La Herencia
No voy a contaros aquí nada acerca del hartazgo general ni del muermo que ha sido el entierro de la reina de Inglaterra, ni de lo sorprendidos por la cobertura que en los medios de este país se ha dado a una figura que para nada nos importa a los españoles; eso si excluimos a los que, además, le tenían tirria. Después de esto, que vengan a contarnos lo ridículos y lastimosos que son los grandiosos eventos de culto a la personalidad que se dan en Corea del Norte al tal Kim Jong-un.
Toda esta historia nos importa un bledo a los españoles; bastantes problemas tenemos nosotros aquí. Lo que no entiendo es que a muchos les haya sorprendido ver a los cuatro reyes de España juntos y revueltos. ¿Para cuándo creían que esto tenía que ocurrir? Esta ocasión la pintaban calva: todos los focos estaban en la reina muerta y no en “el campechano”, ni mucho menos en su querido hijo. Cualquier comentario al respecto se hubiese podido considerar una falta de consideración a nuestro “amado” Reino Unido, y, por otro lado, estando toda la Prensa del Movimiento junta ¿quién iba a atreverse a tirar la primera piedra? Así, los estrategas de la Casa Real, han encontrado el modo de “justificar” que Juan Carlos I, después de (entonen por favor) rodar, rodar y robar, rodar y robar, rodar y robar, siga siendo el Rey.
¿Pero no decían que el hijo no quería saber nada del padre? Falso. Lo que el Hijo pensaba era: “Padre: ¿Por qué me has dado a beber de este cáliz?” Que no es precisamente lo mismo. Inocentes.
Los estrategas sabían que todo era cuestión de tiempo, que el desarrollo de nuestra historia patria nos ha llevado a ser aprendices de tontos, que nuestra ingenuidad se hace más patente tanto en cuanto el cuento o la trola es más grande. Y si no echen mano a la memoria reciente: una enorme lección de credulidad es que haya funcionado tan bien eso de que Felipe VI renunciaba a la herencia paternal cuando “se descubrió” que el Juanca era un vivo, un ladrón.
Todo el mundo entendió que renunciaba al dinero negro que pudiese tener su padre, algo tan intangible como invisible, lo cual era y sigue siendo como no renunciar a nada, porque se le llama dinero negro porque no se ve. El joven Rey podrá recibir lo que sea de su padre, o bien bajo manta, o bien bajo palabra de que no es negro sino ganado con el sudor de su frente (ya se sabe que en los países árabes hace mucho calor) Los Borbones son capaces de esto y mucho más, solo hay que conocer un poco su historia.
Lo que la gente, candorosa e ingenua, no piensa es que si, públicamente, Felipe VI ha declarado que renuncia a la herencia de su padre, debe abdicar, puesto que de Príncipe Heredero de la Corona ha pasado a ser Rey, debido a que su padre, en vida, le ha permitido heredar. Esa es la herencia real que ha recibido y a la que podemos asegurar que no está dispuesto a renunciar por las buenas.
Y no hablemos de legitimidad: la historia de los Borbones es tan negra que sería más legítima heredera de la corona cualquier persona a la que le tocase ésta en un sorteo de los iguales. Se me ocurre recordar, así, por encima y por cuestión de espacio y también para que no me llamen ventajista, solo de pasada, algo del siglo XX, renunciando a hablar de los depravados anteriores, véanse Carlos IV, Fernando VII, Isabel II, etc.
En el pasado siglo tuvimos a Alfonso XIII, ese que durante su reinado se perdió la guerra con EEUU, y con ella Cuba y Filipinas, aunque por ser muy joven esto se pueda achacar a la regencia de la borbona de su madre. Pero, cuando el muy inútil (los que le conocieron dicen que estúpido) cogió el mando de verdad, interfirió tanto en el sistema parlamentario que lo envenenó hasta el punto de llevar al país de fracaso en fracaso y de ahí hasta la ruina. Más adelante nos llevó a la dictadura del General Primo de Ribera para rematar con la del General Berenguer. Después de todo esto y, comprobando que continuar en el país era peligroso para su salud, se exilió. Gracias a esto el país pudo disfrutar del espejismo de la II República.
Más tarde, los borbones recuperaron su “legitimidad” de la mano de Franco en la figura del actual “Emérito”, el cual, con ayuda de una parte del ejército y de la “benemérita” intentó algo parecido a otro golpe de estado, un grave, raro y oscuro suceso del que, todavía nadie, ha podido reunir el valor y decencia suficientes para contarnos la verdad. Después, todos sabemos a lo que ha venido dedicándose “el campechano” y el morro que le hecha a la vida. Hasta que él mismo, presionado por sus propios asesores y consciente de lo bajo que había dejado el listón, decidió abdicar.
Así que Felipe, a mí no me engañas: la Corona, era lo heredable y lo heredado y es la herencia a la que debes renunciar. Mientras no sea así, al menos para mí, solo serás un Borbón más.
(No es cosa mía que esto último pueda parecer un insulto)
Miguel Álvarez