Decrecimiento (1)
Estamos envueltos en una crisis sanitaria debida al Covid-19 y, esta, a su vez, está provocando una crisis económica de efectos imprevisibles pero que promete ser muy profunda, pero, ¿somos verdaderamente conscientes de que, por estas y otras razones, estamos inmersos en una gran crisis histórica, la mayor que jamás haya padecido el conjunto de la Humanidad? De esto es de lo que vamos a hablar.
Nos han acostumbrado a contemplar los progresos, El Progreso, como dependiente, indefectiblemente, del crecimiento. Por ello, los distintos gobiernos nos venden que el éxito de un país consiste en un PIB alto o de record, o, por el contrario, un PIB bajo o negativo es sinónimo de mala o pésima gestión. La palabra crecimiento, PIB, Bolsa, Producción, las han convertido en expresión de buenas prácticas, de éxito. Sin embargo ninguna de estas cosas, el PIB por ejemplo, no contempla para nada el bienestar de la ciudadanía. Se trata de la perversa utilización de una palabra: el crecimiento es bueno para un bebé, pero no para un cáncer.
Y esto lo presentan así debido a que el modelo capitalista, muy especialmente en su vertiente neoliberal, necesita imperiosamente ese crecimiento para seguir subsistiendo. Está en su mismo ADN. Sin un crecimiento económico ininterrumpido el Sistema se cae por sí solo. Se trata de una idea tan absurda como suicida, que se sostiene solo por la increíble idea-fuerza de que hay que prosperar y crecer indefinidamente, de que en eso consiste el desarrollo humano y que, cualquier otra cosa, nos devuelve a las cavernas. Y nos han convencido de que comprar y consumir colabora a que todo el conjunto del Sistema funcione.
Y tienen razón: el Sistema, ese Sistema, solo puede funcionar así. Lo que no te dicen es que, más pronto que tarde, se nos llevará a todos por delante, que ya ha llegado a su cercano límite natural y que no tiene más salida que explotar de una forma u otra.
Muchas familias ya tienen dos coches ¿Crecer significa que ahora toca tener tres? Porque si no es así, menudo problema tendremos en Arcelor y en la Ford de Almusafes. ¿Los chinos, los indios, los argelinos, etc, tendrán derecho también a hacer lo mismo? Evidentemente todo esto no es más que una inmensa locura.
Según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) todos los años se desforestan 10 millones de hectáreas con sus desoladoras consecuencias para el Cambio Climático y el hambre mundial. Diversos estudios de lo que se ha dado en llamar Huella Ecológica, coinciden que el ritmo anual de crecimiento en la actualidad supone la utilización de materias primas en 1,6 las posibilidades del planeta. Esto, dicho de forma muy sencilla, significa que si queremos continuar con este ritmo necesitamos 1,6 planetas Tierra. Pero el Planeta B ni existe ni se le espera.
El crecimiento, mira a tu alrededor, solo lleva a la acumulación de la riqueza, cada vez más en menos manos; conduce a que las grandes corporaciones, las multinacionales, los lobbies, estén sustituyendo a los gobiernos a la hora de adoptar las decisiones importantes o decisivas. No deberíamos olvidar jamás, bajo ningún concepto, algunas verdades de Perogrullo: que los gobiernos pueden ser mejores o peores, pero los elegimos nosotros; las grandes corporaciones ni las elegimos, ni nos conocen, ni les importamos. A estos, el Problema Ecológico, el Cambio Climático, el futuro del mundo, les importa un pimento. Esos temas (al menos de momento) no saben cómo podrían comercializarlos.
Para ellos, lo relevante de una pandemia, por poner un ejemplo, es conseguir comercializar masivamente la vacuna antes que sus competidores, aunque tengan para ello que engañar y mentir, como pasó en el reciente caso de la Gripe Aviar. Los inversores en residencias de ancianos no permiten a sus gestores gastar una parte de lo recaudado, lo que ellos consideran “su plusvalía”. Sus empleados tienen que presentar cuentas, y sus prioridades, para seguir creciendo y compitiendo, son y serán siempre sus beneficios contables. Sus prioridades son, claramente, cuentas sanas, no ancianos sanos.
Frente a esta realidad terrible y acuciante resulta obvio que es necesario y urgente tomar medidas drásticas y racionales, medidas que solo serán efectivas y reales si son consensuadas democráticamente. Desde que el mundo es mundo el único sistema que medio ha funcionado a gusto y satisfacción de la mayoría ha sido y es la democracia. Eso significa que hay que regenerar urgentemente la política para que pueda tomar de nuevo en sus manos los servicios públicos esenciales y a la vez arrebatar y poner en su sitio a los lobbies, las grandes corporaciones, las multinacionales, los paraísos fiscales, controlar a los bancos para que no puedan beneficiarse de malas prácticas, engaños e incluso estafas… pero, sobre todo y principalmente, para que no sean ellos los que confeccionen la agenda política.
Es imprescindible contestar y combatir el dañino slogan neoliberal “Menos Estado” con el de “Más y mejor Estado”, un Estado comprometido contra la desigualdad y en la justicia social, un Estado que no favorezca la enfermiza acumulación de riquezas en pocas manos.
Pero hay una cosa que, al menos a mí me moviliza y me motiva para luchar en esa dirección: que no tenemos otra alterativa. Nos tienen entre la espada y la pared: ¿Dejamos que vayan desapareciendo las condiciones que hacen posible la vida humana en el Planeta? A mí me parece que no nos queda otra alternativa: o luchamos por nuestras vidas y las de nuestros hijos, o, nos dejamos conducir al matadero.
La semana que viene hablaremos del Decrecimiento como única alternativa de futuro.
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Miguel Álvarez