Lo mejor del ser humano
No te pregunto qué tal estás porque me lo puedo imaginar. Yo también estoy horrorizado, ante esas cifras de muertos que no paran de subir. Emocionado, por la solidaridad de miles de personas que intentan ayudar. Desolado, porque un país avanzado, como es el nuestro, haya sufrido una tragedia de esta magnitud.
“Nunca piensas que estas catástrofes que se ven por la tele le pueden tocar a los tuyos”, escribe María Rozalén, que ha regresado a Letur, el pueblo albaceteño donde pasó su infancia, y donde aún buscan a varios desaparecidos. En Letur y en decenas de municipios más, especialmente en Valencia. El recuento de víctimas mortales por la DANA ya supera las 200 personas. Una cifra terrible que aumenta cada día. Madres. Padres. Hijos. Amigos. Vecinos. Los seres humanos nos definimos así: por los lazos que nos unen a los demás. Por eso cada muerte injusta es como una amputación; algo que nos deja a todos una enorme cicatriz.
Veo a esas miles de personas, armadas con cubos, palas y escobas, que van a pie como voluntarios a las zonas más afectadas, y me siento orgulloso de nuestra sociedad. Del ser humano, que no tiene otra virtud mayor que la empatía; la que nos une a los demás. Esa gente es mi patria. Y esas víctimas también lo son.
Siempre que me toca cubrir como periodista una tragedia como esta me pasa igual. Primero prevalece la tensión informativa: la adrenalina de la noticia. Te enfocas en tu trabajo, que pocas veces es más útil que en esos momentos; en intentar hacerlo bien. Te pasas varios días así, contando muertos, sin ser del todo consciente de lo que supone cada vida perdida. Y siempre llega un momento, dos o tres días más tarde, en que toda esa información que has acumulado para poder informar a los demás te sobrepasa. Te supera. Me pasó a los tres días del 11M, por ejemplo. O en la pandemia. Me está pasando hoy de nuevo, mientras te escribo esta carta. No puedo parar de llorar.
Siento también rabia e indignación por quienes intentan aprovechar esta tragedia para el más mezquino y ruin uso político. Manos Limpias, por ejemplo; el jueves presentó una denuncia en el juzgado contra los responsables de la AEMET, a los que acusa de cientos de homicidios imprudentes. Con la DANA aún activa, y media España pendiente de las lluvias torrenciales, a esta organización de ultraderecha no se le ha ocurrido nada mejor que desestabilizar a la agencia estatal de meteorología. Una institución a la que, además, no se le puede reprochar nada: de todos los organismos implicados en lo ocurrido, la AEMET fue sin duda lo que mejor funcionó.
Atacar a los meteorólogos, cuestionar su trabajo, nos pone a todos en peligro. Así lo aseguran los científicos, que avisan del enorme riesgo que supone minar su credibilidad.
Por eso es también indecente lo que ha hecho Alberto Núñez Feijóo en una de las jugadas políticas más mezquinas que se le recuerda. El líder de la oposición se ha sumado a estas críticas a la AEMET porque es su manera de culpar al Gobierno de una gestión que no era suya. No es ni siquiera la primera vez a lo largo de su carrera política en la que Feijóo intenta instrumentalizar las muertes de inocentes a su favor.
Igualmente impresentable es lo que ha hecho Santiago Abascal: acusando del desastre a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, por la “criminal voladura de presas”. Es un puro bulo, que hace tiempo que difunde la extrema derecha. En Vox no parecen entender la diferencia entre un auténtico embalse y un azud de uno o dos metros –como los que sí se han retirado, porque estaban en desuso, pero que son inútiles frente a las riadas–. No hay en toda la Comunitat Valenciana ninguna gran presa que haya sido eliminada. Pero a estos ultras la verdad les da igual.
La DANA aún sigue activa, hay demasiadas personas aún sin aparecer, hay problemas mucho más graves que resolver. Pero llegará el día en que será obligatorio hacer la autopsia de esta tragedia. No para tirarse los muertos a la cabeza: porque tengo muy claro que ni uno solo de los representantes públicos que han gestionado esta crisis quería que hubiera una sola víctima. Será imprescindible analizar lo ocurrido porque es la única forma de aprender, para que nunca más nos vuelva a pasar.
