Homenaje a Vicente Muñiz Campos
HOMENAJE A VICENTE MUÑIZ CAMPOS
UNIVERSITAT DE VALENCIA
80º ANIVERSARIO FINAL DE LA GUERRA CIVIL 1939/2019
Evocar a Vicente Muñiz Campos sería hablar de una buena persona, un buen marido (“Era muy educado y cariñoso” en palabras de su mujer Lola), un buen padre (“Estoy orgulloso de que haya sido mi padre” según su hijo José Vicente), un trabajador serio y cumplidor en su empresa AHV (Riguroso en su cometido, con deseo de formarse, pero no estirachaquetas ni codicioso por el dinero), un amigo sincero, un hermano constante,…., pero como hijo lo amputaron. Y ahí es donde viene el drama de su vida. Con 6 años de edad, y cuatro y medio su hermano, les dejaron huérfanos de madre y padre, al fusilar los vencedores de la guerra civil a ambos en abril de 1941.
Esa marca indeleble al arrebatarles cruelmente a sus padres, creemos que fue el motor, o la obsesión, que siempre alimentó el tesón indesmayable de Vicente en la recuperación de la memoria de sus progenitores. Hemos de pensar en unos niños que deben pasar al Orfanato de Campanar (Valencia), por la extrema pobreza de sus familiares, sólo su tío Emilio Campos podía atenderlos los meses de verano en su casa de Puerto Sagunto. Los interminables días y las noches viviendo sometidos, como “hijos de rojos”, a aquellas monjas guardianas. Sin poder ser acostados ni cuidados por sus padres en la enfermedad, alimentados, paseados de la mano, contándoles cuentos, cercenados de cuajo del amor de los padres a esa edad tan temprana. Todas esas circunstancias tan terribles, grabadas para siempre en su cuerpo y en su mente, no consiguieron sin embargo impedir que fuera un hombre bueno y honesto. Pero también valiente, no amedrentado.
Nos emociona su valor cuando, en su lucha jurídica reivindicando a sus padres, y una vez obtenida la Amnistía de ambos el 18 agosto 1995, señala y corrige en su escrito dirigido a la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo al decirles:
“El Fiscal jurídico militar del Tribunal Militar Territorial 1º sólo tiene en cuenta el delito de Adhesión a la Rebelión, pero se equivoca de bando, porque no fueron los republicanos los que se sublevaron sino los rebeldes acaudillados por Franco, los cuales se alzaron en armas contra el Gobierno de la República legalmente reconocido tanto en el interior de España como en el extranjero.”
Cabría preguntarse aún si, al condenar a los padres, aquellos tribunales franquistas estaban condenando también a los niños Muñiz Campos.
Ahora, para orientar las palabras y controlar la melancolía de los recuerdos, transcribimos el escrito con el que, a modo de plegaria cívica, despedimos a Vicente en su funeral el pasado 24 de enero.
QUE NO SUPRIMAN LA TERNURA
A la memoria de Vicente Muñiz Campos
“El dolor y su manto
vienen una vez más a nuestro encuentro”
Miguel Hernández.
Sí, es cierto. La muerte, esa última compañera de la vida, nos volvió a visitar en su eterno e inacabable viaje. Pero, cuando ayer se presentó en casa de Vicente Muñiz, tuvo, obligadamente, que esperar. Lo que allí se encontró, la paralizó, se quedó sin argumentos en esos instantes. Era una escena de cariño sublime. Mientras Vicente iba cediendo sus ya escasas y finales fuerzas, su mujer, Lola, le refrescaba y limpiaba entrañablemente el rostro. Le recortaba las uñas de los dedos de las manos y se las limaba. Luego tomó Lola suavemente esas manos entre las suyas, y así los halló la muerte, y por ello hubo de detenerse en esos momentos y respetar la ternura que despedía ese compañerismo de más de sesenta años.
Sí, es cierto. Se acaba de marchar Vicente Muñiz. Y, sin embargo, sigue, seguirá con nosotros. Su tenacidad en rescatar la dignidad y el nombre de sus padres, que algunos pretendieron mancillar en aquellos tiempos de infamia que mejor fuera nunca hubieran existido. Ese coraje y esa constancia personales de Vicente para recorrer paso por paso, sin eludir ninguna puerta ni pasillo, para saber la verdad y luego más tarde reclamar una justa reparación moral por la ofensa recibida. Eso, no lo podremos extraviar en nuestra memoria. Esa templanza, esa desazón contenida, de Vicente en sus investigaciones para recuperar a sus padres, serán inolvidables, deben de serlo, para todos nosotros. De ello estamos hechos. No nos confundamos, no somos solamente agua y carbono y otros elementos químicos, en realidad, lo que subyace, la materia prima que nos modela y hace crecer y vivir es el afecto.
Ya lo dejó escrito John Berger:
“En la vida de los pobres casi todo son penurias, interrumpidas por momentos de iluminación… Los momentos de iluminación arriban mediante la ternura y el amor: el consuelo de ser reconocidos, necesitados y abrazados por ser lo que repentinamente uno es”.
