femeninas, indistintamente, lo que significa ocultar la historia del Movimiento, de sus luchas y objetivos, despolitizar sus planteamientos y ningunear su elaboración ideológica,.
3º.- Las consecuencias nefastas de que se vaya imponiendo esta teoría, que deviene de haber aceptado el término género por las Universidades como una categoría aparte de la mujer, están siendo :
A) Que el lobby gay se está convirtiendo en dominante en todos los campos de la difusión de la ideología feminista, apartando al Movimiento Feminista de su protagonismo, e imponiendo sus objetivos que son:
a) Lograr la legalización de los vientres de alquiler. Los homosexuales tienen como un objetivo importante poder alquiler úteros femeninos para producir niños o niñas que quieren conseguir para su propio disfrute como un objeto más que añadir a sus posesiones.
b) Convencer a la sociedad de la legitimidad de que el deseo de cambiar de sexo, y de apariencia corporal, expresado por menores, incluso de 4 años, es perfectamente atendible y proporcionado.
c) Considerar a las mujeres seres prescindibles, excepto para la procreación de niños, para lo cual utilizan a las mujeres pobres que son las únicas que se ven obligadas a prestar semejantes “servicios”.
d) Desprestigiar el feminismo. Si no existen mujeres ni hombres ni madres ni padres, la lucha feminista es innecesaria.
Esta nueva estrategia del Patriarcado para dividir el MF, ridiculizarlo y hacerlo estéril, en una de sus formas más perversa y a la vez sutil, está siendo aceptada por un sector de la izquierda, que ha perdido sus valores de defensa de los Derechos Humanos y de la lucha por la igualdad de todas las personas independientemente de su sexo, su clase, su origen étnico, su país de residencia.
Esta aberración de la teoría queer tiene su soporte desde hace treinta años en la aceptación de la categoría género como sustituta de Patriarcado. Se trataba, en las universidades estadounidenses, de eliminar los términos de feminismo y Patriarcado. El feminismo es una teoría liberadora y revolucionaria que da el soporte ideológico al movimiento que lleva su nombre y Friederich Engels hace ciento cincuenta años que nos ha explicado en qué consiste el Patriarcado. La invención de los significados del género corresponde al deseo de eliminar las categorías marxianas del lenguaje y despolitizar la lucha feminista.
Cuando la primera advertencia que ofrece Wikipedia sobre el término género es: “No debe confundirse con
Género (biología),
Género (gramática) o
Sexo” indica que es un término que lleva a la confusión. Y a continuación explica:
“Género -del
lat. genus, -ĕris.-
[1] es un término técnico específico en ciencias sociales que alude al «conjunto de características diferenciadas que cada sociedad asigna a hombres y mujeres». Al definirlo como término técnico se está prestigiando lo que no ha sido más que una invención para sustituir las categorías de mujer y feminismo. La palabra género se está remitiendo a una categoría relacional y no a una simple clasificación de los sujetos en grupos identitarios. Según la
Organización Mundial de la Salud, se refiere a «los roles socialmente construidos, comportamientos, actividades y atributos que una sociedad considera como apropiados para hombres y mujeres»,
Lo que hasta entonces se describía como “ideología sexista” por la que el Patriarcado atribuye al varón la preeminencia social, con toda clase de privilegios, y a la mujer el papel secundario y sumiso, se convierte en una palabra indefinible que solo los especialistas conocen, que pierde toda connotación ideológica –se pretende técnica- y política, como es feminismo y antropológica como es mujer. Con el sustantivo género se enmascaran los aspectos más conflictivos: feminismo, antifeminismo, machismo, sexismo, que con el sufijo “ismo” son políticos e implican lucha de clases, cuestión que desaparece en este universo posmoderno.
Al utilizar un término tan confuso que igualmente sirve para clasificar la obra artística: género lírico, literaria: género narrativo, poético, dramático, ensayístico, los productos textiles: género de punto, los términos gramaticales: género femenino y masculino o incluso en términos satíricos: género tonto, se ha desnaturalizado y despolitizado la denuncia de las opresiones y marginaciones que sufre la mujer y se desvanece el papel represor del hombre.
Si las agresiones de los hombres a las mujeres en vez de calificarlas de violencia machista se denominan violencia de género, queda indeterminado quien es el agresor y quien la víctima. Género lo tenemos todas las personas y por tanto ya no hay culpables e inocentes en la violencia, cualquiera puede ser víctima o agresor. La violencia de género no es una violencia de clase, ni siquiera de sexo puesto que este sustantivo no se emplea nunca. El género que titula la Ley de Violencia, ha permitido que se organicen hombres maltratadores para denunciar que son ellos las víctimas de la violencia de las mujeres y permite que las formaciones de ultraderecha afirmen que cualquiera, hombre o mujer, puede ser agresor o víctima.
