Los malos humos del Alcalde Joan Ribó
Si la moralidad pública se puede medir por la distancia entre lo que se dice y lo que se hace el Alcalde de Valencia saca una nota muy baja. Ha sentado muy mal al Sr. Alcalde el artículo publicado el 30-6-2017 en este diario: «El negacionismo climático de la clase política y el caso valenciano». El mayor mandatario de la ciudad de Valencia parece no aguantar algunas evidencias como son la ausencia de políticas climáticas dignas de tal nombre por parte del gobierno valenciano considerado “progresista” y de “izquierdas”. El mismo Alcalde ha respondido directamente al correo particular del coautor de dicho artículo con calificaciones despreciativas contra mi persona como coautora del mismo. Su reacción intolerante de «matar al mensajero» de las malas noticias pasa de los hechos y contenidos al ataque personal, algo que resulta escasamente honorable para un alto cargo institucional como es el de Alcalde de Valencia y es señal de gran debilidad política.
Pues bien, yo soy “la xica esta» que según escribe Joan Ribó «podria definir com una ‘enfant terrible’, amb més vocació de definir les coses filosòficament per damunt de qualsevol anàlisi i voluntat de canviar de veritat les coses». Este malestar del Sr. Alcalde ante las críticas de unos ciudadanos de a pie viene a decirnos que los contenidos del artículo aciertan de pleno y destapan verdades sobre la desidia política valenciana ante la catástrofe colectiva del cambio climático. Estas autoridades «del cambio» se colocan en la misma orilla que la derecha más cavernícola a pesar de las crecientes señales de la tragedia climática empujada por la locomotora del crecimiento de la economía crematística y la energía fósil. Al igual que la derecha Joan Ribó sólo ve “catastrofismo” donde hay defensa firme de bajar rápidamente la emisiones tóxicas a la atmósfera, algo contrario a lo que ocurre en la ciudad de Valencia, donde las políticas globales de tráfico y de grandes infraestructuras, el turismo de masas, la agricultura químico-intensiva con agrotóxicos, la espiral inflacionaria de residuos, la falta de producción de energías renovables, etc, etc, no solo imposibilitan la bajada de las emisiones contaminantes sino que los dineros ciudadanos revierten perversamente en políticas que incrementan las enfermedades ecológicas que padecemos.
Las pinceladas ambientales sectoriales, erráticas y marginales y los gestos discursivos no hacen las políticas climáticas. No son ni globales ni transversales ni reales. Seguimos sin indicadores y sin datos ambientales públicos, concretos y globales sobre las emisiones contaminantes de muchas actividades de competencia autonómica y municipal, como son la energía, el tráfico, la sanidad, la enseñanza, la vivienda, el urbanismo, la agricultura, los residuos … Brillan por su ausencia los objetivos concretos, ambiciosos, temporales, cuantitativos y evaluables de reducción de las emisiones contaminantes en la ciudad de Valencia y durante esta legislatura, que es el periodo de responsabilidad institucional y política. Cuando las prioridades prácticas locales y autonómicas siguen puestas en el crecimiento y el negocio de todo tipo de actores económicos particulares, al margen de los daños socioecológicos y climáticos de tales actividades, caen en saco roto las declaraciones grandilocuentes de apoyo a los distintos acuerdos europeos y de la ONU para la reducción de emisiones de CO2.
El Alcalde Ribó entiende su defensa de las políticas del «bien común» como lo hace el neoliberalismo: lo resultante de la simple agregación de los desiguales actores económicos del mercado movidos por los intereses particulares cortoplacistas del beneficio monetario. Esta ausencia de intervención política reguladora, que en realidad nada tiene que ver con el interés general, cede el poder a la competitividad económica y la autoregulación del mercado camuflada con pequeños y anecdóticos «ajustes» sociales y con los falsos lenguajes de la «gobernanza», la «concienciación», «la educación ambiental» o la «participación» ciudadana. Estas políticas neoliberales dinamitan activamente la salud ambiental de la ciudad y los bienes comunes climáticos y también hipotecan gravemente el futuro próximo y las oportunidades para los cambios necesarios y urgentes.
El Alcalde Ribó afirma estar contra el calentamiento climático aunque oculta los datos globales de emisiones de CO2 y otros gases contaminantes por sectores y actividades. Dice querer “reverdecer la ciudad” pero Valencia sigue sin una normativa de permeabilidad del suelo y crecen las islas de calor por falta de respiración y asfixie de los suelos. Dice querer salvar El Cabanyal pero se deshace de la vivienda pública y fomenta la rehabilitación mediante la especulación urbana y el turismo con capitales extranjeros que favorecen la gentrificación, escupen a los vecinos de rentas bajas, desmembran el tejido y la vivacidad de barrio y lo convierten en parque temático adaptado al monocultivo turístico. Defiende la universidad pública de calidad aunque está dispuesto a privatizar el uso de un gran solar municipal bajo la excusa de no perder el régimen de propiedad pública de dicho suelo, quiere cederlo nada menos que 75 años a una universidad norteamericana privada y elitista llamada Universidad Europea, que cotiza en bolsa y es campeona en mediocridad académica y en denuncias estudiantiles.
