Los analfabetos políticos
Las últimas elecciones brasileñas, al igual que la ola de ascenso del fascismo que invade Europa, sumadas a la reciente concentración ultraderechista en Vistalegre, están dejándo perplejas a las izquierdas que no terminamos de saber ni entender muy bien cómo debemos interpretar el sinsentido de que las clases populares vuelvan a votar de nuevo, después de varias generaciones de aparente progreso, a formaciones políticas de las cuales es archisabido que destacan precisamente por el daño que producen a sus propios pueblos con sus extrañas y fascistas fórmulas radicales, simples e inmediatas para intervenir en política.
La Historia está repleta de ejemplos y no hay que ir muy lejos a buscarlos. Lamentablemente siempre que la ultraderecha ha tenido la oportunidad de hacerse con el poder y gobernar la cosa ha servido para escribir las peores y más sangrientas páginas de ella, y, curiosamente, los más perjudicados han sido los propios ciudadanos. Eso sí, los más ricos siguieron engrandeciéndose a costa del pueblo.
Ser de izquierdas significa, es, entre otras cosas, señal de pertenencia al colectivo de aquellos que se sienten obligados por su ideología y conciencia social, a analizar e interpretar los cambios sociales y todo aquello que sucede a nuestro alrededor desde el punto de vista más racional y científico posible, dialécticamente, aquello que resumiendo y recordando a Marx se basaba en el conocido, y me temo que muy poco practicado, método basado en la tesis, la antítesis y la síntesis.
Analizando seriamente la res pública, diferentes pensadores a lo largo de la Historia nos han iluminado con la claridad de su pensamiento y nos han enriquecido con sus numerosas aportaciones, muchas, ricas y variadas. El resto lo hemos de poner nosotros, con la mayor honestidad intelectual posible y nuestro esfuerzo a fin de comprender la realidad del mundo en que vivimos para poder actuar lo más acertadamente posible dentro de nuestras posibilidades y fuerzas. No es fácil ni cómodo, pero tampoco se trata de pedir ni exigir grandes esfuerzos ni sacrificios a nadie, sino invitar a ser y vivir como seres racionales, analíticos, consecuentes y coherentes.
Las recientes noticias de Brasil y Vistalegre me han hecho recodar las palabras de Bertold Brecht, el gran dramaturgo alemán, perseguido por los nazis por decir algunas verdades, por ejemplo, cosas como estas: “El peor analfabeto es el analfabeto político. Él no ve, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. Él no sabe que el costo de la vida, el precio del pescado, de la harina, del alquiler, del calzado o de las medicinas dependen de las decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece e hincha el pecho diciendo que odia la política. No sabe el muy imbécil que de su ignorancia política nacen la prostitución, los menores abandonados, los asaltantes y los peores bandidos: los políticos corruptos y los lacayos de las empresas nacionales y multinacionales.”
Los analfabetos políticos, añado yo, son aquellos que despreciando la política, declarando que no la entienden, que están convencidos de que todos los políticos son iguales y que todo eso es una mierda, no se pierden una sola votación, nunca confiesan a quien votan y al día siguiente vuelven a su cantinela. Son abundantes y pululan a nuestro alrededor, todos los conocemos ¿Han probado a preguntarle a alguno de ellos porqué participan en algo que no entienden, ni les gusta, ni respetan? Si lo hacen, háganlo con cuidado pues suelen reaccionar con ira.
Muchos analistas políticos no entienden (tampoco yo) cómo es posible que un país como Brasil, donde durante los últimos años en que gobernó la izquierda el país alcanzó (dejando aparte errores y corruptelas probablemente no demasiado inciertas) un lugar preponderante en el mundo y salieron de la pobreza más de treinta millones de brasileiros, cómo es posible, repito, que un populista impresentable, matón, xenófobo y machista, se haya hecho con casi la mitad de los votos del país.
A lo mejor las gentes del PT de Lula dedicados como estaban a levantar la economía del país y hacer que la riqueza se repartiese mejor, no cayeron en la cuenta, o no supieron, educar debidamente a sus propios “analfabetos políticos”. A lo peor es que una gran parte de esos treinta millones de agraciados por las políticas de izquierdas, que les han sacado de la pobreza, pertenecen al grupo de los analfabetos políticos y son capaces de creer que su nueva situación económica les ha llovido del cielo y que, votando a la derecha, están blindando su nuevo estatus económico. Si es así la llevan clara. Ellos y el país.
Miguel Álvarez