Los conflictos bélicos amenazan la paz mundial
Si elevamos un poco la mirada sobre la política doméstica que nos empequeñece en un análisis excesivamente nacional, observamos que la situación global es altamente preocupante. Si estuviéramos protagonizando un thriller, nos encontraríamos en alarma roja. Lamentablemente la realidad está siendo tan o más cruel que una película.
Veíamos las últimas dramáticas imágenes de los niños asesinados por hambre en Gaza. Nacer para morir por la crueldad del hombre. Es una consecuencia más, no la única, de la locura que se ha desatado en Gaza y del genocidio salvaje que ha emprendido el presidente de Israel, Netanyahu, contra los palestinos. A estas alturas del conflicto, ya nadie duda que pretende acabar con todos: hombres, mujeres y niños. El odio y las ansias de poder están llevando a Israel a protagonizar la etapa más vergonzosa de toda su historia.
Decía Séneca: “Los homicidios individuales los castigamos, pero ¿qué decir de las guerras y del glorioso delito de arrasar pueblos enteros? Elogiamos hechos que se pagarían con la pena de muerte porque los comete quien porta insignias de general. El ser humano, el más dulce de los animales, no se avergüenza de hacer la guerra y de encomendar a sus hijos que la hagan”.
Si el exterminio contra Palestina es uno de los conflictos más preocupantes, no es el único. Sigue la guerra entre Ucrania y Rusia. Dos años ya de un conflicto que parece enquistado y que ha sorprendido a todos los analistas políticos, que pensaban que apenas duraría unos meses. No es así. Y cada vez se ve más lejos una solución dialogada, lo que pone los pelos de punta, sobre todo, cuando la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, en un discurso en Estrasburgo dijo: “Debemos movernos con rapidez. La amenaza de una guerra puede no ser inminente pero no es imposible”.
¿Quién es Putin? Más allá del presidente de Rusia, estamos frente a un personaje desalmado, cruel, mafioso, … asesino. ¿Cuántas personas públicas que representaban la oposición a Putin o denunciaban sus malas artes o, sencillamente, no aceptaban sus condiciones han fallecido “en extrañas circunstancias”? Alekséi Navalni ha sido el último de ellos. Pero la lista es abultada.
Al igual que Netanyahu, Putin no es tan solo un presidente. Ambos representan un peligro mundial.
Como lo representa Trump si consigue de nuevo la presidencia de EEUU frente a un Biden que no ha sabido aprovechar su mandato para organizar su sucesión y el futuro liderazgo demócrata. Y asistimos a unas elecciones que ponen en peligro el orden mundial.
El lema de Trump, “American First”, representa el sentimiento más egoísta y primitivo. Ya sabemos que todos somos egoístas e intentamos mirar primero por nosotros y los nuestros. Sin embargo, ese no puede ser el lema de un mandatario mundial. Ni de ningún mandatario democrático. Volvemos al “sálvese quien pueda”, a “nosotros y los otros”, a la dominación más brutal sin concesiones ni diálogos. El “American First” es un lema goloso y atractivo, pero que desencadena los peores sentimientos humanos.
Estos conflictos, en vez de generar un movimiento de defensa democrática, suponen un desafío de la ultraderecha que está convencida de su triunfo mundial.
La extrema derecha ya se ha asentado en Italia, (además de los países conocidos como Hungría), pero también ha llegado a los países nórdicos donde ha gobernado o gobierna, como por ejemplo en Finlandia.
Tenemos elecciones en Portugal este domingo, y la extrema derecha espera cosechar un gran éxito.
Y en España, allí donde gobiernan en coalición con el PP, marcan su estilo vergonzante, como en la Comunidad Valenciana retirando el premio contra los delitos de odio “Guillem Agulló”, un joven que fue asesinado por un neonazi. Y eso ocurre a la vez que, en las fiestas de la Magdalena de Castellón, 30 personas ultra han agredido, sin motivo alguno, a los participantes en una cena popular que son defensores del antifascismo.
Estamos sentados sobre un polvorín de odio y vísceras, de palizas y violencia, de antidemocracia y salvajismo.
¿La solución?
El mundo parece prepararse para una contienda global. Ojalá no sea así. Pero la Unión Europea no puede quedarse desprotegida ante las amenazas de guerra. Desde la invasión rusa a Ucrania, el gasto militar se ha disparado, alcanzando en 2022 la cifra récord de 58.000 millones de euros. El objetivo es defender a la ciudadanía. Y es cierto, porque las balas están disparando cerca. Es el primer paso ante un plan de defensa europeo.
El problema es que no solo Europa crece en armamento. El gasto militar mundial subió casi un 4% en 2022 y un 9% en 2023, según el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos. Una cifra récord que nunca antes se había visto.
Por supuesto, EEUU sigue siendo, con diferencia, el país que más gasta en defensa. A EEUU se le unen dos premisas: considerarse el sheriff del mundo y su cultura ciudadana amiga de las armas.
Pero le sigue China. La todopoderosa y “antes discreta” China que ha conseguido su mayor exponente comercial, su liderazgo en el comercio internacional, la capacidad de investigación y ciencia, y ser una potencia que le pisa los talones a EEUU.
De lo que se puede saber de China, su gasto militar representó en 2022 el 4´79% del gasto público total. Sin embargo, acaba de anunciar un aumento para 2024 del 7´2%, muy por encima del crecimiento económico fijado en el 5%. El presupuesto militar de China se ha duplicado durante los 11 años de mandato del presidente Xi Jinping
China se está haciendo fuerte también en el terreno militar. Puede llegar a contar con el mayor ejército del mundo en personal, y muy bien dotado militarmente.
El anuncio del aumento de gasto militar lo acaba de realizar en el Congreso Nacional del Pueblo, al mismo tiempo que Xi Jinping adopta una postura más dura contra Taiwán.
¿Cuál es la conclusión ante todo esto?
Estamos en un momento altamente preocupante donde no podemos permitir que el extremismo, el odio, el avance de la ultraderecha, el negacionismo histórico sean protagonistas de las próximas elecciones. Cada triunfo de la ultraderecha significará una herida de muerte para la democracia y para los demócratas.
Cuando tengan dudas de cuál es el lado bueno de la contienda, contemplen, por favor, los rostros de Netanyahu y de Putin (no hace falta ir más lejos) y pregúntense cuál podría ser la resolución del mundo en manos de unos asesinos.
Ana Noguera