El Alcalde Ribó dice defender la huerta agrícola periurbana pero traiciona su compromiso electoral de recuperar la huerta de La Punta para cederla a la expansión portuaria de la ZAL y convertirla en suelo muerto para contenedores, macro-conciertos y macro-botellones. Dice proteger los barrios históricos pero promociona la turistrificación sin regulación legal, los no lugares, la atomización y anonimato de los lazos sociales y se niega a aplicar una ecotasa turística que revirtiera en amortiguar los altos impactos medioambientales del turismo de masas en residuos, agua y energía. Dice estar por la peatonalización y limitar la penetración de vehículos privados al centro de la ciudad pero apuesta por gestionar y sacar beneficios monetarios de aparcamientos subterráneos como el de la Plaza de Brujas al lado del Mercado Central o el de la Plaza de la Reina, que actuarán como fuertes imanes atractores del tráfico hacia el mismo corazón monumental e histórico de la capital. Dice apoyar las energías renovables pero no se ve por ninguna parte el aumento de la energía solar, térmica o fotovoltaica, ni la ecoeficiencia ni la reducción sustancial del consumo total de todo tipo de energías. Dice defender el aire limpio pero se niega adoptar normativas regulatorias eficaces para reducir el tráfico de vehículos privados como respuesta a la grave contaminación atmosférica de distintos entornos urbanos de centros de enseñanza valencianos, en los que como media se llegan a superar cuatro veces los límites máximos de peligrosidad y riesgo establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Dice mejorar la calidad del aire de la ciudad mediante un anillo ciclista y algunas calles peatonalizadas en el centro pero no baja el volumen total de coches con sucios motores de combustión. Anuncia falsamente en grandes paneles publicitarios costeados por el Ayuntamiento que con el carril bici hay menos contaminación pero se niega a instaurar una ecotasa por congestión y toxicidad para reducir el volumen total de tráfico rodado, sanear la respiración de la ciudad y financiar la mejora del transporte público.
El Alcalde Ribó dice cuidar los espacios verdes y jardines pero en vez de crear biotopos silvestres de refugio para especies autóctonas de fauna y flora como se está haciendo en muchas ciudades europeas, en Valencia avanzan los espacios «verdes» muertos, artificiales y plastificados, como son los campos deportivos en el cauce del Turia con un uso social privatizado y excluyente. También crece la toxicidad de los espacios verdes causada por los tratamientos rutinarios e indiscriminados con plaguicidas y herbicidas que practican las empresas subcontratadas de jardinería y mantenimiento, que son biocidas para la salud humana y la de nuestros parientes no humanos multidiversos, como son los productos comerciales con el venenoso glifosato. Dice apostar por la Agroecología pero ¿qué parte de esta palabra no entiende cuando la aplica engañosamente como nuevo mantra para promocionar la producción agrícola convencional químico-intensiva y los circuitos de energía y materiales muy largos y abiertos de los tratamientos agrotóxicos con «fitosanitarios»?. Es nula la ejemplaridad ecológica, pública e institucional, en los servicios de alimentos en comedores, cafeterías, bares y máquinas expendedoras de las instituciones de todo tipo, en las escuelas y centros sanitarios, brilla por su ausencia en las compras públicas y en las condiciones de las subcontratas a empresas privadas. Dice defender la producción local de los productos ecológicos de la huerta metropolitana pero no existen objetivos municipales concretos, temporales y medibles de aumento de la producción y el consumo interno de productos ecológicos ni prohibe los tratamientos agrotóxicos en la huerta del término municipal de la ciudad.
El Sr. Alcalde apuesta por el Parque Central pero lo condiciona a que sea un engendro incatalogable: un «no parque» que incluye calles y rascacielos para mil viviendas de lujo fruto de la venta, especulación y privatización del suelo público para obtener rápidas plusvalías monetarias. Una nueva extinción urbana anunciada es la de la arboleda centenaria de la calle Bailén, que además de ser memoria histórica viviente sigue donando valiosos servicios de frescura, protección y paisaje. Dice proteger los espacios naturales pero rehabilita el paseo marítimo de una urbanización costera ilegal CASBAH. Dice proteger la Albufera y el Saler pero desde sus competencias municipales no ha hecho nada para pacificar y reducir significativamente el tráfico infranqueable de la carretera CV-500 que disecciona el parque natural. ¿Cuantos años más quiere retrasar una normativa municipal para la separación en origen de las basuras domésticas?. Dice estar contra la tauromaquia y el maltrato animal pero permite este dantesco negocio económico poniendo por delante de los Derechos Animales los derechos individuales liberales de participación en los sangrientos espectáculos públicos de matadores que practican el «arte» cruel de la tortura y muerte de toros. Tampoco impide estas embrutecidas celebraciones festivas de sufrimiento animal en el término municipal de la ciudad ni usa su peso político en la Diputación Provincial de Valencia para evitar que se sigan financiando con dinero público estas inmorales actividades, cuando ocurre que una amplísima y creciente mayoría social de todo tipo y condición rechaza la horrenda «fiesta nacional». Prohibir los toros embolados en algunas pedanías no evita las corridas de toros en la feria de julio, ni las escuelas taurinas, ni la ignominia de los premios taurinos y certámenes que año tras año son promocionados activamente por cargos públicos e instituciones valencianas como la Diputación Provincial de Valencia.
Unas políticas municipales “verdes” y contra el cambio climático son algo más que las imágenes de marketing electoral de Joan Ribó en bicicleta. La ciudad de Valencia y la salud ciudadana merecen algo mejor que los malos humos del Alcalde y sus políticas.
Mara Cabrejas
enero 31st, 2020 at 12:21 pm
Unas pol ticas municipales verdes y contra el cambio clim tico son algo m s que las im genes de marketing electoral de Joan Rib en bicicleta. La ciudad de Valencia y la salud ciudadana merecen algo mejor que los malos humos del Alcalde y sus pol ticas. Enmienda a la totalidad a La Estrategia Valenciana del Cambio Climatica y Energia de la Generalitat Valenciana (Primera parte)