El maestro, el mar y la trampa de la ‘concordia’
«¿Es bonito el mar?», le pregunta el niño con esos ojos abiertos e inocentes de quien, impaciente, espera una respuesta que intuye no le decepcionará. Y el maestro, emocionado, responde: «es lo más bonito que hay». Ese día, consciente de que ninguno de sus alumnos ha visto el océano, les anima a que plasmen en un cuaderno cómo se lo imaginan y se compromete a llevarles a conocerlo. Una promesa que nunca llegó a cumplirse. Porque al profesor lo fusilaron poco después, en julio de 1936.
La historia que cuenta El maestro que prometió el mar es la historia real del republicano Antoni Benaiges, pero podría ser la historia de otros tantos profesores que durante la II República se alejaron del control conservador y eclesiástico para educar al alumnado con nuevos métodos de enseñanza, y a los que tras el golpe militar asesinaron por sus ideas y enterraron en cunetas los falangistas. Cunetas en las que, sin identificar, hoy permanece la gran mayoría.
La película recupera su memoria, que es la de miles de víctimas. Un legado silenciado durante muchos años y que ahora, de nuevo, PP y Vox se empeñan en borrar.
La ultraderecha nunca ha ocultado que acabar con la memoria democrática sería uno de sus caballos de batalla si llegaban a gobernar. Llevaban años amenazando con ello y cuando, en junio del año pasado, comenzaron los trabajos de exhumación de víctimas del franquismo en Cuelgamuros, a Santiago Abascal no le tembló la voz al asegurar que lo único que hacía la norma era responder a la necesidad del Gobierno de rescatar viejos odios y sacar lo peor de los españoles. Antes, ya había llamado carroñero a Pedro Sánchez por el traslado de los restos del dictador. Resulta indignante, pero no es nuevo ni el negacionismo ni la humillación de Vox a las víctimas represaliadas del franquismo.
Pero, ¿y el Partido Popular? Fue Mariano Rajoy el que se jactó de haber ido reduciendo el presupuesto de la norma —aprobada por el gobierno de Zapatero en 2007— en los Presupuestos a los que su gobierno dio luz verde durante el tiempo que permaneció en La Moncloa. “Hemos asignado cero euros”, dijo orgulloso y sonriente en una entrevista en 2015. También lo prometió su sucesor Pablo Casado en 2021. El pasado mes de julio, ante la convocatoria del 23J, Alberto Núñez Feijóo dio un paso más e incluyó la derogación de la ley estatal en su programa electoral en aras, dijo, de recuperar la concordia. No es, por lo tanto, que los populares se plieguen ahora ante la ofensiva ultra, es que su postura siempre fue más cercana a Vox de lo que creíamos o queríamos creer.
Así, pues la supresión de la norma de memoria histórica de Aragón y las propuestas de leyes de ‘la Concordia’ en Castilla y León y la Comunidad Valenciana — ¡qué gran paradoja que las llamen así!— se han convertido en un paso más en la hoja de ruta que conservadores y ultras sellaron en sus acuerdos tras las elecciones autonómicas del pasado 28 de mayo.
Una maniobra que humilla a los represaliados de la dictadura y que intoxica al resto de la sociedad. Porque sus argumentos están llenos de bulos e imprecisiones. Afirman que las leyes anteriores no incluían a todas las víctimas. Es falso: en las normas vigentes no se habla de ideologías ni bandos. También niegan el golpe de Estado franquista y la dictadura alegando que hablar de ello supone una visión sesgada y sectaria. Ignoran de esta forma que un país que olvida su pasado es un país sin futuro. Como decía el escritor Alfons Cervera en esta entrevista: «No podemos convertir la historia de España en una sarta de mentiras».
Verdad, justicia y reparación. Son los tres pilares en los que se asienta la memoria democrática. Esa que hace a un país más justo porque, sin ella, la democracia nunca puede ser plena. Conocer lo que ocurrió es un derecho de todas y todos. Como lo es también tratar de combatir la innegable brecha generacional que existe respecto al pasado. Una grieta a la que ha contribuido la invisibilización histórica de la lucha antifranquista en los libros de texto. Es necesario recuperar también la memoria feminista, recuperar las vidas de tantas y tantas a las que se ha condenado a un doble olvido: por ser mujeres y por ser republicanas. ¿Cómo honrarlas? Conociendo sus vidas.
En la historia con la que comienza esta columna los militares franquistas creyeron quemar todos los cuadernos en los que los niños y niñas, animados por su maestro, plasmaron su visión del mar y del mundo. No lo consiguieron. Gracias a eso, sabemos lo que pasó. Por cierto, que la adaptación teatral de la obra fue cancelada el verano pasado en una de las primeras decisiones que el recién formado Ayuntamiento de PP y Vox tomó en Briviesca, muy cerca del pueblo de Burgos donde el profesor dio clase a los pequeños.
De momento, el Gobierno ha anunciado que recurrirá al Constitucional el intento de acabar con las leyes que reparan la vulneración de los derechos durante la Guerra Civil y el franquismo. También los familiares de las víctimas y las asociaciones memorialistas se preparan para plantar cara a esta deriva reaccionaria. «No nos callarán otra vez», dicen. Es esa contundencia la que se necesita para que, finalmente, sea la dignidad la que le gane la batalla al muro de silencio que nos quieren imponer.
Marta Jaenes
Publicado en Infolibre