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José Lázaro – “Vidas y muertes de Luis Martín-Santos. Biografía”

“Vidas y muertes de Luis Martín-Santos. Biografía”

Autor: José Lázaro

Editorial: TusQuets. Año: 2009

Luis Martín-Santos fue un escritor nacido Larache en 1924 y muerto en accidente de carretera en 1964, con casi 40 años.

El autor de Tiempo de Silencio (1962) fue durante muchos años un desconocido para la mayoría del público. Tan solo los estudiosos, los críticos y los académicos se centraron en su novela, la cual fue motivo de investigación desde diversos ángulos. Es cierto que la obra revolucionó para su tiempo el tipo de literatura existente, y que la personalidad del autor quedó impregnando muchos aspectos del personaje principal y de la trama. No obstante, muchos de los datos del autor quedaron pendientes de análisis y de concreción. Esta biografía que recibió el premio Comillas en su XXI, viene a satisfacer muchas de la incógnitas y a abordar con cierto detalle, el análisis de la polifacética personalidad de Martín-Santos.

En este estudio, el autor desmenuza al personaje siguiendo sus diversas facetas mediante una prolija secuencia de documentos, historia oral, investigaciones y entrevistas a personajes que lo conocieron, tanto en su faceta profesional como psiquiatra, como en el contexto político y social en que se desarrollo su corta vida. Martín-Santos fue detenido varias veces por la policía política y llegó a ser miembro de la ejecutiva del PSOE en el interior del país, mientras la dirección del partido, bajo el mando de Rodolfo Llopis, permaneció en Toulouse desde 1946 hasta 1974.

Es considerable el acopio de pruebas aportadas por el autor y luego la presentación de sus contenidos e investigación, con anécdotas impagables que abonan la fuerte personalidad de Martin-Santos y que nos sitúan ante un personaje, inteligente, capaz en su profesión, lector empedernido y estudioso pero a la vez vitalista, irónico y existencialista. Con un fuerte don de gentes, y un físico atractivo, según los que le conocieron, fue todo un seductor para las mujeres, pero sin ostentación, y estuvo dotado de unas cualidades especiales para la política y para la docencia, facultad que no pudo desplegar al morir muy joven. Hijo de un médico militar franquista, su biografía en los años de la infancia y la juventud se desarrollan de acuerdo con los diferentes destinos de su padre, por eso nace en Larache, y luego se trasladarán a San Sebastián.

En ese tiempo sigue las pautas del status al que pertenece cursando una educación en un colegio religioso. Cuenta el escaso interés que tuvo en la infancia y adolescencia en ese tema y el ambiente agobiante que supuso en su devenir, faceta que abandonó en cuanto le fue posible. Descubrió pronto que no era creyente y que este asunto de vivir zambullido en una sociedad nacional-católica como en la que tuvo que moverse, le generaba agobio del que se sustraía con ironía y bien humor. Máxime como la vasca, de fuertes convicciones religiosas y nacionalistas. Algunas anécdotas de su vida en Donosti recoge el texto, algunas muy divertidas, con las gentes del nacionalismo vasco y con el nacional-catolicismo.

Realmente cuando empieza a desplegar su personalidad es cuando marcha a Madrid para completar los estudios de Medicina. Es en ese momento cuando trabaja en el CSIC como becario, escenario que le sirve para recrear el núcleo de su novela de “Tiempo de Silencio”. En ese tiempo se prepara para oposiciones. Comparte pensión con Carlos Castilla del Pino, rival de oposiciones, pero en el fondo amigo, según se recoge éste ultimo en “Pretérito imperfecto”. Fue el momento de viajar a Heidelberg, a estudiar la filosofía fenomenológica de Dilthey y Jaspers, y su influencia en el comportamiento humano, hecho que no le dejó indiferente y que influyó en sus trabajos como psiquiatra. Fruto de ese viaje y de esos estudios realizó una tesis doctoral sobre ambos autores y su influencia en la psiquiatría. Fue un análisis teórico sobre aspectos de psiquiatría desde un sustrato filosófico que pocos habían hecho.

