La estrategia del caracol
El encabezamiento de este artículo pretende ser un homenaje a la conocida película colombiana del mismo título. La verdad es que en el fondo, al menos a mí me lo parece, tienen mucho que ver entre sí dicha película y el tema del que les voy a hablar.
Seguramente todos nos habremos hecho alguna vez preguntas de este tipo: ¿Es posible crecer infinitamente en un planeta finito? ¿Es sostenible producir y consumir de forma indiscriminada?
Preguntas a las que añado otra: ¿Conocen el teorema del alga verde? Les cuento.
Un día, por alguna causa de las muchas posibles, una pequeña alga viene a implantarse en un gran estanque. Las algas suelen crecer anualmente por una razón geométrica de razón 2. Esto no preocupa a nadie, anualmente solo se duplica. Al cabo de 24 años solamente el 3% de la superficie del lago estará ocupada por las algas. No parece que haya muchos motivos para alarmas. ¿O sí? Transcurridos 29 años la mitad de la superficie del lago estará cubierta y ¡solamente nos queda un año! para evitar (si se sabe o se puede reaccionar) la muerte del lago por asfixia de la vida subacuática. Al final bastará solo ese último año para la muerte absoluta del ecosistema lacustre.
Por otro lado el caracol construye su concha sumando una a una las espiras, espiras cada vez más grandes. Luego, cuando su instinto le indica que la concha ya puede cumplir sus funciones protectoras, empieza un proceso decreciente de sus espiras, igualmente de una en una, pero cada vez más pequeñas para evitar que su peso le impida desplazarse. El caracol “sabe” que en el proceso creciente una espira de más haría que la concha adquiriese un tamaño y peso 16 veces mayor, lo que entorpecería y lastraría su desplazamiento no contribuyendo en absoluto a su bienestar y posibilidades de supervivencia.
Este divorcio del caracol respecto a la razón geométrica nos muestra el camino para pensar en una “sociedad de decrecimiento”, un decrecimiento sensato en la medida de lo posible, sereno y amable.
Con una tasa de un 3% de crecimiento del PIB (no hablemos del 10% de China) multiplicamos el PIB por 20 en un siglo. La paradoja está en que si el crecimiento generara bienestar, hoy en día ya deberíamos vivir en un auténtico paraíso. Pero, por el contrario, vemos que lo que nos amenaza en un futuro próximo es un infierno. Si somos coherentes y realistas tendremos que reconocer que cientos de millones de seres humanos ya están viviendo ese infierno ahora y desde hace tiempo, y que el número de condenados se acrecienta año tras año.
Es evidente que hemos llegado a ese momento en que el alga ha colonizado la mitad de nuestro estanque. En estas condiciones es urgente recuperar la inteligencia del caracol, que nos enseña y ejemplifica no solo la necesaria lentitud, sino que, además, nos señala eficientes estrategias de desarrollo negativo.
Si de verdad queremos mantener garantías de vida tendremos que aprender a convivir con el mundo que nos rodea, con la Naturaleza. Es ineludible cambiar nuestra visión del mundo, cambiar nuestras innatas miradas de cazadores por las de jardineros. Siendo así no sé si nos salvaremos pero al menos es seguro que nos irá mucho mejor.
Miguel Álvarez