La toxoplasmosis
Se trata de una curiosa enfermedad causada el parásito gondii, que reconfigura el cerebro de los roedores de tal modo que pierden el miedo a los gatos. El parásito se reproduce en el intestino de los felinos y, después, se propaga a través de sus heces infectando a más ratones. Este parásito resulta inocuo, y casi inofensivo mientras el roedor no se encuentre frente a un gato que aún no haya merendado.
Esto no es difícil de entender, es como lo que hacen los medios de comunicación. Una vez que hemos tragado nuestra habitual ración de telediarios gondii y de haber escuchado a sus doctos tertulianos, ya debidamente toxoplasmotizados, seguimos siendo capaces de continuar con normalidad nuestras pautas de siempre, la misma vida laboral, social, familiar, etc. pero con el cerebro reconfigurado, repitiendo las mismas estupideces y tonterías que le han impresionado de algún contertulio, o bien, por poner un ejemplo, con una imagen clara de la superioridad moral de los españoles frente a cualquier país iberoamericano, países en los que muchos de ellos, Venezuela es el ejemplo más conocido, son dictaduras populistas cuyos líderes parecen personajes de opereta.
El resultado es como si el parásito toxoplasma gondii, que tanto afecta al cerebro de los gatos, se hubiese alojado en el nuestro. Nos impide reaccionar lógicamente, nos hace incapaces de darnos cuenta de que Venezuela, los hechos y la historia así lo confirman, es desde 1958 una democracia tan imperfecta como otra cualquiera, no peor que la que nos llegó veinte años más tarde a nosotros, de la mano de un monarca designado por un sanguinario dictador distinguido por el deshonor de ser, después de Pol Pot, el líder de los Jemeres Rojos de Camboya, el asesino que más cadáveres dejó en fosas comunes y cunetas de la Historia… vamos: que Videla a su lado parecía la Madre Teresa.
El tal monarca es hoy padre de un Rey (de esto los tertulianos tampoco hablan) al que solo se le conoce un “mérito”: ser el único hijo varón del Emérito: aquí no hay más. Luce el dudoso mérito de ser el heredero de un “presunto” corrupto bragueta floja, hoy refugiado en una satrapía; un rey cuya “legitimidad” proviene de un señor del que nada sabemos acerca de dónde ha sacado la cantidad de millones que se le están descubriendo semana tras semana, sino también del por qué de los cuales solo una ínfima cantidad han pasado por Hacienda.
Sin embargo, este humilde y trabajador pueblo español convive diariamente, no solo pasmados sino también toxoplasmados, con la preocupación de los Indas y los Maruhendas por “lo mal” que están los venezolanos y el peligro de que algún día (sic) algunos malvados decidan copiar dicho régimen aquí. ¡Lo que hay que oir!
Miguel Álvarez