El mundo de hoy por Hannah Arendt
/ por Ana Alonso /CulturaPolítica Europa
La pensadora más inclasificable del siglo XX defendía el pluralismo frente a la dominación de un pensamiento único
«Hannah Arendt (Hannover 1906-Nueva York, 1975) sigue viva a través de sus textos. Nos hablan. Llevo años estudiando sus escritos y todavía me encuentro sorpresas. De un día a otro veo algo nuevo y me digo: ‘Lo ha vuelto a hacer’. Es como si hubiera añadido algo en lo que no había reparado antes». La catedrática Barbara Hahn es responsable de la concepción de un ambicioso proyecto, que consiste en recopilar toda la obra de la extraordinaria pensadora judía, en inglés y en alemán, con anotaciones y contexto.
Hannah Arendt, que cumpliría 114 años este miércoles 14 de octubre, estaría orgullosa del trabajo en el que participa Barbara Hahn y dirige la catedrática Anne Eusterschulte, del Instituto de Filosofía, de la Freie Universität de Berlín.
En la visión de Eusterbach y Hahn, Arendt es una pensadora que representa la pluralidad del ser humano. Estadounidense por convicción, según Hahn, Arendt estaría «deprimida» al ver la América de Donald Trump.
O quizá se riera y le considerara un bufón como Adolf Eichmann, responsable de la Solución Final, sobre quien escribió Eichmann en Jerusalén. En todo caso trataría de «comprender», de buscar por qué hemos llegado hasta aquí.
Para esta singular y excepcional intelectual, Estados Unidos es la república por antonomasia, donde los poderes tienen contrapesos que se equilibran y donde la Constitución encarna esa verdad revelada a los Padres Fundadores.
Las Obras Completas. Edición Crítica que coordinan Eusterbach y Hahn ya tienen dos volúmenes publicados y una página web en la que puede consultarse todo el material que ya han revisado. Es un megaproyecto que puede prolongarse 12 años y para el que desde hace unos meses reciben apoyo del gobierno federal alemán, tras empezar a ponerlo en marcha con una fundación privada, la Hamburger Stiftung für Wissenschaft und Kultur.
Nada como observar el proceso de elaboración de un texto que dejó Hannah Arendt por terminar para comprender cómo es pensamiento en evolución. Ni se dejaba etiquetar, ni era etiquetable, ni sus textos se cerraban. Su gran obsesión era entender el mundo. Y el mundo va cambiando.
«Lo que quiero es comprender. Para mí, escribir forma parte del proceso de comprensión», dice Arendt en la conversación con el periodista Günter Gaus, publicada como ensayo bajo el título ¿Qué queda? Queda la lengua materna. La entrevista puede verse en YouTube y es un éxito de visionados. Curiosamente Hannah Arendt dice en la entrevistas que no está interesada en tener influencia.
Las revelaciones de Hannah Arendt a Gaus son clarificadoras desde el principio. Arendt confiesa que no se considera una filósofa sino que su campo de conocimiento es la teoría política.
Su gran obsesión fue entender el totalitarismo, encarnado en el nazismo y el estalinismo. Escribió ya en EEUU Los orígenes del totalitarismo, un clásico de la teoría política que sigue siendo de gran actualidad.
Vivió en la época de esos dos regímenes donde la persecución se ejercía no ya contra el opositor, sino contra cualquiera que pensara libremente. Recurren al terror para anular al individuo. No estamos todavía inmunes a semejantes aberraciones.
Pensamiento único
Arendt alude al pensamiento único (Gleichshaltung) en el proceso de nazificación. Le decepcionaron especialmente los intelectuales. Explica cómo ya sabía que entre los alemanes se había extendido el desprecio a los judíos desde 1931, pero su sorpresa fue cuando hubo «amigos» que se sumaron al proceso de nazificación.
Siempre que nos dejamos llevar por la mayoría, y el temor a ser disidente de una corriente dominante es muy fuerte, dejamos de pensar de forma individual, y nos perdemos como seres humanos.
Es lo contrario a ese sometimiento que trata de eludir responsabilidades de Adolf Eichmann. En la entrevista con Gaus, Arendt señala: «Cuando pensamos en un criminal, pensamos en una persona con motivaciones criminales. Y si pensamos en Eichmann vemos que no las tiene… (Eichmann) quería estar de acuerdo con los demás, poder decir nosotros, y ese modo de estar de acuerdo con el resto y querer formar parte de un nosotros fue suficiente para hacer posible el mayor de los crímenes».
Explica también Arendt a Gaus qué significa «la banalidad del mal». «La gente pensó que lo banal es también lo corriente. Pero no es lo que yo quise decir. Ni por asomo pretendí insinuar que hay un Eichmann en todos nosotros… Eichmann es un hombre inteligente, pero en este aspecto era un completo necio. Y lo escandaloso es esta necedad. A eso me referí cuando hablé de banalidad. No hay nada profundo, nada demoníaco. Se trata simplemente de negarse a imaginar lo que la otra persona siente…»
En los procesos identitarios que vivimos ahora vemos este proceso. Para ganar aceptación somos capaces de unirnos a grupos sin reflexionar. Y dejamos de empatizar con el otro. Incluso hay quienes apoyan la violencia, que surge, en palabras de Arendt, cuando se acaba la palabra.
Ningún derecho a obedecer
La entrevista, que se emitió el 28 de octubre de 1964, es uno de los 33 elementos audiovisuales de la exposición titulada Hannah Arendt y el siglo XX, concebida por Monika Boll.