En realidad, ese era el hilo de cariño que ya había recogido Vicente en su primera infancia, y ni los infaustos tiempos recluidos, su hermano menor y él, en el orfanato de Francisco Javier de Campanar en Valencia, pudieron arrebatarle. Bendita memoria y bendita pasión las suyas.
Lo hemos dicho en otro lugar, y, hoy, permítanme que lo recordemos de nuevo aquí.
Eran los días finales de marzo o principios de abril de 1941, hacía ya dos años que decían que había terminado la guerra civil. Dos niños, los hermanos Vicente y Pepe Muñiz Campos son llevados a la prisión de Valencia, van a visitar a su padre. Sería más ajustado decir que se van a despedir de él, aunque ellos no lo sepan. Su padre, Amando Muñiz, y su madre, Águeda Campos, han sido condenados a muerte en consejo de guerra. Su delito dicen que fue de adhesión a la rebelión. Fueron conserjes de la casa sede del POUM en Valencia. Y los dos han recibido la misma sentencia: Pena de Muerte, confirmada en ambos casos por el Jefe del nuevo Estado.
Al llegar a la entrada de la cárcel, los niños, Vicente, de 6 años, y su hermano menor Pepe, miran y ven una multitud de hombres que llenan aquellos espacios. Ya están dentro de la prisión, pero no ven a su padre entre tamaño gentío. Entonces aparecen unas manos y unos brazos, unas manos suaves y cariñosas y unos brazos fuertes. Toman a Vicente y lo elevan por encima de las cabezas de todos los hombres y desde allí arriba otras manos y otros brazos, también con cariño y también con fortaleza, se encargan de irlo pasando sobre un mar de cabezas. Construyen un camino de manos y brazos por donde se desliza el pequeño Vicente y así hasta llegar a depositarlo a la alejada zona donde está su padre. Se abrazan y es besado por su padre. Éste le regala un trozo pequeño de lápiz, ¡qué bonito es aquel lapicito! Luego otra vez a la pasarela de manos y brazos para volver a la entrada principal. Y a continuación recorrerá ese mismo camino su hermano Pepe.
Vicente y Pepe Muñiz Campos no volverán a ver nunca más a su padre. Amando y Águeda serían fusilados en Paterna el día 5 de abril de 1941, en ese cementerio reposan sus restos. Pero la fraternal ternura de aquellos presos, compañeros de su padre, no la olvidarán jamás.
Ahora, en estos momentos, a Lola, a sus hijos, nuestro cálido y gran abrazo, y nuestra gratitud por el privilegio de su amistad.
Y sí, es cierto. El sentimiento de cariño entrañable, a pesar de nuestro manto de dolor hoy, defendiendo la dignidad en la vida y la dignidad en la muerte, eso no nos lo deben enajenar. Siempre seremos seducidos por la bondad y la perseverancia de la sencillez. Que no nos supriman la ternura. Eso pedimos solamente.
Buenaventura Navarro
julio 6th, 2019 at 11:48 am
Tiempos de horror y espanto,tapias de cementerios acribilladas,ríos de sangre desbordados,gritos de terror al alba,silencios tras los cuerpos desplomados,críos condenados sumariamente a vivir sin la tutela y el amor de sus padres Cuanto desamparo cuando faltan las palabras capazes de sustituir tanto llanto.Sentencias a muerte ratificadas por el responsable de la España torturada, con el aliento incondicional y explicito de los jerarcas de la Iglesia
julio 9th, 2019 at 5:36 pm
Querido Buenaventura. Fui compañero de clase y me considero amigo de él, del nieto de Vicente Muñiz. En el colegio de Nuestra Señora de Begoña, los niños nos aprendíamos los nombres y apellidos de nuestros compañeros de carrerilla. José Vicente Muñiz Cayuela es mi amigo, y sabía de su abuelo por él y por las reivindicaciones de su padre, hijo a su vez del injustamente asesinado. He leído tu relato y me ha conmovido. Cuánta injusticia repartió ese Régimen infame y cuánta indefensión e indignación causó. No debemos ni podemos olvidar esas miserias. Estamos en tiempos en los que se pretende recuperar el horror. No lo consentiremos. Un abrazo. Fernando
julio 12th, 2019 at 6:34 pm
Conocí y trabajé con Muñiz en los años 50 en la antigua fundición de AHV y puedo dar fé de que se trataba de un buen compañero y una excelente persona.
Descanse en paz.
octubre 30th, 2021 at 4:20 pm
He sabido de la muerte de Vicente.Lo trate cuando estaba planteando el recurso de revisión por el asesinato de sus padres.Le preste mi cariño y mi apoyo.El me correspondió incluyendo en sus memorias Agua Limpia un artículo que yo acababa de publicar en El Periódico.Precisamente,ahora,se plantea,por fin,la anulación de las sentencias franquistas.Entre ellas se encuentra la que condenó a pena de muerte a sus padres.Tarde pero,finalmente,estimada Lola,la gran aspiracion de Vicente va a cumplirse.Mis afectuosos recuerdos y gratitud a la lucha y generosidad de Vicente.Carlos Jiménez Villarejo.