Filántropos
En situaciones como la actual surgen multitud de acciones solidarias de todo tipo. Los vecinos, la señora del estanco, el conductor del autobús, el conserje del cole de tus hijos, se destapan sorprendiéndonos con generosas actitudes, algunas de ellas muy meritorias. La gente sencilla, cuando la situación lo exige, son personas con mucha capacidad y espíritu de sacrificio.
Dentro de esta regla podemos incluir a aquellos que, por ser muy ricos, toman iniciativas millonarias para paliar algunos de los urgentes problemas que aquejan a nuestra sociedad en un momento determinado. Es el caso ahora, entre otros, de un señor de los más ricos del mundo: Amancio Ortega. Parece ser que ha puesto su capacidad industrial y su logística al servicio de la sanidad, parece que ha decidido ayudar a su país en estos difíciles momentos del mejor modo posible, socorriendo a sus gentes cuando más sufren y padecen.
Es de alabar que estas personas, ya que pueden, colaboren con el pueblo cuando más se les necesita. Y veo normal darles las gracias por ello. No dudo que estarán actuando con el mejor de los propósitos y buena fe, no lo dudo. Ahora bien, ellos mejor que nadie saben que lo que están dando no es más que una pequeña parte, unas migajas, de lo que nos deben a todos, porque no podemos olvidar que llevan toda su vida sin aportar a las arcas públicas lo que deberían. No olvidemos que, por otra parte, la deslocalización de sus empresas facilita la sobreexplotación de sus trabajadores y, además, los “sabios” desvíos de “sus” beneficios a paraísos fiscales.
Los currantes pagamos en impuestos directos un porcentaje de cuatro a seis veces más que ellos (solo pagan un 5 o un 6 % de aquello que declaran) Somos nosotros los que de verdad sostenemos las arcas públicas, el dinero que el Estado necesita para mantener los gastos generales del país, los impuestos indirectos, (el IVA y otros) aportaciones cuya inmensa mayoría sale de los bolsillos del pueblo llano a través del consumo.
Todo esto viene a cuento porque circula por ahí una petición pidiendo firmas para solicitar al Ayuntamiento de Valencia que le pongan el nombre de Amancio Ortega a una calle. Los peticionarios presentan a ese señor como si fuese un filántropo. Sería el colmo, que, con el dinero que este individuo, y otros, “legalmente” nos roban y nos deben, seamos aún tan panolis como para llenar de firmas ese tipo de peticiones.
Los promotores de esa memez nos toman por idiotas. Dichos promotores ni son inocentes ni ocultan su mala baba, pues piden, “de paso”, (¡ojo!) que se le de ese nombre a la actual calle Cataluña. Sin comentarios.
Miguel Álvarez