Se ha dado lugar a que se asienten despropósitos como las teorías de la “identidad de género”, “expresión de género”, “transgénero” y otras elucubraciones semejantes, y que en vez de proporcionar tratamientos médicos y psiquiátricos a quienes padecen tales trastornos, hayan logrado que los lobbies gay y transexual legalicen lo que llaman “la autodeterminación de género” y el derecho a declararse del sexo contrario únicamente por su propio deseo, ocupando los espacios de las mujeres y enfrentándose agresivamente con todas las que no nos mostramos de acuerdo con ellos.
El transgénero
La invisibilización del sexo biológico como condición fundamental de la clasificación de los seres humanos en hombres y mujeres y que justifica la preeminencia de unos y el sometimiento de las otras, como ha ya tanto tiempo escribió Engels en El origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado: “La primera división de clase fue la del hombre y la mujer para la procreación de los hijos” , ha dado lugar a la peligrosa ofensiva desencadenada por los lobbies gays y trans contra el pensamiento racional y el análisis materialista, que ha derivado, como era inevitable, en el la doctrina transgénero, que opera fundamentalmente contra las mujeres. De esos polvos estos lodos.
Ya no es condición sine qua non para clasificarnos como mujer la construcción anatómica del cuerpo con los órganos precisos para poder realizar la reproducción en los complicados procesos del embarazo, del parto y de la lactancia, mientras el cuerpo masculino posee los genitales preparados para la inseminación. La base material de la división sexual del trabajo entre hombres y mujeres para la reproducción queda oculta por un discurso simbólico. Del materialismo al idealismo. El triunfo de la ideología capitalista.
El postmodernismo (o deconstruccionismo) afirma que no existe una realidad objetiva, que es sólo una entre un número ilimitado de narraciones posibles, que ningún sistema político u obra de arte es superior a ningún otro. Desde este punto de vista, la literatura (como Los miserables, Las uvas de la ira o La habitación de las mujeres) que pone de manifiesto la desigualdad social y estructural no es mejor que la literatura (como Cincuenta sombras de Grey) que erotiza y legitima dicha desigualdad. El postmodernismo es una doctrina profundamente conservadora que ofusca la realidad política y social. A la par, es sorprendente que este término esté decidido por la Organización Mundial de la Salud y no por la OIT, por ejemplo. Considerando a la mujer un sujeto patológico se la sitúa como en el siglo XIX en la clasificación de las enfermas: histéricas, menopáusicas. De haberse ocupado de ellas la OIT al menos tendrían la consideración de trabajadoras, lo que las acercaría más al sujeto social que es la clase mujer.
La discusión de los universales: la esencia y la existencia. El sexo transformado, el sexo negado. Como si estuviéramos en la Edad Media, profesoras, políticas, activistas, y especialmente los y las defensoras de la transexualidad, se han enzarzado en una polémica interminable y muy agresiva sobre el género, el trans género, la intersexualidad. ¿Qué es más importante: la imagen o la realidad ante el mundo virtual que nos domina? Cuando no existía lo digital la pregunta de los filósofos era, ¿el pensamiento, la imaginación, es más importante que la realidad? ¿Responde la realidad a la imagen? ¿Existe una realidad única y distinguible o sólo es nuestra idea de ella? La famosa definición de Descartes: “Pienso, luego existo”, base del pensamiento idealista. La idea crea la existencia.
No importa que el ser humano tenga un cuerpo que exige alimentarse y cuidarse para sobrevivir, que posee unos atributos sexuales diferenciados para poder realizar una reproducción determinada por la especie, así como unas pulsiones dirigidas a lograr el intercurso sexual. Para estas y estos seguidores de la escuela idealista lo único que lo define es que piensa e imagina. La existencia demostrada por el pensamiento no por su realidad corporal sobre el planeta.
El camino que ha recorrido esta ideología idealista inventada por los expertos de la propaganda capitalista, nos ha llevado al peligroso despropósito de aprobar leyes que eliminan la realidad material de la mujer y del hombre ya no sitúan a la mujer como la clase explotada, permite que los menores de edad sean hormonados para cambiar de sexo y nos denominan “progenitores no gestantes” y “progenitores gestantes”, entre los que incluyen a los hombres trans, como si viviéramos una distopía.