El Roig Arena
En estos tiempos que tantas visiones amargas atraen del pasado y del presente, la inauguración del Roig Arena aporta un contrapunto que merece considerarse.
Son muchas las explicaciones que se están dando sobre las características de este nuevo icono de la ciudad de València. Impresiona, en particular, su arquitectura, capacidad y carácter polivalente. Características que lo convierten en un centro del baloncesto europeo y en un marco permanente para la música y otras manifestaciones culturales de gran audiencia.
Más allá de sus repercusiones directas e indirectas, el Roig Arena representa la principal inversión acometida en los últimos años, una vez descontados los grandes contenedores de la Ciudad de las Artes y las Ciencias y el maltrecho e incompleto nuevo Mestalla. Con una particularidad: su financiación privada, procedente de una decisión personal, y su futuro retorno al Ayuntamiento cuando venza la correspondiente concesión. Pocas veces se encuentra un hecho parecido en València; puede que existan otros ejemplos, pero quizás tendríamos que remontarnos a la Exposición Regional que financió Tomás Trénor en 1909, antecedente de la posterior Feria Muestrario Internacional fundada en 1917.
Tal excepcionalidad nos interroga sobre la limitada presencia de la iniciativa privada en la consecución de hitos comunitarios. La primera hipótesis explicativa apunta a la debilidad financiera de gran parte del empresariado valenciano y el reducido tamaño de sus empresas. Otros hablarán de su aversión al riesgo o de la preferencia por aquellas inversiones de rápida recuperación, con beneficios únicamente destinados al bolsillo del inversor.
Cada cual es libre de escoger cualquiera de las anteriores explicaciones u otras diferentes, pero parece cierto que el Roig Arena forma parte de una forma específica, -todavía escasa en nuestro entorno-, de entender un proyecto de vida y su vínculo con la riqueza. En éste, la fortuna alcanzada es la respuesta al esfuerzo propio y la asunción de riesgos, pero también se asume que constituye el resultado de la cooperación directa e indirecta de quienes forman parte o se relacionan con la empresa generadora. Y es, de dicha orientación, de donde surge la actividad filantrópica.
Por supuesto que, tras ésta, no siempre se descubre una posición de generosidad y desprendimiento. Así sucede en EE.UU. donde, al calor del trumpismo libertario, no cesan de aparecer quienes enaltecen las decisiones sobre la utilización “filantrópica” de las fortunas personales como alternativa a los impuestos y el gasto público aprobado por los parlamentos. No es el caso del legado Roig-Herrero, cuyas expresiones vienen de lejos sin exigir contrapartidas, concretadas en un amplio abanico de proyectos: el Museo de la Seda, la rehabilitación de iglesias históricas, el palacio de Valeriola y la exquisita colección artística allí expuesta, la promoción del baloncesto, del running y de los maratones, el impulso a la formación empresarial y el nuevo emprendedursmo o iniciativas más recientes como las ayudas a los afectados por la Dana.
Una forma de contemplar el presente, y sobre todo el futuro, que ha cundido y alentado o acompañado la disposición de otras empresas y familias a introducirse en la senda altruista. Recordemos, además de la veterana Fundación Cañada Blanch, la Chirivella-Soriano, el Museu l’Íber, Bombas Gens-Centre d’Arts Digitals, las donaciones de Martínez Guerricabeitia y Pere María Orts, la Todolí Citrus Fundació, y las actividades de fundaciones vinculadas a empresas como Baleària, Rolser y Vicky Foods, entre otras. Un conjunto de iniciativas que se complementan con las asumidas, mediante apoyos directos a organizaciones del Tercer Sector, por Consum, Caixa Ontinyent y otras firmas. Acciones, unas y otras, que conllevan el enraizamiento de sus impulsores en el territorio del que proceden. Un rasgo que se echa en falta en diversas y grandes empresas con importante presencia en la Comunitat Valenciana.
Finalmente, además de lo ya consolidado, ¿se pueden indicar objetivos prioritarios para la filantropía valenciana? Destacaré sólo uno: reforzar el conocimiento como pilar preferente. Ya no basta con la cultura del esfuerzo; podría adherirme a ésta con facilidad porque, durante 12 años, estudié gracias a 7 becas del PIO y 5 becas salario: todas ellas exigiendo humildad económica y codos hincados sobre la mesa. Pero sabemos que las circunstancias actuales reclaman una mirada propia porque las facilidades económicas y el estatus profesional existentes en los hogares siguen condicionando poderosamente los resultados académicos; porque no resulta fácil financiar los estudios de postgrado ni viajar a otros países sin disponer de recursos familiares. Y, más allá de la educación universitaria, existe la imperiosa necesidad de que el tejido empresarial valenciano se acomode, asociativamente, a facilitar la formación profesional dual, superando la barrera que supone el tamaño de la empresa.
La anterior es una de las vertientes del conocimiento: su adquisición; y, junto a esta, se encuentra la segunda: la creación de nuevo conocimiento, imprescindible para la innovación empresarial y la creación de empresas demandantes de elevado capital humano e ingenio emprendedor.
Bienvenida, pues, al Roig Arena. Bienvenida a un nuevo espacio para socializar, reforzar lo presencial y recuperar lo físico como esqueje de humanidad; en definitiva, para ser comunidad y compartir las ágoras que se abren. Esperemos que su presencia nos recuerde a todos, y en particular a los que mayor compensación económica han recibido de la sociedad valenciana, que ahí afuera tienen una llamada pendiente: la de retornar a esa sociedad una parte de lo que ésta les ha aportado. No, la economía de mercado no les obliga a ello, pero élla tampoco lo es todo en esta vida a la que llegamos y de la que nos vamos sin ser consultados. Ante ese flujo fugaz de un tiempo con final ineludible, podemos pensar que nos hemos hecho felices a nosotros mismos, -y plantarnos en ese punto-, o concluir que también hemos tratado de mejorar la vida y oportunidades de los demás más allá de lo impuesto por leyes y obligaciones formales.
Manuel López Estornell
Publicado en Valencia Plaza