Los ochocientos curas que lucharon contra Franco y perdieron su sueldo oficial
Ochocientos sacerdotes decidieron renunciar en España a su salario oficial para vivir y trabajar con los más necesitados, al lado de los obreros y jornaleros marginados en la España del tardofranquismo. Eran las décadas de los 60, 70 y 80. Y aquellos curas obreros no se rendían en su lucha clandestina a favor de las libertades democráticas, a pesar de que el clero insistía que su papel estaba ligado a la dictadura.
El documental De la Cruz al martillo producido por Plano Katharsis, con la colaboración de Canal Sur, recupera la memoria olvidada y retrata el ejemplo de compromiso social de estos curas obreros. Muchos vinculados a la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica), dejando una profunda huella en los movimientos reivindicativos surgidos durante la Transición, de manera especial en Andalucía.
Rafael Guerrero, periodista vinculado a la memoria histórica, es el director de contenidos de este documental inédito. En él recuerda el primer caso de cura obrero en España. Era el año 1963. El obispado de Bilbao autoriza al cura David Armentia a trabajar cinco horas en una fábrica. «Dejaron de ser agentes del Vaticano y se acercaban a la población, a las clases, y a la verdadera realidad social». Y es que tal y como destaca Guerrero «aquellas curas obreros hicieron mucho más por las libertades democráticas y la justicia social en España de lo que se les ha reconocido realmente». No fueron homenajeados por la oposición antifranquista ni los partidos de izquierdas con los que compartieron una labor clandestina durante los años del régimen.
Los precursores: Rovirosa y Malagón
Guillermo de Rovirosa y Tomás de Malagón fueron los precursores de este humanismo ético, que trabajó la figura del conocido cura obrero. Manuel Ganivet, ex cura obrero recuerda en el documental como «la iglesia sabía que muchos seminaristas no tenían una clara vocación y que era la única salida posible para poder estudiar en aquellos años».
Enrique Priego lleva cincuenta años trabajando para los más necesitados como sacerdote en el municipio de Pedrera (Sevilla). En conversación con Público afirma que unos de los principales preocupaciones de estos dos impulsores, Rovirosa y Malagón fue su visita a los seminarios de toda España, creando los grupos de Jesús Obrero. «Rovirosa y Malagón quisieron implantar la nueva visión de ese cristianismo combativo y de valores progresistas que tenían como principio fundamental la dignidad del ser humano».
Guillermo de Rovirosa es considerado el fundador de la HOAC. En los años 50 consigue que esta Hermandad crezca y se extienda. Diseña planes y métodos de formación: cursillos nocturnos, semanarios de estudio. De su curso con Tomás de Malagón, Enrique Priego rememora como la asignatura de justicia social marcó a todos sus compañeros. «Le decíamos si podíamos extender aquellas horas de clase porque no nos cansábamos ni un minuto de aprender».
Malagón estuvo en el frente de Las Alpujarras con el bando republicano durante la guerra civil española. Tenía solo 19 años de edad. La historiadora Basilisa López cuenta en el documental que «la experiencia de estos años fue decisiva para su futuro». En el frente conoció y trató con numerosos militantes anarquistas, socialistas y comunistas. Su aprendizaje, su evangelización entroncaba también con los principios de aquellos milicianos. Y decidió transmitir ese mensaje.
En el documental De la cruz al martillo no hay un solo protagonista. Cada uno de los sacerdotes, muchos de ellos fuera ya de la carrera eclesiástica, cuentan con emoción como fue aquel movimiento. Alfonso Alcaide destaca, como ex presidente de la HOAC como aquellos principios transmitidos por Rovirosa y Malagón suponían «un cambio en la evangelización mucho más cercano a la realidad social».
Los curas obreros en la Sierra Sur de Sevilla
La corriente de los curas obreros se extiende por todos los puntos de la geografía española. Su integración en la vida cotidiana del pueblo les hacía estar totalmente en consonancia con sus vivencias. En 1969 llegan varios curas a los pueblos de la Sierra Sur de Sevilla, párrocos que cambiarían la perspectiva de vida y esperanza de sus vecinos. Enrique Priego llegaba a Pedrera, Juan Heredia a Gilena, Miguel Pérez a Martín de la Jara y Diamantino García Acosta, el fundador del que sería luego el Sindicato de Obreros del Campos (SOC) se asentaría en el municipio de Los Corrales.
