Época de desconcierto: ¿Quien reconoce a Europa?
Hay épocas en las que dan ganas de sumarse a las ingeniosas frases de Mafalda, “paren el mundo que yo me bajo”.
Resulta difícil entender lo que está pasando y, sobre todo, darle una explicación sólida, más allá de los sentimientos de desconcierto, miedo, vulnerabilidad, inseguridad, … que están generando reacciones de egoísmo, individualismo extremo, cierre de fronteras, repliegue, y mucha violencia, muchísima violencia.
Pero intentar explicar las reacciones de las personas como colectivo no explica las actitudes y comentarios de los mandatarios políticos, de quienes tienen el mundo entre sus manos y cada vez da más miedo pensar que quienes nos gobiernan carecen, no solo de sentido común, sino del más mínimo sentimiento de empatía.
Después de esta larguísima crisis económica europea a la que no se le ve el final, y que todavía seguimos descendiendo en recortes, deudas, rebajas de derechos sociales y laborales, y una confusión extraordinaria en una Europa que ya no reconocemos, el viraje político se ubica, cada vez más, hacia la derecha neoliberal con tintes xenófobos o ultraconservadores.
Resulta completamente paradójico que los triunfadores en Europa sean aquellos mismos que desplegaron la doctrina neoliberal que ha provocado la crisis. El Partido Popular Europeo controla ya las tres grandes instituciones comunitarias, y el italiano Antonio Tajani se ha convertido en el nuevo presidente del Parlamento Europeo con los votos conservadores y ¡¡euroescépticos!!
Quienes han decidido al final esa presidencia han sido los ultraconservadores polacos y los británicos, aquellos que están al mismo tiempo decidiendo cómo se desvinculan de la Unión Europea.
Y, paradójicamente, Ángela Merkel se ha convertido en la gran esperanza para salir de la crisis que ella ha ahondado con sus rígidas medidas de recortes, que han provocado tanto daño y frustración social.
Si el papel de la socialdemocracia europea resultaba invisible hasta el momento, a partir de ahora, como no se espabilen y recuperen su razón de ser, no serán solo invisibles, sino también completamente prescindibles.
En medio de esta vorágine europea, Theresa May pisa fuerte poniendo condiciones a su salida de la Unión Europea, con un sentimiento británico soberbio y orgulloso de desvincularse de un club al cual, no solamente rechaza, sino que ahora también desprecia. El Brexit ha pasado de ser un sinsentido para el continente europeo a una posibilidad para salvarse de este “aquelarre” mundial, como si encerrarse en sí mismos fuera la opción viable para gobernar la globalización.
Y no es Donald Trump quien ayuda a mantener la calma y el sentido común político, diciendo que quiere eliminar la OTAN y la UE, o que quiere cerrar sus fronteras comerciales, o construir ese muro contra Méjico, o incendiar con bravuconerías cualquier instrumento que sustenta un sistema democrático transparente. Pero ya no es solamente él quien despierta pánico, sino que es todo su gobierno: un grupo de personajes que constituyen los enemigos de nuestro planeta en todos sus aspectos (negocios, salud, educación, comercio, derechos. ..).
Vivimos una globalización económica imparable a la que, durante décadas, se ha analizado la necesidad de crear un gobierno global, ya que los estados nacionales se quedaban incapacitados para gobernar y gestionar tal volumen comercial y trasnacional, y ahora resulta que es la propia derecha la que repliega velas y se plantea la aniquilación de los instrumentos políticos globalizados, como es la propia Unión Europea.
Son los defensores del liberalismo económico a ultranza los que ahora no tienen respuestas políticas adecuadas para gestionar el monstruo que ellos mismos han creado, y sólo se les ocurre replegarse en su territorio y cerrar fronteras, como si ahora mismo fuera posible encerrar el aire que respiramos.
Se decía que, con la caída del bloque comunista, se “había terminado la historia”, pero vemos que no es así. Solo que lamentablemente no tenemos alternativa política a la que acoger tal fracaso del neoliberalismo económico y político. Ni tenemos actores políticos capaces de ofrecer salidas a la crisis.
Aunque sean los conservadores quienes están gestionando hoy este mundo desconcertado, no hay suficientes adjetivos para calificar el despropósito que suponen estos personajes que han llegado a la política como elefantes en una cacharrería. Véase esos magníficos diálogos que se intercambian Trump y Putin para defenderse mutuamente; no se conocen todavía pero se entienden, hablan el mismo lenguaje soez.
Hemos llegado al final de un neoliberalismo que no sabe cómo gestionar el triunfo de su éxito, de haber expandido su cultura individualista que ha convertido el mundo en algo políticamente inmanejable. También hemos llegado al final de una socialdemocracia que no tiene respuestas en Europa, que ha sido cohorte de las decisiones que se han ido tomando, y que debe buscar fuera de su propia soberbia, soluciones valientes y apoyos incondicionales entre quienes todavía creen que otro gobierno es posible.
Si alguien pensaba que habíamos llegado al final de la historia que espere un poco, que todavía nos queda mucho por ver.
Ana Noguera