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Exijamos la antigua normalidad

Nos tienen hastiados con un rosario de «mantras1» que repiten incansables, no para invocar a alguna divinidad o como apoyo a la meditación, sino para que los poderosos continúen siéndolo.

Sus eslóganes

¿Quién no ha oído «la deuda pública es un peligro para las generaciones futuras», «el libre comercio beneficia a todos», «si no defendemos el libre intercambio2 terminaremos como Cuba, Venezuela o Corea del Norte3»?

¿De dónde proceden? De una restringida élite política, mediática e intelectual que los quiere imponer a la mayoría de la población.

La gravedad de tal táctica es doble. Per un lado, han conseguido «marcarlos tan a fuego» sobre nuestros «lomos cerebrales» que ni siquiera nos planteamos debatirlos. Por el otro, quienes más padecen sus efectos son quienes más votan a los que los propagan, con lo cual potencian todavía más que se lleven a la práctica.

Nos privan de la antigua normalidad

Hace unas décadas consistía en un trabajo digno, un alojamiento apropiado, cuidar de nosotros mismos, alimentarnos adecuadamente, tener vacaciones reparadoras, vivir en un medio ambiente saludable y recibir una pensión de jubilación digna.

En la actualidad y desde el «palco», los ideólogos de la ética librecambista y los grandes grupos a los que representan limitan los derechos de los trabajadores con la justificación de que les impiden contratar a más gente, restringen los servicios públicos porque hay que pagar la deuda pública, «se pasan por el forro» las normas sanitarias y medioambientales que deberían acatar y escatiman pensiones dignas a la edad que toca porque es un lujo que solo merecen los CEOs y los rentistas…

Hay que revertir la influencia de sus eslóganes

Porque el 99% de la ciudadanía planetaria ha perdido sus derechos por culpa de un 1%?

No obstante, los primeros «culpables» de no conseguir esa reversión somos nosotros mismos, porque no nos atrevemos a exigir un aumento de salario, el pago de horas extras, la reducción de horas semanales de trabajo, el derecho a una proporción vacacional conveniente, una revalorización de pensiones de jubilación, más guarderías, un mejor sistema sanitario y servicios públicos eficaces.

En realidad, factores propios de una mejor calidad de vida, pero mal vistos por quienes mandan, que los rechazan porque, según ellos, se salen de los límites de lo posible si queremos crecer4. Con todo, en el pasado, dichos límites eran mucho más amplios. ¿Por qué, pues, se han restringido tanto? y ¿quiénes tienen interés en que así sea? Indudablemente, quienes se benefician de que dicho marco sea tan estrecho y sus «acólitos5», economistas que elaboran constructos6 que defienden ese estrechamiento de límites.

La ciencia económica ni es exacta ni neutral

Así nos lo ha mostrado la historia multitud de veces; también que se ha equivocado mucho más de lo aceptable.

Por lo que respecta a su «exactitud», ¿se nos ha olvidado que la grave crisis de 2007 fue consecuencia de la aceptación unánime de lo que los «gurús» económicos consideraban acerca de la eficacia y autorregulación de los mercados financieros?

En cuanto a su «neutralidad», el gran éxito de los economistas liberales ha sido hacernos creer que la economía no forma parte de ninguna ideología, cuando se trata de una relación de fuerzas por medios indirectos.

¿A quién beneficia la economía liberal?

Al puñado que se come el trozo más grande de la pizza.

¿Quién no ha escuchado que «los que triunfan» —traducción de «querer es poder»— es porque se lo merecen? Lo cual significa   aceptar reducciones de impuestos que solo benefician a quienes más han triunfado o han heredado de los triunfadores.

Descubramos la verdad

Que el desempleo, por ejemplo, no es consecuencia de quienes piden empleo, sino de las políticas económicas vigentes, que han sustituido el beneficio por las rentas.

