La mayoría silenciosa
Soy de la opinión de que las revoluciones se producen en el interior de las personas o no se producen. Tengo, además, el convencimiento de que los cambios solo se consolidan realmente cuando una mayoría de la sociedad asume e interioriza una modificación sustancial en su escala de valores. Para ello es imprescindible interpretar la realidad, es decir, construir un relato de los acontecimientos que dé sentido a lo que pasa a nuestro alrededor y a lo que nos pasa interiormente.
Cuando ese relato contribuye a poner en sintonía nuestros pensamientos y nuestras acciones nos produce una sensación de paz y bienestar. De lo contrario, se desarrolla un estado de ansiedad que altera nuestras vidas hasta tal punto que hay que modificar tanto los pensamientos como las acciones para buscar una situación nueva que nos devuelva la serenidad perdida. Así se van produciendo los cambios en el interior de las personas y, consecuentemente, en el conjunto de la sociedad.
Esta disquisición viene a cuento para tratar de entender un fenómeno, el de la mayoría silenciosa, que todo el mundo quiere tener como aliada para sus intereses, empezando por el mismo gobierno. De ahí su importancia.
Cuando observamos la realidad que nos rodea, tendemos siempre a analizar las declaraciones, los discursos, los comentarios de las personas. Raramente escudriñamos sus silencios. Obviamente pensamos, con razón, que tenemos más posibilidades de acertar nuestros pronósticos si los fundamentamos en opiniones explícitas que si lo hacemos en meras suposiciones. En general es así, aunque no siempre.
En terapia individual, hemos aprendido que en muchos casos los conflictos que manifiestan las personas que solicitan ayuda, son efectivamente trastornos que les afectan y perturban impidiéndoles llevar una vida placentera. Cierto, pero también observamos en ocasiones que los conflictos que se explicitan no son en realidad el verdadero problema, únicamente son síntomas más o menos molestos que vienen a anunciar, pero en ocasiones a también enmascarar, la existencia de problemas vitales mucho mas importantes y determinantes. Esto suele ser una actitud defensiva que consiste en hacer público y reconocer lo más “digerible” socialmente para en realidad esconder lo más doloroso personalmente.
En este contexto es en el que yo situaría el fenómeno de la mayoría silenciosa. Yo creo que detrás del silencio de millones de personas no se esconde únicamente el miedo, mucho menos la indiferencia o la desafección, como con demasiada frecuencia se afirma. Para mí lo que realmente se esconde es un profundo dolor contenido, el dolor que supone el que millones de personas se estén preguntando que les está pasando y, sobre todo, por qué les está pasando. Es la angustia de los y las que han visto truncados sus proyectos vitales sin que nadie les ofrezca una explicación, un relato, que encaje con lo que ellos y ellas están sintiendo.
Porque el que la gente no hable no quiere decir que no sienta, y actualmente lo que siente la mayoría de nuestros conciudadanos es el dolor y la angustia que acompaña a la frustración. Pero conviene tener en cuenta que permanecer en este estado tiene una limitación en el tiempo. Como he comentado más arriba, cuando este sufrimiento se vuelve insoportable hace que se alteren tanto los pensamientos, como los sentimientos y las acciones con respecto a lo que se haya identificado inicialmente como la causa del problema.
Además, detrás de la frustración suele aparecer la ira cuya manifestación no tiene necesariamente que hacerse visible en las calles, puede perfectamente hacerse patente en las urnas y puede ir dirigida contra aquellas personas e instituciones a las que se hace responsable de las desgracias.
Lo que quiero expresar es que debajo del aparente mar en calma de la mayoría silenciosa hay todo un mundo de corrientes subterráneas que van alterando, sin que se perciba, las condiciones de ese mar hasta que llegado el momento algo no previsto en el ambiente haga que se concatenen una serie de reacciones que desemboquen en una gran tormenta. Algo parecido a esto ha ocurrido con las llamadas revoluciones árabes en las que la ira ha sustituido al miedo y al dolor y se ha convertido en la emoción dominante que alimenta las actuaciones ciudadanas (en algunos países las jornadas de lucha se denominan “el día de la ira”).
Es conveniente estar muy atentos a ese proceso en nuestro país. Estoy persuadido de que el endurecimiento de la Ley de Seguridad Ciudadana en lo tocante a las manifestaciones callejeras que está preparando el gobierno responde a que está trabajando sobre la hipótesis que se baraja en este artículo. Pero también tengo la intuición de que este fenómeno también tendrá su reflejo en el terreno electoral y acabará alterando sustancialmente el actual mapa político que ha venido imperando en España prácticamente desde la transición política. El tiempo dirá.
Josep Antoni Román
Filosofo y Consultor Psicológico