En ese devenir acabó presentándose a oposiciones. Aunque discípulo de López Ibor, sus progresivas desavenencias con el régimen limitaron su capacidad para alcanzar un puesto. En una de ellas acabó entrando en la sala de sesiones esposado y supervisado desde el Ministerio del Interior al haber sido detenido. Al final, después de varios intentos, consiguió una plaza de psiquiatra en Manzanares, (Ciudad Real), desde donde pudo acceder después al Hospital Psiquiátrico de Donosti, de donde fue director.

Ese momento madrileño fue la vía de entrar en contacto con otros escritores, Juan Benet su gran amigo con el que comparte su estancia, e incluso alguna obra escrita al alimón. Ambos desplegaron y compartieron en Madrid amistades con gentes del Café Gijón o Gambrinus, sedes de los cenáculos literarios capitalinos.

La vida privada y familiar del autor de Tiempo de Silencio vino marcada primero por su madre que padeció esquizofrenia, una enfermedad que brotó como consecuencia de la muerte prematura de una hija y por los destinos de su padre militar franquista. Los datos aportados empujan a creer que la enfermedad de su madre le indujo a hacer la especialidad de Psiquiatría y a abandonar el proyecto paterno de la cirugía que ejerció su padre. Luego su matrimonio con la madre de sus hijos y su suicidio prematuro, aún joven, y con los niños pequeños, marcó mucho el destino del escritor. Estaba muy enamorado de Rocío Laffon enfermera de López Ibor. Fue un matrimonio feliz. Su muerte dejó huérfano a sus hijos y a él mismo noqueado. Después de un tiempo, la muerte de su amigo Perico Arana le permitió tratar con su mujer, Josefa Rezola, y retomar una amistad que acabó de darle otra nueva orientación a su vida. De hecho cuando se produce la muerte en accidente en la proximidades de Vitoria, el autor tiene dos móviles vitales, volver a ver a sus hijos y compartir su vida con ella. A su muerte, Josefa Rezola se ocupará de hacerse cargo de su herencia literaria y con la ayuda de Castilla del Pino, entre otros, buscarán el modo de dar continuidad a su legado y preservar su memoria.

En el aspecto de su compromiso político, José Lázaro aborda la militancia del autor tomando como punto de partida su detención en Pamplona en 1956, fruto de un acto de propaganda en que intervino Martín-Santos, Pradera y alguno más, al socaire de la revuelta estudiantil contra el régimen de 1956. Es en realidad el momento en que se siente comprometido moralmente a tomar partido y afiliarse al PSOE. Son sucesos que han quedado recogidos para la historia como la primera revuelta estudiantil contra el Régimen, muchos de ellos hijos de los que ganaron la guerra. Mas allá de las refriegas obreras y fabriles en Euskadi y Asturias, de finales de los años 40 y la huelga de tranvías del 51 toda resistencia había sido ahogada a sangre y fuego. De hecho las direcciones políticas en el interior de UGT, CNT y PSOE y PCE fueron desarticuladas y sus dirigentes torturados y condenados a largas condenas de prisión. Incluso Tomás Centeno, dirigente socialista de la UGT y del PSOE, murió en 1953 en la DGS. Esta persecución implacable había llevado a Rodolfo LLopis a abandonar la idea de tener la dirección política en el interior, y al PCE a enviar clandestinamente a Jorge Semprún desde París en 1953, para reorganizar sus filas. El mismo lo ha recogido en sus libros.

En el caso de Martín-Santos su labor vino marcada por su tarea de dirigente desde S. Sebastian triangulando su militancia con Ramón Rubial que dirigía los núcleos de Vizcaya, y con Antonio Amat y los hermanos Anguiano en Vitoria. La detención de Amat, alias Guridi, marcó su final político puesto que la policía pudo detener y encarcelar varios de los dirigentes del interior. Antonio Amat fue el Federico Sánchez del PSOE, puesto que desempeñó durante casi una década coordinando de los núcleos socialistas en el interior. El declive de Luis Martín-Santos como dirigente político se produjo tras la última detención en 1958, que le llevo a prisión un tiempo. Su muerte prematura dejó huerfanos a su familia, a la psiquiatría de aquel momento y al PSOE. Hoy lo conocemos gracias al editor Barral que sorteó la censura publicando un libro de culto, retrato de una época, titulado Tiempo de silencio.

Pedro Liébana Collado

 

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