Hay quien no quiere salvar el planeta
El cambio climático es una evidencia y el hombre, el principal responsable. Lo dicen nada más y nada menos que el 97% de los artículos científicos publicados desde 1991. Y lo confirma el informe que elaboró en 2014 el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas, compuesto por 830 reputados científicos de todo el mundo. Ante el peso de tanta evidencia, ¿quiénes y por qué niegan el cambio climático?
El libro de la periodista e investigadora canadiense Naomi Klein Esto lo cambia todo: el capitalismo contra el clima comienza con una confesión: «Yo misma negué el cambio climático durante más tiempo del que me gustaría admitir. Sabía que estaba pasando pero no tenía más que una idea muy aproximada y apenas leía en diagonal las noticias que más miedo me daban. Muchos de nosotros practicamos esta especie de negación del cambio climático. Nos fijamos un instante y luego miramos para otro lado. Pero ahora sabemos que, si seguimos la tendencia actual de dejar que las emisiones crezcan año tras año, el cambio climático lo transformará todo. Grandes ciudades terminarán probablemente ahogadas bajo el agua, culturas antiguas serán tragadas por el mar y nuestros hijos pasarán gran parte de sus vidas huyendo de violentos temporales y sequías extremas. Y no tenemos que mover ni un dedo para que ese futuro se haga realidad, basta con que no cambiemos nada».
Pero los negacionistas del cambio climático –que prefieren autodenominarse escépticos– siguen haciendo ruido. El perfil se ajusta con la figura masculina de ideología conservadora y, ya sea desde el poder político o económico, hay algo que todos ellos tienen en común: cierta socarronería en sus declaraciones.
En Estados Unidos se encuentran algunos de los negacionistas más célebres y mediáticos. Son ultraconservadores, simpatizan con el Tea Party y defienden sin pudor la versión más salvaje del capitalismo. Más allá del presidente Barack Obama, que a pesar de las dificultades parece dispuesto a dejar un legado medioambiental progresista, su último e inesperado enemigo es el Papa Francisco, que tras la publicación de su Encíclica Laudato Si ha situado el calentamiento global entre las máximas prioridades del Vaticano. Jeb Bush, uno de los aspirantes republicanos con más posibilidades de ser candidato a la Casa Blanca, declaró: «Es una arrogancia sostener que existe una ciencia exacta en relación al cambio climático. No dejaré que me dicten la política económica ni mis obispos ni mis cardenales ni mi Papa».
Quizá una de las claves para entender las impugnaciones hacia la evidencia científica la encontremos en el estudio que publicó en 2013 el profesor Robert Brulle, de la Universidad de Drexel, en el que identifica un muy bien organizado movimiento de negación: según sus investigaciones, 140 entidades realizaron 5.299 donaciones por un total de 558 millones de dólares a 91 organizaciones escépticas vinculadas con grupos conservadores entre 2003 y 2010. Entre los donantes se encuentra la petrolera Exxon, junto con otras corporaciones y entidades «sin ánimo de lucro» como la Searle Freedom Trust Foundation, la John William Pope Foundation o la Howard Charitable Foundation. «El dinero amplifica ciertas voces por encima de otras y, de hecho, les da un megáfono en la plaza pública. Los financistas poderosos están apoyando la campaña para negar los hallazgos científicos sobre el calentamiento global y plantear dudas públicas sobre las raíces y los remedios de esta masiva amenaza global», explicaba el autor.
«Ciencia basura»
De la bancada republicana también destaca, por méritos propios, el presidente del Comité Medioambiental del Senado, Jim Inhofe, que ocupó hace unos meses los titulares de la prensa por presentarse con una bola de nieve en la Cámara como prueba de que el cambio climático es un fraude:«Como ven, lo cierto es que sigue nevando ahí fuera, por lo que el calentamiento global es en realidad una farsa». Durante superformance invitó al Papa a «preocuparse de sus propios asuntos». Para entender a los negacionistas de Estados Unidos quizá haya que remontarse al debate presidencial republicano de 2011 en el que Rick Perry, gobernador de Texas entre 2000 y 2015, declaró que «la idea de poner en riesgo la economía de América basándose en teorías científicas me parece realmente una tontería».
Los negacionistas también encuentran un campo de abono en medios de comunicación como la Fox. Tras la Encíclica del Papa Francisco, el tertuliano satírico Greg Gutfeld declaró en esta cadena que a Bergoglio «le faltan unas rastas y un perro con un pañuelo para unirse al movimiento Occupy Wall Street». «No quiere ser un Papa abuelo, quiere ser un Papa moderno», añadió. En 2011, el ex candidato presidencial Rick Santorum decía en una tertulia de Fox News: «No hay tal cosa de calentamiento global. Solo es una excusa para más control gubernamental de tu vida y nunca he estado a favor de ningún plan ni aceptado la ciencia basura que hay detrás de toda esa narrativa».
El empresario multimillonario Donald Trump, también candidato a las primarias republicanas de 2016, ondea desde hace tiempo la bandera negacionista. Trump no solo tacha de «engaño» el cambio climático sino que sostiene se trata de un concepto «creado por y para los chinos para hacer que el sector manufacturero estadounidense pierda competitividad». Durante la ola de frío que se produjo a principios del 2014 en Estados Unidos, tuiteó: «Esta m… del calentamiento global sobrevalorado tiene que parar. Nuestro planeta se está congelando, récord de temperaturas bajas y nuestros científicos del CG (calentamiento global) están atrapados en el hielo».
