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«De nuevo, el valor del compromiso»

Para preparar esta sencilla reflexión con motivo del vigésimo aniversario de la Fundación Hugo Zárate he vuelto a ojear el libro “Hugo Zárate, 1945-1994. Su vida y su compromiso”, que se escribió para conmemorar el décimo aniversario del fallecimiento de Hugo y la creación de la FHZ; en él he buscado mi pequeña aportación bajo el título de “El valor del compromiso” y rápidamente he caído en la cuenta de que esta palabra, más exactamente este concepto, ha constituido y sigue constituyendo para muchos de nosotros y nosotras el elemento nuclear de nuestra actividad vital hasta el punto que podríamos afirmar humildemente que es bajo ese prisma desde donde realmente encontramos el verdadero sentido de nuestra existencia.

Solo así se explica que, con el paso de los años, nos reencontremos personas de diferentes procedencias tanto geográficas, como sociológicas e incluso ideológicas, convocados por una Fundación que nació del dolor de una muerte pero, al mismo tiempo, de la voluntad de transformar ese dolor en el germen de una nueva realidad y una nueva vida. ¿Cómo se explicaría esto si detrás de ese empeño no hubieran personas comprometidas hasta la médula en ofrecer generosamente su existencia como instrumento al servicio de una nueva sociedad? ¿No es esto lo que acaba dando sentido a la vida e incluso a la muerte? Es más, ¿no supone esto un verdadero acto de creación?

Por otra parte, aunque parezca un tópico que aparentemente se puede aplicar a cualquier época, vivimos momentos de cambio y de transformación de una manera globalizada. Los paradigmas sociales y políticos están en crisis. Todos sin excepción. De ahí la irrupción del fenómeno de la transversalidad que pretende sustituir los ejes de coordenadas sobre los que se orientaba la sociedad hasta ahora por otros que le den un nuevo enfoque a los problemas. Las ideas se tambalean y crece la incerteza. Se dice que estamos huérfanos de utopías que den esperanza a millones de personas que han sido despojadas de todo, incluso del futuro.

El actual sistema tiene los días contados a semejanza de algunas estrellas en el universo que, en la medida que van agotando su combustible, crecen desmesuradamente para terminar colapsando. Estamos, por tanto, en el final de una era y en el alumbramiento de un nuevo tiempo y una nueva realidad por construir. Es, pues, el momento del testimonio y del compromiso renovado. Es el momento de aquellas personas dispuestas a encarnar en sus vidas el proyecto que anhelan para el conjunto de la sociedad. No se trata tanto de teorizar sobre el futuro sino de vivirlo anticipadamente en nuestra experiencia personal. Ahí veo yo el importantísimo papel de entidades como la Fundación Hugo Zárate entendidas como elemento alumbrador y como germen de una sociedad sustentada en nuevos valores que nazcan del diálogo, la reflexión colectiva y una experiencia común y enriquecedora.

Finalizo pues mi reflexión compartiendo unas estrofas del poema de Gabriel Celaya “La poesía es un arma cargada de futuro”, que para mi es un ejemplo de poesía comprometida y en la que veo proyectados muchos de los sentimientos que me han venido acompañando a lo largo de los años de militancia social:

Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmando,
como un pulso que golpea las tinieblas,

Cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades

……

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que respiramos trece veces por minuto
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque a penas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas, siento en mi a cuantos sufren
y canto respirando
canto, y canto, y cantando mas allá de mis penas
personales, me ensancho.

Muchas felicidades a la Fundación Hugo Zárate por estos veinte años de fructífero y ejemplar esfuerzo. Un fraternal abrazo a todos y todas y hasta siempre.

Josep Antoni Román.

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