De(s)legitimidades
Misterios del idioma. Siempre he creído entender que la palabra legítimo se refería a algo conseguido o reconocido como legal o de acuerdo a razón, algo justo, conforme a derecho.
Tengo la sensación de que me he quedado anticuado, legítimo hoy no significa eso, en realidad, no significa nada. Ya iba teniendo mis dudas, hasta que un día, me enteré que al presidente de Paragüay lo quitaron o apartaron de en medio sencillamente porque según alguna gente importante del país no les parecía ser lo suficientemente legítimo.
Después, desde que Chaves empezó a ganar las elecciones en Venezuela por goleada, a pesar de ser estas supervisadas y avaladas por equipos y personas de prestigio internacional, la prensa neoliberal empezó a llamarle dictador, o sea, que mandar, mandaba, pero no era legítimo. Después, cuando Maduro siguió ganando elecciones, nuestra modélica e impecable Unión Europea reconoció a Guaidó, al que nadie había votado, como legítimo “Presidente Encargado” de no se sabe qué.
Años atrás, cuando Evo Morales volvió a ganar las elecciones, la oposición, con la legítima ayuda a tiro limpio de la policía, dio un golpe de estado y entonces nos enteramos que Evo Morales era un dictador, y que el gobierno improvisado por los golpistas era legítimo.
Días atrás, a pesar de que un puñado de patriotas invadió el Congreso, en Washington, no han podido evitar que sea investido ilegítimamente como nuevo presidente un señor que ganó unas elecciones con una buena diferencia de votos electorales. No hay derecho.
Aquí, desde que la oposición se unió, coaligándose judeo-etarra-bolchevique-masónicamente, (algunos hasta son del Barça) frente a los escándalos, denuncias y condenas del mafiosamente agurtelado gobierno del PP, tenemos un gobierno ilegítimo, nacido para subvertir la democracia y hundir al país, todo ello en aras del comunismo más sucio y repelente, consiguiendo como castigo, atraer la ira de dios y, con ello, sus siete plagas como escarmiento.
En el escaso tiempo que esta gente lleva gobernando, nos encontramos ya inmersos en las cuatro primeras plagas: el Covid 19, el Brexit, y las resultantes crisis económicas, de las cuales no sabemos qué profundidad y duración van a tener de por sí cada una de ellas. La cuarta, llamada Filomena, no durará mucho, pero está haciendo estragos en la parte más desprotegida de la población de este país, la clase trabajadora, entre las que incluyo a los millones de parados que ya no saben sin son “clase trabajadora” o españoles sobrantes.
Y me faltan por contar dos plagas, de las que, como tengo la bola de cristal en el mecánico, aún no puedo hablar. ¿Y la séptima? No. No me he olvidado, esta es la peor. De ella hablaremos cuando un legítimo gobierno del PP, Ciudadanos y Vox vuelva a salvar de nuevo a España.
Miguel Álvarez