El valor de la dignidad
Tras muchos meses de dura resistencia a la ofensiva neoliberal contra los servicios públicos dirigida desde el gobierno y cuyo objetivo no es mas que el desmantelamiento del incipiente Estado del Bienestar y su sustitución por otro modelo de corte “thatcheriano”, mas acorde con los intereses de los mercados internacionales y de la “Troika”, se empiezan a ver algunos frutos de esa resistencia.
Los ejemplos mas conocidos como son la lucha vecinal de Gamonal en Burgos, la huelga de la basura, la paralización de la venta de los hospitales públicos, ambos en Madrid, y la reapertura de la investigación por el accidente del metro en Valencia y otros, nos señalan el camino que debemos tomar si no queremos ser aplastados irremediablemente por aquellas fuerzas políticas y económicas que piensan que su poder se construye a partir de recortar derechos y libertades y condenar a la pobreza y la exclusión social a millones de personas.
Estos hechos tienen su trascendencia, mas allá de los resultados obtenidos, por lo que suponen de constatación de que las movilizaciones ciudadanas tienen sentido y, por ello, se convierten en un instrumento de gran importancia en la defensa de nuestra dignidad como personas y como trabajadores. No conviene olvidar que “el thatcherismo” como doctrina socio-económica solo se impuso en Inglaterra tras la dura derrota sufrida por los sindicatos mineros después de muchos meses de huelga contra el gobierno de Margaret Thatcher.
Decía Karl von Clausewitz que la victoria en una guerra solamente es completa cuando se consigue quebrar la voluntad del adversario de seguir combatiendo. Así pues, sirvan también estos éxitos como mensaje a los poderes del sistema de que a pesar de los duros recortes y de la precariedad a la que nos están condenando a las personas, niños incluidos, seguimos manteniendo fuerte nuestra voluntad de defender el estado social que con tanto sacrificio conseguimos tras décadas de lucha en cualquier circunstancia, incluso bajo un régimen carente de toda clase de libertades como fue el franquismo.
Pero además, hay otro mensaje que deberíamos aprender. Ese mensaje es el del valor de la dignidad. Desde el poder se piensa que la condena de millones de personas a la pobreza económica, y en muchos casos al hambre, es un factor suficiente para quebrar cualquier resistencia y mantener sometida a la población. Hay incluso algunas teorías psicológicas al respecto como la “doctrina del shock”.
Esta teoría, desde mi punto de vista, parte de un desconocimiento profundo de la persona humana a la que reduce a un simple organismo que reacciona de una manera primaria frente a las agresiones del entorno. Pero ignora que lo que diferencia a nuestra especie de otras es la capacidad que nuestro cerebro nos otorga de extraer significado de aquello que nos ocurre como una manera de anticiparnos y defendernos frente a futuras e hipotéticas amenazas, hasta tal punto, que ponemos nuestra posibilidad de subsistencia como especie en el desarrollo de esta capacidad.
Ello explica que las personas seamos capaces de aguantar en pié situaciones extremas y desesperadas cuando tenemos un motivo o una profunda convicción que dé sentido a lo que hacemos. A eso le llamamos dignidad, a la capacidad de ser dueños de nosotros mismos y de nuestras vidas independientemente de las circunstancias. La pobreza impuesta puede quebrar nuestra resistencia física, pero nuestra resistencia moral, que es superior, solo depende de nosotros mismos y del valor que nos otorguemos como personas humanas. Es decir, de nuestra dignidad.
Así pues, bueno es que aprendamos que un sistema injusto e inhumano podrá disminuir e incluso arrebatar totalmente nuestros bienes materiales. Pero nada puede contra las personas que son conscientes de sí mismas, que no renuncian al poder de controlar sus vidas, y que están guiadas por fuertes motivos que dan sentido a su existencia.
Josep Antoni Román
Filósofo y Consejero Psicológico
febrero 22nd, 2014 at 7:54 pm
Has puesto voz a muchas de nuestras convicciones.
Gracias por decirlo tan bien y tan claro