Nuestra actuación debería centrarse en exigir a quienes nos gobiernan que regulen la situación a favor de la ciudadanía que les vota y no a ese 1% que los mantiene, entre otras cosas, mediante el pago de sus campañas políticas para que les voten quienes no son defendidos por ellos.

Tampoco podemos aceptar que la flexibilidad laboral7 es la solución cuando, dentro de la Comunidad Europea (CE), Alemania ha sido el país que menos reformas laborales ha llevado a cabo y la que tiene la tasa de desempleo más baja. Ni que el Estado de bienestar contribuye al crecimiento económico —aunque el cambio climático nos debe conducir a una política decrecentista para sobrevivir— y aminora las desigualdades.

No olvidemos tampoco que quienes quieren reducir el gasto público pretenden ofrecer el «pastel público» al sector privado.

En cuanto a la deuda pública, en otras épocas fue muy elevada, pero nadie pareció preocupado por ello y, realmente, no incidió negativamente en el Estado de bienestar. Sin embargo, la deuda privada fue una de las responsables de la crisis de 2007 y su aumento actual prevé una crisis mucho peor que aquella.

Por lo que respecta al cambio climático, quienes lo aceleran solo están interesados en proteger los intereses financieros de una élite y, entre otros, los Tratados de Libre Comercio Internacional. Por su parte, nuestros Gobiernos, sean de la corriente ideológica que sea, parecen poco dispuestos a proteger los intereses de la ciudadanía, pero sí mucho más la de los grupos rentistas y productivos.

Tampoco deberíamos olvidar que los defensores a ultranza del libre intercambio surgieron y crecieron bajo el paraguas del proteccionismo (y sobrevivieron gracias al apoyo de movimientos proteccionistas como el «New Deal» tras la crisis financiera de 1929).

Entonces, ¿quiénes defienden el libre intercambio? —las empresas multinacionales y el Fondo Monetario Internacional (FMI)— y ¿se aplica igual el libre intercambio en todo el planeta? No, ya que la globalización no se siente atraída por los países pobres…

El pronóstico, si no actuamos, es desalentador. Bien a causa del cambio climático, de una política neoliberal egoísta por naturaleza o de una estructura rentista que no produce pero que vive «vampíricamente» de los vasallos en que nos hemos convertido.

¿Estamos condenados la mayoría de habitantes del planeta a vivir en la miseria? ¿Y si nos atreviésemos a invertir la situación?

1En el hinduismo y el budismo, sílabas, palabras o frases sagradas, generalmente en sánscrito, que se recitan durante el culto para invocar a la divinidad o como apoyo de la meditación (RAE).
2La estructura económica de los que mandan…
3Ya no se atreven a decir «como China».
4Supongo que se refieren a crecer ellos…
5En sentido figurado, personas que siguen a otra u otras, con una actitud de dependencia y subordinación (RAE).
6Construcciones teóricas para comprender un sistema determinado.
7Anteponer los intereses de la empresa a los del asalariado.

Pepa Úbeda

  1. Diego-Buenaventura Escrivá Says:

    El sistema es capitalista, o sea, salvese quien pueda o no haber nacido pobre y trabajadora. Tiene lo que te mereces.

  2. Rosa Kochubey Says:

    Estoy tan de acuerdo on lo expuesto por Pepa Ubeda. Preocupa la derechizacion de los gobiernos europeos y no sin apoyo de las masas trabajadoras. Cada vez
    Nuestro ritmo de vida recuerda a Antigua Roma. Pan y circo.

  3. Rosa Kochubey Says:

    Estoy completamente de acuerdo con la reflexión de Pepa Ubeda. La derechizacion de los gobiernos europeos asustan. Y no sin apoyo de las masas trabajadoras las que votan a la derecha. Nos estamos convirtiendo en Roma Antigua. Pan y circo. No obstante te hay una importante parte de la población que no estamos de acuerdo de este rumbo peligroso. Gracias, Pepa por llamar nuestra atención una y otra vez.

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