El circo del horror es para los payasos siniestros
Me cuesta mucho decirlo porque soy consciente de lo que significa, pero aunque es evidente que el uso de los grandes medios ha sido necesario para llegar al gran público pensando precisamente en ese gran público, hoy ya no entiendo qué tipo de beneficio social ni estratégico pueden creer desde la dirección de Podemos que se obtiene con este sacrificio que, por desproporcionado, convierte al mártir en idiota a ojos del resto. Es más, es posible que un día alguien pierda los papeles en esa arena del despropósito, y con ello se pierda mucho a cambio de menos que nada, porque el saldo ya parte en negativo desde poco después de las elecciones europeas.
Se atribuye a Immanuel Kant la siguiente reflexión: “Nunca discutas con un idiota. La gente podría no notar la diferencia.”. Y fuera Kant o no el que lo recomendara, me parece acertado. El propio hecho de convertir la discusión en la norma y no el diálogo o, mejor, el debate sereno y constructivo, ya pone al sensato a un nivel poco recomendable. Lo peor es que lo que ocurre cuando un representante de Podemos acude a uno de estos ruedos mediáticos del poder económico es que ya ni siquiera se discute (que igualmente sería triste), sino que se participa en un espectáculo necro-televisivo que basa su aspiración de audiencia y confusión en una psicodelia propia de los sueños sádicos de un perturbado.
Lo de esta mañana contra alguien tan prudente y moderado como Luis Alegre en el programa de Ana Rosa Quintana ha sido el acabose. Daniel Montero, Esther Palomera y la propia Ana Rosa haciendo de “polis malos”, y Alfonso Rojo y Eduardo Inda haciendo de “polis peores”. ¿Para qué hablar de política y propuestas si puedes hacer un show deprimente? He tenido que dejar de verlo pese a que me dedique a contar cosas desde hace muchos años. Y es que nunca había visto algo igual, y para mi desgracia tengo mucho visto. Esto me lleva a que no solo haya dejado de verlo hoy, sino a que pretenda no volver a verlo más. Si yo mismo hubiera sido el acosado, me levanto y me voy, no sin antes –y ya no soy un niño y ni siquiera tan joven como Luis Alegre– romper a llorar ante tamaña degradación concentrada y lo que esta degradación significa en profundidad –y no precisamente para el que la sufre en ese momento concreto–.
Podemos tiene casi un millón de seguidores en Facebook, casi dos millones de seguidores en Twitter si contamos la suma de todas las cuentas y, de momento, un programa de televisión en el que, por comparación con el resto, casi puede expresarse con normalidad: Las Mañanas de Cuatro. ¿Por qué autodestruirse psicológica y mediáticamente aceptando esos otros martirios?
Lo más sensato en este momento sería emitir un comunicado explicando los motivos por los que no se acudirá más a esos frenopáticos y, remitir a esos medios, si hay cuestiones que deban ser explicadas (que sí las hay y las habrá), a los propios canales informativos de la formación. Y no hay de qué preocuparse, porque los periodistas del régimen seguirían acudiendo ávidos a por carnaza, en unos casos por una cuestión de pura subsistencia y en otros por placer, allá donde se les convoque, que en cualquier caso siempre será algo más digno que asistir a una rueda de prensa desde un plasma y sin preguntas convocada por todo un Gobierno de una nación.
Seguro que esta actitud motivaría muchas críticas, pero los necios y los cegados pueden decir lo que quieran, porque es mejor su crítica (que ya existe y superó el extremo admisible) que el someterse a un tercer grado tan improductivo como constante. No hay victimismo. ¿Alguien ha visto que se someta a otros habituales en las tertulias como Antonio Miguel Carmona (PSOE), Pablo Casado (PP) o al ojito derecho de Inda, Albert Rivera (Ciutadans-Ciudadanos) a semejante tortura ad hominem?, ¿hace falta explicar por qué a ellos no? Y conste que tampoco lo quisiera para nadie más.
Por puro sentido común, desde Podemos no se debería fomentar ni legitimar con la propia participación semejante monstruosidad. Fue necesario, es cierto, pero tan cierto como lo es que ya no lo es, y como lo es, estoy seguro, que mucha gente os agradecería que ya no se hiciera más.
Así no. Suficiente. Por simple decencia: ¡Basta ya!
Paco Bello.
Artículo publicado en IniciativaDebate.