Ha sido un éxito de público, a pesar de la pandemia en Berlín, y desde el 18 de diciembre podrá visitarse en Bonn hasta la próxima primavera. Una emblemática frase de Arendt (Kein Mensch hat das Recht zu gehorchen, ningún ser humano tiene derecho a obedecer) presenta la muestra.
«Arendt es inclasificable. No pertenecía a ningún partido, ni quería encuadrarse en ninguna tradición. Su pensamiento es tan difícil como interesante: ¿era de izquierdas? ¿Era liberal? ¿Conservadora?», se preguntaba Monika Boll, en la inauguración, en mayo pasado.
En una conversación con un grupo de estudio de viaje a Berlín bajo el lema Pensar en libertad en el siglo XXI: el legado de Hannah Arendt, financiado por el Ministerio alemán de Asuntos Exteriores, Jana Nawrot, representante del Museo de Historia Alemana explicaba lo complejo que resulta hacer una muestra sobre pensamiento y la controversia que suscita.
En la exposición hay varias cápsulas de audición, objetos de la pensadora, un apartado sobre Auschwitz y antisemitismo, y una zona dedicada a los amigos y admiradores de Arendt, nacida alemana, pero nacionalizada estadounidense en 1951.
«Desde el primer día hemos tenido la máxima cantidad de visitantes posibles. Nos ha sorprendido ver lo popular que es. Vienen jóvenes y también mayores. ¿Por qué es tan popular? Sigue siendo actual. El antisemitismo continúa siendo un problema. También el hecho de que ella fuera una refugiada durante 18 años», señalaba Nawrot, quien recordaba cómo Arendt hablaba de que lo más importante «es el derecho a tener derechos». Y solo se tienen derechos cuando se adquiere una ciudadanía, por eso es tan cruel la situación de los apátridas.
Los refugiados pueden serlo porque provienen de una dictadura, tienen derechos, los apátridas están en el limbo y carecen de derechos.
Apátrida
En realidad, Hannah Arendt fue apátrida durante 18 años, como señala Elisabeth Young-Bruehl en Hannah Arendt. Una biografía. De forma oficial, fueron 13 años porque el régimen nazi le quitó la ciudadanía alemana en 1938, cinco años después de su salida ilegal del país.
En 1933 salió de Alemania rumbo a París, donde trabajó con organizaciones de ayuda a jóvenes judíos exiliados que buscaban cómo emigrar a Palestina. En esa época se separa de su primer marido, Günther Anders, y conoce a quien sería su segundo esposo, Heinrich Blücher. Juntos emigraron a Estados Unidos.
Tuvieron suerte porque fueron de los pocos que sí recibieron visados de emergencia estadounidenses. Atravesaron el sur de Francia, a finales de 1940, se adentraron en España y desde Lisboa embarcaron rumbo a Nueva York. En Estados Unidos Hannah Arendt renacería como ciudadana del mundo.
En la entrevista con Gaus, Hannah Arendt revela su relación con Alemania. «Nunca me consideré así, en el sentido de pertenencia al pueblo alemán, no en el sentido de ciudadanía», decía al reportero, que luego trabajó para el gobierno de Willy Brandt. Sí que destaca Arendt, y ella da mucha importancia al idioma, que su lengua materna es el alemán. «La lengua alemana no enloqueció», decía. Arendt leía en griego y latín, entendía bien el francés y escribió su obra en inglés y alemán.
Confiesa cómo tampoco se sintió judía salvo cuando era objeto de comentarios despectivos en el colegio. Aprendió de su madre un lema que le sirvió de guía en su vida: «Si te atacan como judía, defiéndete como judía; no como alemana ni como ciudadana del mundo ni como defensor de los derechos humanos o lo que sea».
El doctorando Sönke Hollenenberg de la Universidad de Bonn está elaborando una tesis sobre los procesos de desintegración y de integración en Hannah Arendt. Destaca cómo para Arendt «la situación ideal de una sociedad integrada no sería una sociedad en la que no hay conflictos. La base del pluralismo implica un gran nivel de conflicto en la política, pero es un conflicto que a la vez integra a la sociedad. Siempre existe el riesgo de que no funcione».
La verdad
Como base siempre estará la verdad factual, los hechos, que no son una categoría política, son una base común. Arendt solía referirse a una anécdota sobre unas palabras de Georges Clemenceau sobre la Primera Guerra Mundial. Se cuente como se cuente, dijo Clemenceau, nadie podría afirmar que Bélgica invadió Alemania. Esa es una verdad factual. Los hechos son la base común en cualquier discusión. A partir de ahí puede haber desacuerdo.
De su madre, Martha Cohn, una mujer inteligente y culta, de origen ruso, Arendt aprendió a ser libre. «Le debo mucho a mi madre: sobre todo, haberme criado sin prejuicios y con todas las opciones abiertas».
Según Hollenenberg, «Arendt no entiende la libertad en el sentido de ir a su aire sin importarle nada ni nadie… Es más la habilidad de actuar juntos. Y así se puede actuar en la esfera pública y dar estabilidad a la democracia y la república. Es la vía para la integración».
Para que la acción perdure, ha de recordarse, y solo se recuerda si se narra. «No es una pensadora que hace sentencias. Las cosas pueden ir en una dirección o en otra. No hay leyes, como las leyes de la naturaleza. Es pensamiento en movimiento y tiene relación con la narración».
Hannah Arendt representa una forma de mirar el mundo en libertad. Sin miedo al pensamiento. Con interés por aprender del otro. Es comprender para seguir comprendiendo. Es lo contrario a la violencia y el odio.
Ana Alonso
Artículo publicado en El Independiente