Hay varias preguntas obvias sobre la mesa que, más tarde o más temprano, alguien tendrá que responder. Especialmente por parte de la Generalitat valenciana, que es quien gestiona las competencias de protección civil.
La más importante: ¿por qué tardaron tantísimas horas en avisar a la población de que no circulara por las carreteras?
La alerta roja de la AEMET para la Comunitat Valenciana –el máximo nivel de peligro, no hay otro superior– estaba sobre la mesa desde las 7:36 de la mañana del martes. Poco después, a las 8:04, la AEMET volvió a avisar de que “el peligro era extremo”, y pidió a los ciudadanos “no viajar salvo que sea estrictamente necesario”.
Es una advertencia que la Generalitat valenciana no trasladó a la ciudadanía con la herramienta más potente que hoy tenemos –el sistema de alertas en los móviles– hasta más de doce horas después: a las 20:12 del martes. A cientos de personas, ese mensaje en el teléfono les llegó cuando ya estaban atrapadas en sus coches, muchos de ellos con el agua al cuello.
Indigna recordar las burlas y críticas con las que algunos políticos de la derecha recibieron ese sistema de alertas en el móvil, que sirve para salvar vidas. La administración que envía esa alarma no sabe los números ni ningún tipo de dato privado: solo que estás conectado a una de las torres de telefonía de esa región. No hay por tanto riesgo alguno ni para la intimidad ni para la privacidad.
En septiembre de 2023, la Comunidad de Madrid estrenó estos mensajes de alarma, con la llegada de una borrasca de gran potencia. Las lluvias, en efecto, fueron muy fuertes, aunque no hubo que lamentar ningún muerto. Pese a ello, las críticas fueron enormes. Hubo incluso un alto cargo de la Comunidad de Madrid que en redes explicó al detalle cómo había que hacer para desinstalar estas alertas de tu teléfono, animando a la gente a que lo hiciera. Ninguno de los que entonces criticaron de forma irresponsable este sistema de alarma han querido reconocer su error.
Otra pregunta, también relevante: ¿por qué el presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, aseguró el martes a las 13:00 que el temporal disminuiría de intensidad a las 18:00? Fue un pronóstico equivocado, que no concuerda con la información de la AEMET.
La agencia dijo otra cosa, muy diferente: que la alerta roja era por el momento hasta las 18:00, pero que después podría continuar. Un mensaje completamente distinto al que trasladó Mazón.
El presidente de la Generalitat Valenciana también difundió el vídeo con esta comparecencia en las redes sociales. Ese mismo día, de madrugada, borró el tuit.
Pero el problema no está solo en la gestión puntual de esta crisis: en lo que se pudo hacer y no se hizo durante esta semana.
Los científicos aún son cautelosos a la hora de relacionar esta brutal gota fría con la crisis climática. Todavía es pronto para sacar esa conclusión, aunque sí es bastante evidente la correlación entre el aumento de temperatura en el Mediterráneo y este tipo de fenómenos, que van a ser más frecuentes, que van a ser más brutales.
Hace un año, en elDiario.es, publicamos uno de nuestros especiales de periodismo de datos. Se titulaba ‘La España inundable: más de un millón de viviendas se levantan en zonas de riesgo’. Pau Rodríguez, Victòria Oliveres y Raúl Sánchez cruzaron los datos del catastro con el Sistema Nacional de Cartografía de Zonas Inundables. Y así pudieron acreditar, calle a calle, todos los edificios que están construidos en España sobre zonas sometidas a las inundaciones. Es el resultado de años y años de un urbanismo que ignoró lo más básico: que hay terrenos donde no se debe construir. Puedes comprobar tú mismo si tu casa está en una de estas zonas.
Esta semana hemos vuelto a repasar aquellos datos. Y los mapas cuadran con lo que acabamos de vivir. El 5% de las viviendas de Valencia están construidas sobre zonas inundables. La costa mediterránea española es la zona cero de un urbanismo irresponsable. Que puede costar vidas.
Me despido por hoy, con el deseo de que las cifras finales de muertos sean menores a las que hoy nos tememos. Ojalá aprendamos la lección.
Un abrazo,
Ignacio Escolar
Publicado en ElDiario.es