¿Escocia y Catalunya se parecen?
Mis sentimientos nacionalistas son mucho más que escasos. Siempre lo han sido, pero a medida que cumplo años me encuentro más mimetizada con el mundo global y su diversidad, y entiendo menos el orgullo patriota o nacionalista (da igual su definición) de sentirse diferentes.
Llevo semanas oyendo y leyendo que Escocia nada tiene que ver con el sentimiento nacionalista e independentista de Catalunya. Había que poner paños calientes por si acaso Escocia decidía la independencia; el susto de Europa era tan grande que miraba expectante lo que podría ocurrir y que no se repitiera. Y el gobierno español, tan poco estratégico y político, prefería negar la mayor, e incluso decir, como último recurso, que “no hay ningún parecido porque aquí no les vamos a dejar votar” (argumento de Rajoy y su gobierno), como si eso fuera enorgullecerse de impedir el ejercicio democrático. Pero lo cierto es que Escocia ha mantenido en vilo al gobierno español.
¿Y ahora? Porque ahora que el resultado no es el independentismo, sino continuar en la unión, parece que cambia la percepción y simpatía por Escocia. Ahora parece que hay que aplaudir “el sentido común escocés” y dar así una lección a los catalanes.
Lo único que se demuestra con esto es la debilidad de la estrategia política española, su poca capacidad de cintura negociadora, y cómo se construyen los argumentos al revés: comenzando por los resultados.
Pero las elecciones de Escocia sí nos dejan varios mensajes encima de la mesa:
En primer lugar, que el país está dividido y habrá que recomponer heridas sentimentales, más que políticas. Al igual que ocurre en Catalunya, que pase lo que pase, en estos momentos también existe una fractura social difícil de superar y de encontrar un punto común entre los sentimientos encontrados de los catalanes. Y eso ocurre igual se vote o no.
En segundo lugar, ha pasado mucho en ese referéndum, porque la opción ganadora no es ni el conservadurismo ni la ruptura independentista, sino una tercera opción más federalista y de más autogobierno. Es decir, la construcción europea ya no se está haciendo exclusivamente desde los gobiernos, sino que también los ciudadanos quieren elegir cómo participar y, sobre todo, tener más voz y voto en las decisiones.
Lo que ha ganado en Escocia es la voluntad mayoritaria de DECIDIR. Y ahí podemos sumar también la independencia, que es de un 45%. Es decir, lo que sí hay es una llamada de atención de los ciudadanos escoceses a que las decisiones no se pueden tomar sin su aprobación o conocimiento. El federalismo supone una descentralización en la toma de decisiones.
Y eso supone una tercera salida, una opción nueva en la construcción europea, que durante años se ha visto como una posible solución, pero que siempre ha generado rechazo o incomprensión: el Federalismo.
Europa se está moviendo, no está quieta, sus territorios y sus ciudadanos no están pasivos en medio de la crisis económica y política, sino que toman sus decisiones. Después de este referéndum, nada volverá a ser igual en el Reino Unido, ni seguramente en Europa. Se abren vías diferentes a los gobiernos, a los parlamentos y a las decisiones ciudadanas.
Una similitud también con lo que puede ocurrir en Catalunya y España.
En tercer lugar, la solución se ha encontrado VOTANDO. No hay nunca soluciones mágicas, ni puras, ni perfectas, pero hay soluciones mejores que otras. Y, en mi opinión, el proceso inglés y escocés es mucho mejor que el español y catalán. Sigo sin entender por qué no se produjo una consulta popular en Catalunya hace ya dos años, y no entiendo por qué el gobierno español sigue empeñando en mantener férreamente la ley en la mano como una amenaza ante la consulta.
El proceso es tan importante como los resultados. La forma de hacer las cosas dice mucho de la valentía y capacidad de sus gobiernos.
¿Nadie tiene curiosidad en saber qué pasaría en Catalunya si se votara? ¿Tanto miedo político existe? ¿Tanta incapacidad de gobernar las decisiones democráticas?
Para Catalunya, el referéndum escocés es también una lección. No es lo mismo protestar y manifestar que, llegada la hora de la verdad, tomar la decisión en un voto que es responsable y más prudente que las palabras.
Y también es una lección advirtiendo que entre el inmovilismo español y el independentismo catalán hay una tercera vía: una salida federalista.
En Escocia, los ciudadanos tienen un problema social de fractura –igual que en Catalunya-; pero ahora tienen una posible solución política encima de la mesa –que Catalunya no tiene-, y además han tenido la posibilidad de votar –cosa que Catalunya no tiene, porque “los españoles” no les dejamos–.
La lección política es que los problemas no se resuelven solos. El problema catalán no se resolverá con “mano dura” e imposición legislativa.
Ana Noguera