Las consecuencias de perder el poder
Hasta hace quince días, el PP era un partido que cerraba filas, unido internamente, todos alrededor de M. Rajoy, aunque su interior oliera a podrido, aunque la corrupción fuera insoportable, aunque la expulsión de los militantes más significativos fuera continua debido a sus penas de prisión, …
Tener el poder genera una consistencia falsa. Es lo que ha hecho el PP durante estos años de gobierno: ponerse una pinza en la nariz, mirar hacia otro lado, ignorar lo que ocurre, mentir con descaro, desvirtuar la realidad, y un largo etcétera, con tal de “mantener el poder” a costa de lo que sea.
Ahora viene la descomposición, a pasos agigantados, más profunda de lo que el PP imaginaba. De momento, miedo de candidatos a perder el poco poder que queda (como le ocurre a Feijóo), otros ven la oportunidad de dar el salto por ser jóvenes (Pablo Casado), y otras dos se pelean por el legado de su jefe (cuando ambas han sido la mano derecha e izquierda de lo ocurrido estos años).
Nunca hubiera imaginado el PP que la democracia interna les llegaría de forma amarga, y que, a partir de ahora, vamos a escuchar y a ver cosas inimaginables, porque las culpas están buscando responsables.
Mientras, los militantes del PP que han creído en su partido están azorados. Muchos de ellos me comentan que lo mejor que les podía pasar es la marcha de M. Rajoy, que suponía un tapón para la regeneración y la imagen de la corrupción interna; pero no confían en la suerte que les viene puesto que hay mucho que rehacer.
El problema es que la situación del PP no se regula dentro de los parámetros normales del juego del poder, sino que aún le queda un largo calvario por los casos de corrupción. Aún quedan piezas judiciales importantes donde veremos desfilar a Francisco Camps, entre otros. Aún queda por salir irregularidades todavía por destapar.
Al PP se le acumulan los problemas. El primero, de liderazgo. Pero el más esencial es la recuperación de la credibilidad, la limpieza interna y su relación con la administración pública.
Y, de momento, no parece que las dos candidatas que surgen con más peso sean las adecuadas para la limpieza del partido, ya que ambas fueron cómplices de, como mínimo, encubrir esta vergonzosa e inmoral corrupción.
Ana Noguera