El arte es cosa de hombres
En un artículo de La Ilustración Artística, eso es lo que afirmaba de manera dolida e irónica Emilia Pardo Bazán en julio de 1910: el arte es cosa de hombres. Su vieja lucha feminista no había triunfado, pero tampoco se daba por perdida. Era entonces una mujer de 59 años, novelista reconocida, criticada, moderna, envejecida, rompedora, tradicionalista, moderada, amiga de la polémica, deseosa de soledades y de reconocimientos, privilegiada y excéntrica. Como ha escrito Isabel Burdiel, “¡cuántas cosas diferentes se pueden hacer con el privilegio y la excentricidad!”.
Ahora que las vacaciones nos parecen tan cortas y quedan tan lejos, es bueno recordar y contar. Como no tengo ningún viaje raro que llevarme a la boca, me desquito aconsejando un libro gordo que tenía pendiente desde hace dos años. Buena lectura de este verano: Emilia Pardo Bazán (Taurus, 2019) de Isabel Burdiel.
Además de aprender mucho sobre doña Emilia, la lectura me ha reforzado el sentimiento veraniego de la importancia de la lentitud, el valor, hoy tan precario, de la serenidad a la hora de formarse un juicio. Nos empujamos a nosotros mismos, hacemos rápidas caricaturas, improvisamos simplezas, sacamos conclusiones inmediatas engañados por un titular. Leer la biografía de una mujer tan contradictoria como la condesa de Pardo Bazán (carlista, regeneracionista, naturalista y modernista hasta romper las costuras de todas las etiquetas), invita a cuestionar los prejuicios y a preguntarse en cada momento por las causas y los efectos de una situación particular. Eso es lo que hace Isabel Burdiel, demostrando la importancia del conocimiento y el rigor a la hora de superar falsas leyendas, sean negras o doradas, y de evitar los anacronismos, las lecturas fáciles. Mirar así el pasado ayuda a leer e interpretar el presente.
Emilia Pardo Bazán fue hija de un matrimonio liberal y muy bien situado. El padre acabó recibiendo un título nobiliario del papa Pío IX. A causa de inercias familiares y políticas, Emilia se hizo carlista y, al mismo tiempo, defensora radical de la igualdad de derechos entre los hombres y las mujeres. Resulta interesante comprender cómo un orgullo aristocrático, la conciencia de la propia altura, sirvió para que se enfrentara de forma decidida a los prejuicios reaccionarios contra las mujeres, a la misoginia feroz que dominaba la literatura, la política y las costumbres familiares y sexuales de su tiempo. Mientras los liberales y los progresistas se esforzaban en marginar a la mujer, temerosos del dominio que la Iglesia ejercía sobre ellas, una católica convencida fue capaz de cuestionar los mandatos reaccionarios del clericalismo misógino.
Hubiera sido difícil que Pardo Bazán escribiese su gran literatura sin esta contradicción histórica que estudia de manera precisa Isabel Burdiel. El mismo elitismo que le impedía vivir en público una historia de amor de clase media, le ayudaba a escribir con una extraña valentía. Su orgullo social fue imprescindible para defender su igualdad ante los hombres y decidir los caminos de su feminismo literario. Esta perspectiva tiene especial importancia.
El machismo contemporáneo había consolidado su lógica cuando el contrato social se articuló en torno a una lectura sentimental de la condición femenina, propia para la vida doméstica y poética, y una lectura de lo masculino basada en la razón, más apropiada para los asuntos públicos. Cuando intentaron defender su derecho a la literatura, las poetas románticas argumentaron que el sentimiento formaba parte de su condición y que borrar su voz era lo mismo que negarle el canto a los pájaros. Resultó un camino vistoso de acción, pero se compraba así el argumentario del enemigo. Estas cosas suelen ocurrir. Emilia Pardo Bazán no sólo se enfrentó al machismo del panorama literario y político, sino a la inmediata tradición femenina legitimada en el sentimentalismo. Prefirió apostar por el realismo de corte naturalista, aunque eso incomodara a muchos de sus amigos.
Es un aspecto importante del carácter de una escritora acostumbrada a pensar y pensarse, precavida ante ella misma para hacer frente a la hostilidad exterior.
A partir de aquí los matices son importantes y afectaron a sus opiniones y actitudes sobre los debates que caracterizaron el final del siglo XIX y el principio del XX: nacionalismos, guerras, democracia, manos de hierro, crisis espirituales, antipositivismo… Y feminismo. Vivió tan apasionadamente la idea personal de que el arte y la política no eran asuntos de hombres que tampoco tuvo tiempo de comprender y valorar el trabajo de otras feministas españolas.
El caos ideológico actual está también lleno de contradicciones. Muchas novedades son peligrosas y muchos valores viejos deberían ser tenidos en cuenta. Hay que pensar las cosas con tranquilidad. No deberíamos confundir el rumor de las novedades con el significado de nuestro presente. Por eso ayudan tanto libros como el de Isabel Burdiel sobre Emilia Pardo Bazán. El arte no es cosa de hombres, pero la actualidad sí es un asunto de años.
Luis García Montero
Publicado en Infolibre