Esquí y golf en el desierto, o cómo suicidarnos más deprisa
Un estudio apunta que estamos más cerca de rebasar algunos de los puntos de no retorno del clima. Mientras tanto, hay proyectos para celebrar competiciones de deportes de invierno en zonas desérticas
Una maravilla de la ingeniería. Una obra tecnológica faraónica. Y un crimen contra la humanidad. Todo eso y más será Trojena, la superestación de esquí que se proyecta construir en Arabia Saudí y que albergará, si no lo evitamos, los Juegos Asiáticos de Invierno de 2029.
Hace apenas un mes se hizo público un estudio, realizado por científicos de prestigio, sobre los puntos climáticos de no retorno. La conclusión del trabajo es que estamos más cerca de lo que se creía de rebasar algunos de ellos, a partir de los cuales elementos clave del clima de la Tierra –la capa de hielo de Groenlandia, las barreras de coral, etc.– entrarían en una espiral de desequilibrio irreversible. Además, rebasar uno de estos puntos sería perjudicial para el resto de subsistemas clave, provocando un efecto cascada que desestabilizaría el conjunto. Esto es debido a los temidos feedback loops o bucles de realimentación. Es lo mismo que le ocurre a un cuerpo si le falla un órgano clave, el resto se resiente y sufre.
Ya podemos asegurar que seis de los dieciséis órganos clave para la estabilidad climática identificados por los científicos están en riesgo. Rebasar el punto de no retorno global –cercano a los 2º C de aumento de temperatura respecto a la época preindustrial– supondría perder la estabilidad climática para siempre. Las consecuencias de que esto suceda son incalculables y terroríficas. Y cualquiera que crea que mantenerse por debajo de 1,5º C es aún posible, se está autoengañando. El tiempo para reaccionar se acaba.
¿Cómo pueden coexistir en el mismo universo –más aún uno en el que habita una especie que se autodenomina sapiens– estas dos historias, la de la peligrosa situación del clima y la de las pistas de esquí en el desierto? ¿Cómo puede saberse tanto sobre el delicado equilibrio que hace posible la vida y a la vez respetarse tan poco? Estamos ante la psicosis como normalidad, que desmenuzó con precisión el filósofo Jorge Riechmann en el epílogo de El otoño de la civilización.
La noticia sobre el proyecto de las pistas de deportes de invierno en el desierto saudí ha levantado una polémica mundial y muchas voces se están alzando para condenar la enorme estupidez –en el mejor de los casos– que representa. Sin embargo, la repercusión real de esa información está siendo escasa para la gravedad de la situación. Cabría esperar que al Consejo Olímpico de Asia –ese mismo continente que ha tenido recientemente un tercio de Pakistán bajo el agua– le estuvieran lloviendo las quejas; a las empresas implicadas en este proyecto, las demandas civiles y las amenazas de boicot popular. No podemos permitir que este tipo de iniciativas sigan adelante o serán el epílogo de nuestra civilización.
¿Qué imagen estamos mandando a la sociedad a la que le pedimos que reduzca su huella y su consumo? Una muy poco seria, una en la que los multimillonarios podrán seguir viviendo como dioses, una en la que no merece la pena preocuparse porque si todo fuera tan grave, algo estarían haciendo los organismos oficiales.
Hay otros muchos ejemplos de proyectos insostenibles que merecen la misma categoría, como por ejemplo los campos de golf en zonas de estrés hídrico y riesgo de desertificación. Y son otro ejemplo de la insuficiencia de la acción individual. Tú puedes no jugar a meter la bola en el agujero, pero eso no cerrará el campo. No tiene ningún sentido regar campos de golf en países con sequías recurrentes, como tampoco lo tiene pretender esquiar en pleno desierto. Por eso las acciones de desobediencia civil pueden ayudar a visibilizar las contradicciones de este tipo de proyectos y dificultar su supervivencia.
También por eso el colectivo Rebelión o Extinción ha decidido –con nocturnidad y alevosía– sellar con cemento tres hoyos de un campo de golf en Madrid, donde se celebra el torneo europeo Open de España, para denunciar el despilfarro de agua en un lugar tan amenazado por las sequías. El colectivo pide votar la prohibición del golf en España, un deporte que disfruta solo el 0,6% de la población, pero cuyo coste hídrico es muy elevado.
Solo la contestación organizada puede poner freno a un sistema cuyas inercias se están acelerando. Solo paralizando proyectos como estos, con un alto valor simbólico, se puede lograr un punto de inflexión social positivo. Algo imprescindible para activar a la población y vencer a las inercias que nos están condenando al desastre.
De aquí a 2029 hay tiempo para que, entre todos, logremos que la mayoría de la sociedad vea ese proyecto como la abominación irresponsable y suicida que es, y evitemos que se lleve a cabo. Si no podemos hacerlo, consigamos, al menos, que no se puedan celebrar los Juegos allí.
Juan Bordera
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