La gente de bien
Un equipo de sociólogos y politólogos franceses, dirigidos por Jean-Ives Dormagen, estudió la composición política de la sociedad francesa ante las elecciones presidenciales del año pasado. Encuestaron a miles de personas. Identificaron los clivajes (temas divisivos) más intensos y llegaron a la conclusión que en Francia existen al menos 16 grupos sociales con una afinidad política muy homogénea. Les pusieron nombre: multiculturalistas, socialdemócratas, progresistas, solidarios, centristas, rebeldes, apolíticos, eclécticos, conservadores, liberales, refractarios, euroescépticos, socialpatriotas, socialrepublicanos, antiasistencialistas e identitarios. Las 16 tribus de Francia.
Repitieron el ejercicio ante las elecciones legislativas italianas de septiembre del 2022. En el país de la política laberíntica identificaron otros dieciséis grupos: progresistas radicales, socialdemócratas, socialcristianos, antisistema, moderados, meridionalistas, nacionalpopulares, pro negocios, qualunquistas (antipolíticos), tradicionalistas, conservadores moderados, anti-asistencialistas, euroescépticos, nordistas, autoritarios e identitarios.
Para ganar, el PP necesita armar una coalición de gente de orden con gente extraviada
Se trata de localizar y bautizar a los grupos y subgrupos que muestran una mayor afinidad por encima de las siglas de partido y de la tradicional división entre derecha e izquierda. Sería interesante conocer cuáles son las tribus políticas de España a partir de los clivajes más actuales.
Alberto Núñez-Feijóo, líder de la oposición, acaba de efectuar una interesante aportación al respecto al apelar en el Senado a la “gente de bien”, cuya vida estaría siendo molestada, violentada o interferida por las iniciativas legislativas del Gobierno de las izquierdas, que pretenden reforzar los derechos de las mujeres y proteger a minorías.
El presidente del Partido Popular no llevaba esa expresión escrita en las fichas que le acompañan en las sesiones de control al Gobierno en el Senado. Gente de bien. Improvisó y le salió del alma. El pueblo tiene una fina sensibilidad para lo que sale del alma. En un mundo de prefabricados, cuando algo sale de muy adentro, sorteando los filtros de asesores, consejeros y directores de comunicación, de inmediato llama la atención. Con tantos controles en la cadena de montaje de la política, lo genuino –acertado o no- suena a verdadero.
El martes en el Senado, Núñez Feijóo desbordó por la derecha al casino de Pontevedra, hábitat de Mariano Rajoy. El expresidente, un conservador de tomo y lomo, no habría usado esa expresión. El de Pontevedra (nacido en Santiago) es más irónico y más intuitivo. Núñez Feijóo y Rajoy tienen bastantes cosas en común, no en vano ambos han sido alumnos de la escuela Romay Beccaría, el gran depositario del conservadurismo gallego después de Manuel Fraga, pero el actual líder del PP es más seco. Posiblemente más demoledor cuando acierta el golpe.
Esta vez no ha acertado, porque para ganar las elecciones la derecha española necesita ir más allá de la gente de bien. Con ese concepto, tan de televisor en blanco y negro, aún se siente identificada mucha gente en España, desde los votantes de Vox dispuestos a bajar del monte si se lo pide José María Aznar hasta todas las gamas del centrismo bien entendido. Para ganar, el PP necesita armar una coalición de gente de bien con una fracción de pecadores y gente extraviada.
Enric Juliana
Publicado en La Vanguardia