El votante de Diaz Ayuso
Hay algo que me tiene más alucinada que la propia Isabel Díaz Ayuso: sus votantes.
Ya sé que analizar a la ciudadanía y su libertad de voto suele resultar peligroso e impopular. Se dice siempre que “el cliente tiene razón”, y en esa confusión de una democracia “consumista” (que no “comunista”, por si se confunde la Sra. Ayuso) en un sistema claramente de consumo por encima de todo, se equipara al consumidor con el ciudadano, y, por tanto, lo que la ciudadanía vota tiene razón. Sin embargo, no deja de sorprenderme el cultivo democrático que nos rodea.
Una y otra vez se achaca a los políticos tener la responsabilidad del hartazgo ciudadano. “Es que siempre están peleando”, “se hace política con todo”, “no hay manera de que se pongan de acuerdo”, y un largo etcétera que como un mantra los medios de comunicación repiten infinitas veces con el consiguiente desprestigio de la clase política. Y una llega a creerse que, de verdad, lo que la ciudadanía quiere es eficacia, resolución de problemas, diálogo, consenso y acuerdos. ¿Eso es verdad?
Justamente eso es lo que ha hecho Ángel Gabilondo. Un señor que puede ser “soso”, pero es inteligente, culto, preparado, honesto, responsable, y nada estridente. Alguien a quien confiaríamos la gestión de nuestros bienes porque nos merece total confianza. Pero “no vende”. En una democracia “de consumo”, no vende titulares ni astracanadas. Su oposición ha sido criticada porque él no ha querido utilizar la pandemia como arma arrojadiza en el combate madrileño. Y será que no tenía elementos y argumentos a capazos para destrozar cada día a Díaz Ayuso. Sin embargo, le parece mal utilizar una pandemia, con toda su gravedad, para descalificar al contrario. Vuelvo a repetir: eso no vende. Gabilondo ha hecho exactamente lo que se dice que quiere la ciudadanía: responsabilidad, honestidad y diálogo. Ja, ja, ja!!
El gato al agua se lo lleva Díaz Ayuso porque ella ha sido temeraria, deslenguada, mentirosa, manipuladora, irreflexiva y, sobre todo, “vende” titulares. No tiene ningún problema en decir todo aquello que se le pasa por la cabeza aunque sea una verdadera estupidez o aquello que su asesor de prensa le chiva al oído porque sabe que a ella no le importa hacer el ridículo. Y hace el ridículo en una democracia rigurosa. Hace el ridículo frente al resto de comunidades autónomas (da igual del signo político que sean) que están haciendo una gestión discreta uniendo esfuerzos frente a la pandemia. Hace el ridículo frente a la Unión Europea intentando ser la Ministra de Exteriores o, más bien, la “Presidenta de Gobierno” que parece que es su sueño actual.
Pero hacer el ridículo nos tiene a todos embobados porque muchos pensamos “¿de dónde ha salido esta mujer?”, “¿Por qué le dejan que esté al frente de Madrid?”, “¿acaso ella no se mira al espejo y le entra vértigos de verse incapaz?”. Pues sí, se mira al espejo cual madrastra de Blancanieves y se encuentra la más bella de Madrid.
Lo sorprendente es que, según las encuestas (y por eso ella se ha lanzado a las elecciones), sube muchísimos en escaños siendo la primera fuerza política.
El otro día una mujer, que se define “apolítica” y que no le gusta para nada la política y que no quiere líos y bla, bla, bla (cuánta gente de derechas mantiene el “apolitismo” como bandera), decía que Ayuso es valiente. ¿Valiente? ¿Ante quién, frente a quién, para qué?
Hay una primera lectura que sí podemos hacer. Siempre hemos pensado que el PP era un partido de derechas moderado que reunía en su seno a las migajas de la ultraderecha. En cambio, vemos que ha ganado cuando ha extremado su discurso, cuando ha sido prepotente y soberbio, cuando Ayuso, al igual que Esperanza Aguirre o Aznar, han representando lo más extremo. Lo que hace pensar que la derecha española no es tan liberal como dice de boquilla para fuera, sino más bien, una derecha ultra y conservadora.
Una segunda lectura es que, lamentablemente, nuestras democracias viven del “espectáculo”. Somos un país que consume mucha fake news y parece no importarnos. O que, al final, ha habido más concienciación contra la violencia de género en un programa sensacionalista tipo Sálvame. Y que pensar y reflexionar cuesta, y es más fácil quedarse con mensajes simples (que no es lo mismo que sencillos) que te digan que la culpa es del otro.
En tercer lugar que aún falta mucho para entender cómo es un Estado de Autonomías, y que confundimos España con Madrid o Madrid con España, porque lo que hace Ayuso es, ni más ni menos, que “el nacionalismo madrileño” que tanto critica en Catalunya pero ella aplica en su territorio.
En cuarto lugar, que ese “nacionalismo madrileño” es más falso que la moneda de Judas. De momento, con tanto griterío consigue confundir y engañar. Porque sigue teniendo niveles altos de contagios y fallecidos, porque no suministra las vacunas al ritmo que van otras autonomías, y porque se “ahorra” dar ayudas a comercio ya que los mantiene abiertos. Eso sí, lo primero para mantener unido al personal es buscar un enemigo externo: en este caso es fácil, el gobierno de Sánchez.
En quinto lugar, Isabel Díaz Ayuso ha emprendido la carrera política más desmadrada. Pero, gane o pierda Madrid, ella ha ganado. Le ha salido un claro competidor a Pablo Casado. Y también a otros que dejaron pasar su oportunidad y ahora parece que se les ha cerrado la puerta, ¿verdad señor Núñez Feijóo? Esto significa que el PP que está confabulándose se aleja del liberalismo político europeo y se asemeja, cada vez más, al PP de Aznar, aquel hombre que nunca duda pero que bajo su gobierno se creó todo un entramado de corrupción político-institucional. Y seguramente muchos votantes del PP y de Vox aplaudirán la recuperación de la senda perdida.
Ni España ni la democracia pueden permitirse que se banalice con ellas con la insensatez que se está haciendo.
Ana Noguera