Fresquito
En la tierra de Hispania en que yo nací (una confluencia de dos pequeños ríos, próxima al acantonamiento de la VII Legión Gemina Pia Felix), mucha gente llama fresco a esto que estamos viviendo ahora. No frío: fresco. Y los más bravos, fresquito. Jamás le dio nadie la menor importancia porque todo el mundo sabe, desde la infancia, que en invierno hace frío y en verano hace calor. Yo recuerdo a los niños caminar hacia la escuela, por las mañanas, hundiendo los zapatos sobre medio metro de nieve, por las calles del centro. Iban todos en pantalón corto y llevaban la cabeza cubierta con una extraña prenda, generalmente tejida por sus madres, que se llamaba pasamontañas. O también verdugo. Se producían algunos sabañones pero jamás murió ninguno, que yo sepa.
Anteayer mismo, el telediario vespertino de la cadena pública ha dedicado no menos de 35 minutos a informar a los ciudadanos de que hace frío. En unos sitios más y en otros menos, pero frío. Y también alertaban de que hay nieve. Aparecía un paisano de noche, en una calle de Lugo, abrigado como un guerrero germano y agarrado a un micrófono, y explicaba a la cámara, con la voz de quien se encuentra al borde mismo del colapso por congelación, que en Lugo hacía frío y nevaba. Una chiquita embozada hasta los ojos hacía otro tanto desde una esquina de Segovia. Temblaba con tal convicción, y su voz era tan quebradiza, que lo único que uno echaba de menos era ver, al fondo de la imagen, a los elefantes de Aníbal camino de los Alpes en pleno invierno. La locutora, desde el estudio, informaba de que el valle de Somiedo estaba aislado por la nevada, lo mismo que muchos pueblos más de las montañas de Asturias y León. Constantes imágenes de máquinas apartando la nieve de las calzadas. Desolación y pánico porque en el Pirineo de Huesca están a -10º. Un ministro muy despeinado, con profundas ojeras –efecto, sin duda, de la angustia humanitaria–, que pedía perdón, perdón, perdón a los turistas que hayan podido adentrarse con el coche por las montañas, en uso de su legítimo derecho a la libre circulación, y que puedan tener problemas por el hielo que el Estado no ha corrido a quitar antes de que ellos pasasen. Así treinta y cinco minutos.
Yo me imagino a los parroquianos del café-bar Picos de Europa, en Posada de Valdeón, o a los de Sotres, o a los de Bulnes, viendo ese telediario junto al fuego y con una cerveza en la mano. Y con una inevitable cara de cachondeo. ¿Que Somiedo está aislado por la nieve? Coño, ¿y qué esperaban? Pasa casi todos los años. La noticia sería que anduviese la gente por la calle en manga corta. ¿Que en Jaca están pasando mucho frío? ¿Y en Ávila también? Pues eso se llama invierno, no cambio crismático,como ha llegado a decir algún periodista, supongo que muy piadoso. Una periodista de ese mismo telediario ponía gesto de pánico cuando un paisanín del pueblo, al que filmaban mientras llevaba tochos de madera desde el cobertizo al interior de la casa, le explicaba que esa leña la cortan en otoño para usarla ahora, cuando hace frío. Pobre mujer. Ella esperaba que aquel señor le dijese que en su casa estaban todos al borde de la muerte, y que habían tenido que recoger de la calle a seis pingüinos y dos osos polares para que no pereciesen helados. Es decir, esperaba que el señorín le diese una noticia. Pero no. Le explicó una realidad que en su pueblo se vive y se repite desde hace seguramente siglos.
En Alemania están a punto de recortar de una manera espantosa las ayudas a los inmigrantes, pero la noticia, para el telediario, era que en El Roque de los Muchachos (observatorio astronómico que está a casi 2.500 metros de altitud) los telescopios funcionan mal porque el hielo atasca las bisagras. Los partidos de Rivera y de Mariano están a dos minutos de una pelea de gallos, y Wall Street parece estar sufriendo un terremoto cuyas consecuencias no tardarán en sentirse bajo nuestras sillas, pero lo que importa es que en San Martín del Pimpollar, en la sierra de Gredos, cuelgan de las tejas unos carámbanos como de medio metro: un horror.
–Señor caballo: este invierno está haciendo mucho más frío que en otros.
–Eso se lo parece a usted. Lo mismo dirá del calor en agosto.
–Lo dice la televisión. No se habla de otra cosa.
–No hablan de otra cosa en la televisión. Usted y yo deberíamos tener preocupaciones algo más enjundiosas.
–¡En Morella, provincia de Castellón, tienen veinte centímetros de nieve!
–No me diga. No me diga. Qué espanto, veinte centímetros, esto es el acabóse. No podrán sobrevivir, algo habrá que hacer, ¿verdausté?
No recuerdo la última vez que el telediario dedicó más de media hora a una sola noticia. Quizá cuando abdicó el Rey Juan Carlos, quizá en alguna de las andanzas de Puigdemont. Pero cuando el telediario dedica más de media hora a informar, en tono apocalíptico, de que nieva y hace frío; y estamos en pleno invierno y no a mediados de julio, una de dos: o nos toman por tontos, o es que vivimos en un mundo muy cercano a la felicidad.
Logran que se nos ponga, eso sí, cara de susto. Pero ya decía mi buen amigo Séneca que mostrarse asustado sin motivo es dar a conocer que se tiene razón de temer.
Incitatvs
Artículo publicado en VozPopuli