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El infierno se llama Gaza

“La realidad no nos deja más opciones que reconocer la verdad: Israel está cometiendo un genocidio en Gaza”, declaraciones realizadas por Daphna Shochat, Médicos por los Derechos Humanos-Israel.

Efectivamente así es. Podemos denunciar en voz alta que Israel está cometiendo un genocidio. Ha instalado el infierno en Gaza.

A lo largo de la historia de la humanidad, los seres humanos han creado sus propios infiernos en la Tierra. El último de ellos, cruel y deshumanizador, fue la barbarie nazi contra los judíos. Todavía cuesta imaginar cómo se pudo llegar a tal grado de ferocidad. De la misma forma que ahora nos cuesta entender cómo es posible que Israel, la nación judía, quien sufrió en sus carnes y sus almas el holocausto, hoy permitan que su gobierno con Netanyahu al frente estén cometiendo las mismas salvajadas.

No hay nada ya que justifique lo que Netanyahu está infringiendo a los palestinos. No sirve acusar a Hamás ni al terrorismo ni a la guerra encarnizada ni a los desencuentros políticos ni a los odios ancestrales. No hay nada que justifique el asesinato indiscriminado, intencionado y bárbaro contra la población palestina, que no cuenta con armas ni capacidad para defenderse.

Netanyahu los está matando a la vista de todas las potencias internacionales quienes, en su mayoría, siguen guardando silencio o condenando en voz baja.

Condenar los asesinatos no significa ser antisemita. Ya está bien de tanta manipulación, engaño, mentira y confusión. Netanyahu es un dictador y un asesino que deberá ser juzgado por crímenes de guerra.

Vemos los bombardeos una y otra vez en la franja de Gaza, cómo se impide que llegue la ayuda humanitaria, se mata con bombas o aprovechando las colas de personas esperando recoger una mísera comida, o se les deja morir de hambre de la forma más cruel y humillante. No es una invasión ni una guerra: es un genocidio.

Los niños no entienden por qué se les mata, cuál es el feroz odio que sus vidas despiertan, preguntan si en el cielo les espera alguna bondad que compense tanto dolor, si les crecerán las piernas amputadas, qué pasará con ellos si alguna vez acaba esta pesadilla, si podrán comer y dejar de tener hambre cuando mueran, si duele mucho morir despedazados. ¿De verdad los niños tienen que sufrir esta salvajada? ¿De verdad somos incapaces de frenar esta locura?

Mueren como moscas cada día. Y los que no mueran quedarán dañados de por vida: por desnutrición, psicológicamente, odiando a sus asesinos, solos sin familiares, en un país destruido, sin estudios ni formación, llenos de traumas y dolores, con pesadillas permanentes. Los que sobrevivan seguirán recordando cada día de sus vidas cómo es vivir en el infierno.

Cada vez que publico un artículo pienso que debería escribir solamente sobre Gaza hasta que se nos cayera el alma de vergüenza. Una y otra vez, reiteradas veces, tantas como golpes de estómago. Porque Gaza se ha convertido en el infierno en la Tierra al mismo tiempo que representa el conflicto visible mientras que otros permanecen invisibles y silenciados como Sudán, el Congo o el Sahel.

El gobierno israelí intenta ocultar sus asesinatos, impide que entren periodistas internacionales, acallan los locales, silencian las protestas, negocian con intereses armamentísticos con EEUU y con quienes se dejen, utilizan su historia pasada como moneda de cambio para tener cheque en blanco con estas matanzas.

Vemos soldados israelís que se ríen con los bombardeos, con las agresiones, se mofan de los niños muertos, de las mujeres aterrorizadas, de los hombres impotentes. Se burlan, se ríen, exhiben un poder deshumanizado como el de los nazis contra el pueblo judío. ¿Tan difícil es aprender de la historia pasada?

No hay legalidad que justifique ninguna de las acciones perpetradas. Se empieza a ver tímidos avances en Europa ante las agresiones de Netanyahu. ¿Será capaz la UE conjuntamente de impedir de una vez que Gaza se convierta en la mayor de las vergüenzas de nuestra época?