Esas «máquinas horrendas»
Cruzando el Atlántico hasta la costa escocesa encontramos un resort de lujo en las cercanías de Aberdeen, que casualmente es propiedad de Trump. El magnate, al que no agradan los molinos de viento que se divisan desde el complejo, ha ofrecido 12 millones de euros para sufragar la campaña de los tories británicos contra esas «máquinas horrendas». El príncipe Carlos y Felipe de Edimburgo han preferido referirse a las turbinas como «esos manchones que afean la campiña inglesa». Sus medios aliados son tabloides de ideología conservadora como el Daily Telegraph o el Daily Mail. Este último publicaba en 2013 la conclusión de un estudio que defendía que la capa de hielo del Ártico en realidad había aumentado un 29% respecto al año anterior: «Llega el enfriamiento global», titulaba. Nigel Farage, líder del UKIP británico –un partido populista conocido por su antieuropeísmo y su propaganda xenófoba– también cuestiona el cambio climático y afirma que «la energía eólica es inútil». El programa de su partido incluye la retirada de todas las ayudas medioambientales.
Quien tampoco se podía perder esta fiesta era el ex primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, que ha cuestionado la idoneidad del liderazgo de Europa en la lucha contra el cambio climático. «Es absurdo hablar de emisiones cuando hay una crisis en estos momentos. Hoy me toca hacer de malo y convertirme así en el más antieuropeísta de todos. Me parece exagerado que Europa quiera convertirse en el estandarte de la batalla sobre el clima», dijo Berlusconi en una sesión de la Comisión en la que escenificó su oposición al plan ambiental de la Unión Europea 20-20-20, ya que a su juicio se trataba de «una obra quijotesca».
También los signos negacionistas articulan las páginas del libro Planeta azul (no verde), del ex presidente de la República Checa Vaclav Klaus: «La teoría del calentamiento global y la hipótesis sobre sus causas, masivamente difundida hoy en día, puede que sea una teoría mala, puede también que sea una teoría sin valor, pero en todo caso es una teoría muy peligrosa», escribe, y se refiere al cambio climático como «la última moda de los ecologistas».
Si por algo dio que hablar en España la obra de Klaus fue por su sello editorial, Gota a Gota, propiedad de FAES (Fundación para el Análisis y Estudios Sociales). Su presidente, el ex mandatario español José María Aznar, manifestó durante la presentación del libro: «Poco tienen que ver con la ciencia buena parte de los apocalípticos climáticos. Lo suyo se parece más bien a una nueva religión que condena a la hoguera en la plaza pública a aquellos que osen poner en cuestión sus tesis». Y denunció que la comunidad internacional no prestase atención a otros asuntos más preocupantes que «el aumento en unos grados de la temperatura global». Aun así, el Partido Popular tardó 24 horas en desmarcarse de las declaraciones de Aznar: «La opinión del señor Aznar es muy respetable, pero no es la del partido», aseveró la entonces portavoz de Medio Ambiente del Partido Popular en el Congreso, María Teresa de Lara.
Sin la contundencia de Aznar, Mariano Rajoy restó importancia al cambio climático cuando era líder de la oposición en 2007, aludiendo a un primo suyo, catedrático de Física de la Universidad de Sevilla. «Yo de este asunto sé poco, pero mi primo supongo que sabrá. Y entonces dijo: ‘Oiga, he traído aquí a diez de los más importantes científicos del mundo y ninguno me ha garantizado el tiempo que iba a hacer mañana en Sevilla’. ¿Cómo alguien puede decir lo que va a pasar en el mundo dentro de 300 años?», se preguntó. Por ello, continuó, no podemos convertir esta cuestión «en el gran problema mundial». En 2012,Rafael Hernando, portavoz del Grupo Parlamentario Popular, se sumó al grupo de los negacionistas. «A mí me gustaría que alguien me hablara y predijera los efectos del cambio climático alguna vez», afirmó tras comparar la subida del nivel del mar con la profecía maya del fin del mundo.
Entre el 16 y el 18 de mayo de 2009 tuvo lugar una conferencia organizada por The Heartland Institute en colaboración con el Instituto Juan de Mariana (una entidad española que se define en su página web como «un foro liberal de referencia»), donde se congregaron algunos de los científicos y analistas escépticos más reputados con un objetivo común: advertir contra el catastrofismo en torno a los efectos del cambio climático. «Salvemos al planeta del movimiento ecologista», llegó a decir Vaclav Klaus, allí presente, antes de centrar su intervención en el coste económico de la defensa del medio ambiente.
Conflicto de intereses
Entre los ponentes también se encontraba el físico solar y profesor deHarvard Wei-Hock Willie Soon, uno de los negacionistas más célebres y al que siempre ha acompañado cierta aura de distinguido académico. Hace unos meses, sin embargo, un trabajo de investigación deThe Guardian dio a conocer que Soon recibía importantes donativos de las tres principales petroleras norteamericanas: Exxon, Koch y el American Petroleum Institute, de las que habría cobrado más de un millón de dólares en los últimos años. El mismo trabajo de investigación del rotativo inglés también señalaba al senador Jim Inhofe –el mismo que se presentó en el Senado con una bola de nieve– como receptor de cuantiosos donativos: casi dos millones de dólares procedentes de la empresa BP para financiar su campaña.
Tras las revelaciones de The Guardian quizá sea más fácil entender la sinrazón de algunas voces frente al peso de la comunidad científica. ¿Habría Inhofe realizado afirmaciones tales como que «atribuir a la actividad humana la capacidad de cambiar lo que ha sido creado por Dios es una arrogancia»? ¿Habría publicado libros tan disparatados como Cambio climático: la estafa más grande si la petrolera BP no hubiese financiado su actividad política?
Luis M García
Artículo publicado en Ethic.