La cruzada de Vox contra el «el camelo climático»
La presidenta de Vox en Madrid, Rocío Monasterio, piensa que el cambio climático «es un camelo». Y el partido define las advertencias científicas de «tomadura de pelo».
Ni una sola mención. En el programa electoral de Vox hay 100 medidas y, exactamente, 3.718 palabras. Entre ellas no se encuentran conceptos como «medio ambiente», «energías renovables» ni, mucho menos, «cambio climático». No sorprende, porque el calentamiento global no parece existir para los miembros de este partido: en su primera asamblea, se refirieron a él como «una tomadura de pelo».
Deben de pensar Abascal y los suyos que los más de 16.000 científicos de 184 países que firmaron hace un año una carta, dirigida a la ONU, sobre las nefastas consecuencias de un aumento de la temperatura global este siglo, tienen un pésimo sentido del humor. O tal vez, los miembros de Vox están mejor formados en la cosa medioambiental, por más que entre los firmantes de aquella epístola hubiera unos cuantos premios Nobel.
Lo que es seguro que es que Rocío Monasterio, presidenta de Vox en Madrid, no tiene conocimientos expertos sobre el calentamiento planetario que provocan los gases de efecto invernadero. Y no por falta de capacidad, sino por falta de tiempo. Tiene 44 años, se licenció en arquitectura y ha fundado y dirigido dos empresas , una homónima y la otra, Luxury Rentals S.L. En el 2000 empezó su carrera política. Es prácticamente imposible que haya podido, en este tiempo, doctorarse en flujos de corrientes, en el deshielo de los polos, en contaminación atmosférica o en acidificación marítima. Pero eso no le ha impedido definir las restricciones de acceso de vehículos de combustible al centro de Madrid como «un camelo climático», en una entrevista reciente al diario ABC.
El partido verde (por su color corporativo, se entiende) no se corta en mezclar churras con merinas para atacar a quienes están sensibilizados con la deriva calorífera del planeta. En un tuit de 2017, aprovechando que las llamas arrasaban Doñana, uno de los mayores dramas ecológicos de la última década en nuestro país, plasmaron sin despeinarse: «Se habla mucho del cambio climático pero muy poco de nuevas políticas forestales para evitar incendios».
Lo curioso es que ninguna de las 100 medidas de su programa contempla una sola referencia a la protección de nuestros bosques. Ni, mucho menos, medida alguna contra incendios, una palabra que, por cierto, tampoco aparece. Más bien al contrario, alientan la desaparición de nuestra superficie boscosa, pero por otros medios menos ígneos y más crematísticos. En su medida 47, prometen liberalizar el suelo, por principio: «Convertir en apto para ser urbanizado todo el que no deba estar necesariamente protegido por motivos de interés público convenientemente justificados». No concretan qué consideran «de interés público», pero visto su desprecio manifiesto a la lucha contra el cambio climático, y que dedican todo un punto, el 68, a la defensa de la caza, no es descabellado pensar que la cinegética tendría más peso que la pérdida de ecosistemas, a la hora de prohibir la construcción de viviendas en un suelo determinado.
Tampoco hay rastro de un plan de impulso a la transición energética en la desiderata de Vox. La única referencia petrolera es, en todo caso, un empujoncito a los combustibles fósiles: proponen rebajar los impuestos directos del gasóleo agrícola. Es el catalogado como B, el que alimenta a tractores y otras maquinarias de cultivo, y mucho más contaminante que el A que usan los automóviles, por su mayor contenido en azufre.
Hay dos puntos del programa de Vox, no obstante, que traslucen cierta sensibilidad con el entorno. Uno es el que se refiere a los recursos hídricos. Prometen diseñar un nuevo plan nacional para su gestión, «desde el respeto a la sostenibilidad de esos recursos y los ecosistemas». En el plano energético, abogan por la autosuficiencia, «sobre las bases de una energía barata, sostenible, eficiente y limpia». Uno no puede dejar de preguntarse qué les ha impedido escribir con literalidad «energías renovables». No solo porque cumplen uno por uno con los adjetivos empleados, sino porque, en un país con las condiciones meteorológicas del nuestro, precisamente la eólica y la solar son las energías que podrían conducirnos a esa autosuficiencia que tanto ansía el partido.
De todo esto se colige otra característica de Vox: no escucha demasiado a su electorado. Según el sondeo de Metroscopia de hace dos meses, quienes votan al partido de Abascal tienen algunas inquietudes que van en la dirección opuesta de su programa. Solo el 28% de los electores de Vox considera que se ha ido demasiado lejos en la lucha contra el cambio climático. El 68%, casi siete de cada 10 de sus votantes, no solo piensan que estamos en el buen camino, sino que aún se puede hacer más. Tal vez no se tomaron la molestia de leer el programa de las 100 medidas antes de echar la papeleta a la urna.
Luis Meyer
Artículo publicado en Ethic