Muchas voces se han levantado desde hace tiempo contra Netanyahu y su gobierno: lo hizo Josep Borrell como Alto Representante de Exteriores de la UE o Francesca Albanese, la relatora especial de la ONU sobre Derechos Humanos; incluso muchos judíos, fuera y dentro de Israel, elevan sus voces pero no encuentran suficientes ecos fuera.

Lo que hay que hacer políticamente se sabe: las medidas se han anunciado una y otra vez. Falta decisión, voluntad política y unidad. También coraje para no tenerle miedo al gobierno de Israel. Si la compasión, la justicia, la ética, la legalidad, en definitiva, la humanidad, no son suficientemente fuertes para vencer a la barbarie y el genocidio que está realizando Netanyahu, entonces el infierno seguirá extendiéndose bajo la mirada indiferente de la gran mayoría y la complicidad de los países democráticos occidentales.

El 7 de octubre de 2023 se produjo el atentado, de sobra condenado y repudiado, de Hamás contra Israel. ¿Cuántos años más necesita Netanyahu para resarcirse? ¿Cuántos muertos por bombas o por hambre? ¿Cuánto sufrimiento? Seguramente nunca habrá suficientes vidas mutiladas para saciar la sed de sangre del gobierno de Israel porque lo que está en juego es mucho más que una venganza.

Si Europa de forma conjunta no se posiciona ya decididamente, perderá lo único que le queda y que todavía representa mucho: la legalidad, la ética, la defensa de los derechos humanos, en definitiva, la dignidad.

Una dignidad que se está poniendo en jaque en cada decisión geopolítica frente a una ultraderecha representada hoy por EEUU con Trump a la cabeza. La última negociación de los aranceles ha sido penosa y dolorosa, realmente humillante. Quien mejor lo ha descrito con contundencia, sin pelos en la lengua, con orgullo y buen análisis ha sido la exministra de Asuntos Exteriores Arantxa González Laya. Ha descrito bien la pérdida que supone este acuerdo desde diferentes puntos de vista, pero, sobre todo, sin olvidar que hemos perdido la dignidad.

Nos hemos enfrentado al matón y mafioso mundial y, en vez de hacer como otros países (véase China) que se planta y resiste, la UE ha aceptado que en vez de recibir 5 puñetazos porque a él le da la gana, nos conformamos solo con recibir 3. Hemos caído en la trampa de Trump aceptando que él no actúa con justicia ni diplomacia, ni educación ni protocolo, ni por el bien global, sino que utiliza la fuerza bruta, la mafia descarnada, el insulto y la prepotencia. Y Ursula von der Leyen lo ha consentido.

Como algunos medios de comunicación han descrito acertadamente, esto ha sido “la rendición” en fondo y forma de la UE ante un desalmado Trump. ¿Por qué le hemos dejado ganar cuando somos el tercer mercado del mundo? Un acuerdo tan indigno en el fondo como en la firma producida en medio del campo de golf mientras Trump echaba unos juegos y tuvo a bien recibir “en un ratito” a la presidenta de la Unión Europea.

¿Es este el mundo globalizado que nos espera? ¿Es este el futuro por el que hemos peleado los demócratas europeos? ¿Ha merecido la pena sacrificar todo nuestro patrimonio en derechos, incluso la propia dignidad?

Si hemos sido incapaces de defendernos, ni siquiera por interés comercial y económico, qué futuro les espera a los gazatíes que impunemente están masacrando delante de nuestros ojos.

Este es el último artículo hasta la vuelta de verano. Por ello quería que fuera Gaza quien copara durante un mes la cabecera de mi columna. ¡Qué poca cosa, verdad!

Nos vamos de vacaciones, y en Gaza continuará el infierno, Europa seguirá desnortada, Trump jugando al golf y Netanyahu riéndose sobre cada muerto.

Ana Noguera

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