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Desde Bali con pesar

Los últimos acontecimientos internacionales los he seguido de vacaciones: desde Bali.

Qué suerte, pensarán ustedes.

Efectivamente, qué suerte ser europea por azar del nacimiento, sin haber hecho nada para merecer mi suerte de disponer de educación pública, de sanidad gratuita, de pensión, de buena alimentación, de seguridad y paz, de limpieza en las calles,  …. en definitiva, de poder viajar y disponer de recursos para ello

No soy rica. Soy clase media.

Pero eso es difícil explicarlo en Indonesia, el cuarto país con más población, un gran territorio, cinco religiones, más de 700 dialectos.

Igual que yo no merecí mi nacimiento, ellos no merecen su mala suerte. Millones de personas que nunca se moverán de los metros cuadrados de una casucha junto a un trozo de tierra para sobrevivir.

Dirán ustedes que estoy en el paraíso.

Los paisajes selváticos son impresionantes, las flores, el mar, los volcanes, las cascadas, y todo adornado con templos coloridos. He hecho cientos de fotos y algunas turístadas.

La naturaleza es grandiosa.

Pero el infierno es humano.

No puedo describirles la miseria, el trabajo de los niños, las personas prematuramente envejecidas, la falta de alimento, las toneladas de basura y suciedad, la pobreza.

Esto nos corresponde a los humanos: las invasiones, la colonización europea, las guerras, el fanatismo religioso, la pésima distribución económica…

Lo que no puedo contar con palabras es el olor asfixiante de un mercado local. El olor de la pobreza, la podredumbre y la basura.

¿Qué mundo estamos haciendo?

Ante nuestros despropósitos hay dos actitudes: la responsabilidad colectiva y social o el egoísmo.

Lo que Trump está haciendo es criminal.

Suprimir ayudas al desarrollo, a países pobres, a la organización mundial de la salud, …

Salgo de viaje como turista y vuelvo con las espaldas cargadas de culpabilidad. Vuelvo con la rabia de que haya ignorantes soberbios egoístas al frente de potencias como EEUU.

El prepotente Vance, reconvertido católico ultra, se atrevió a darle lecciones al Papa Francisco predicando como un televisero que el amor empieza con llenarse primero los bolsillos propios.

La elección del nuevo Papa es crucial.

Porque su posición ideológica será trascendental para decantar qué opción política tendrá más poder los próximos años.

No entenderé nunca al patriota ultracatólico capaz de rezar e ir a misa pero criminaliza al pobre destruyendo su propia humanidad.

Francisco no era de izquierdas. Era humanista.

Si fuera creyente le pediría a Dios que elija bien.

Así solo me queda cruzar los dedos y confiar que el cónclave de estrategias y poder tenga la mirada abierta a un mundo que sufre, que se desgarra, que deja a miles de millones de personas indefensas en la miseria.

Solo pido que el Papa nuevo sea de verdad un creyente cristiano y esté motivado por la misericordia y la justicia social.

Ana Noguera

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