«Decidimos vivir como jornaleros sin tierra, como jornaleros en la misma miseria en la que vivían los demás»
«Era otra manera de vivir, de pensar. Cuando Diamantino García llega a los Corrales le pregunta a sus vecinos que hacían, dónde iban todas las temporadas para ir también con ellos e integrarse». La famosa frase de Diamantino. «Y ahora el cura también se va con vosotros» se hizo realidad en poco tiempo. Y acompañaba a los jornaleros hasta las vendimias de Francia como uno más.
«Decidimos vivir como jornaleros sin tierra, como jornaleros en la misma miseria en la que vivían los demás», recuerda Enrique Priego a Público.
La figura visible de Diamantino fue crucial para extender la labor de aquellos curas jornaleros y en la reivindicación de sus derechos. Enrique destaca «como Diamantino denunciaba ante la prensa la situación de los jornaleros que morían en las vendimias, las condiciones de hacinamiento para llegar a Francia, los salarios infrahumanos».
Priego relata como a día de hoy después de cincuenta años en Pedrera (Sevilla) los problemas sociales continúan. «Yo tengo a una familia rumana en acogida dentro de mi casa desde hace once años. No podía soportar verlos dormir cada noche en el coche». Y es que no era un solo problema del franquismo porque las desigualdades continúan en muchas zonas rurales de Andalucía, ahora con la discriminación a los inmigrantes.
La dura manifestación del 20 de julio de 1970 en Granada
Pepe Ganivet estuvo en los años 70 como cura en la parroquia de un barrio muy humilde de Granada conocido como la ‘Virgencica’. Rememora aquellos años con demasiada nostalgia y emocionado, a pesar de los años. «Hacíamos reuniones clandestinas dentro de la parroquia de un barrio que era marginal y que luego acabó desapareciendo», apunta a Público.
Aquellos curas tampoco tenían miedo de enfrentarse a las manifestaciones. Pepe trabajaba a sus 26 años como coadjutor (ayudante de cura) y de encofrador para ganarse el sueldo. Era uno más, uno de los albañiles del barrio y dentro de la parroquia hacían sus reuniones para replantear ante la patronal las condiciones laborales.
«El día que la patronal se negó en redondo a estudiar las condiciones, cientos de albañiles salieron a la calle. La policía advirtió que era una manifestación ilegal y que habría represalias si continuaban», relata Pepe a Público. Era el 20 de julio de 1970. Y Pepe se emociona al recordar aquellos días de lucha. «Algunos de los trabajadores lanzaban piedras en la sede sindical y aquellos agentes aún del franquismo no tenían piedad. Como la gente no se iba comenzaron a arremeter contra todos ellos». Pepe se marcharían tras la manifestación a la parroquia, sin imaginar que nada había ocurrido. «El drama vino después cuando el párroco principal, Antonio Quitián me dijo entre lágrimas que habían muerto tres albañiles por los disparos de la Policía». Pepe Ganivet se emociona al pensar en aquellos días donde los curas eran uno más ,donde los principios básicos de la Iglesia y el clero no eran los que identificaban a la verdadera vocación de estos párrocos.
El documental recoge también el emotivo testimonio de religiosos combativos como Elías Alcalde, párroco de Zafarraya (Málaga), quien convirtió el salón parroquial de aquellos años 70 en un centro de verdadera revolución social. «Luchamos con los jornaleros por las condiciones infrahumanas en las que vivían, donde pagaban la lechuga que recogían los temporeros a menos de una peseta y la vendían a más del doble. Eran unas condiciones abusivas por las que había que luchar». Los jornaleros convocaron una marcha, llamaron a todos los medios y se organizaron junto a Comisiones Obreras CCOO en el año 1977, junto a Elías Alcalde, hasta la ciudad de Málaga para hacer una manifestación en aquellos años de prohibiciones. Alcalde señala que lograron que a los jornaleros le pagaran la lechuga a tres pesetas. A este episodios se le conoció los como «la guerra de las lechugas». Eran condiciones mínimas, necesarias, para que la gente no muriera de hambre en el campo andaluz.
María Serrano Velázquez
Artículo publicado en Público