El día en que el Supremo se declaró franquista
Este martes 4 de junio, a la democracia española se le han abierto un par de descosidos por los que hemos podido verle el relleno. Y también oler cómo la borra bajo las costuras ha ido fermentando hasta empaparlo todo. Probablemente, la ingente podredumbre franquista que va saliéndosele a nuestra democracia lo hace sencillamente porque cuando tienes un muerto debajo del colchón, la purulencia acaba goteando veneno y hediondez. Cuando los muertos se cuentan por decenas de miles ya es albañal.
De dos golpes de Estado se habló ayer en el Tribunal Supremo. Y de dos formas bien distintas. La Fiscalía defiende que lo sucedido en Catalunya ha sido un golpe de Estado, mientras el Supremo ha decidido legitimar el golpe de estado franquista.
Cuando la democracia apesta está enferma. Y en este caso, la infección vierte su pus a través del Poder Judicial. Mal asunto, pero al fin evidente.
El Alto Tribunal debía fallar este martes día 4 sobre la petición de la familia de Francisco Franco para que se paralizara la exhumación del dictador. Los poderes Legislativo y Ejecutivo ya habían ordenado el traslado de la momia del criminal. No obstante lo anterior, el Judicial decidió frenarlo. Lo que quede del tirano permanecerá por ahora en suelo público a mayor honra de sus asesinatos, torturas y robos. Descansará su carne seca en un lecho pagado por nosotras, por nosotros.
Hubo quien se sorprendió. Y sobre todo hubo quienes sintieron en sus carnes el mordisco de la injusticia. Como si no estuvieran ya acostumbrados, acostumbradas. Respeto y honras desde la Justicia al dictador que mandó reprimir, torturar y asesinar a sus madres, padres, abuelos, familiares, vecinos y vecinas. Respeto y honras desde la Justicia al criminal que fomentó el robo de las tierras y las propiedades y los hijos y las hijas de sus abuelos, de sus padres y madres. Que por lo tanto les condenó a la pobreza, al escarnio, la cárcel y el dolor, a la falta de estudios, a una vida peor para sus familias y sus descendientes, enriqueciendo a los criminales, enalteciendo la violación, destruyendo por décadas y décadas la idea de decencia como base social.
Sin embargo, lo peor de lo dictado ayer por la Justicia no reside, con toda su vileza y brutalidad, en el aplazamiento de la exhumación de la bestia, sino en el hecho de que el Tribunal Supremo se reconociera franquista. Ah, las costuras. Ah, la sentina.
Lo peor del escrito de ayer está en una sola línea. En ella se puede leer sobre Franco: “Jefe de Estado desde el 1 de octubre de 1936 hasta su fallecimiento”. Y no solo eso, sino que preguntados por algún medio de comunicación, se ratificaron en tal infamia.
Francisco Franco encabezó un golpe de Estado militar en julio de 1936 que provocó tres años de guerra civil y otros 40 de dictadura fascista. Los muertos se cuentan por centenares de miles. Más de 100.000 siguen en fosas comunes, para vergüenza de todos y cada uno de nosotros, de nosotras. Solo un puñado de golpistas malnacidos y asesinos reconocieron a Franco como Jefe de Estado en octubre de 1936. Ellos entonces y este martes, día 4 de junio de 2019, el Tribunal Supremo de España.
Como escribí hace nada, Juan Carlos juró como sucesor en la Jefatura de Estado con la siguiente frase: “Quiero expresar en primer lugar, que recibo de su excelencia el jefe del Estado, el generalísimo Franco, la legitimidad política surgida el 18 de julio de 1936”. Pues bien, dicha “legitimidad” quedó ayer avalada nada menos que por el Tribunal Supremo de España.
Mientras tanto, para mayor afrenta, la Fiscalía afirmaba que en Catalunya se acaba de dar, esta vez sí, un golpe de Estado.
Lo dicho, por algún lado tenía que reventársele a esta democracia la purulencia. Y el hedor resulta insoportable.
Cristina Fallarás
Artículo publicado en Público