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Marc Castellnou, experto en incendios: “Los bosques están al límite y cada vez habrá más fuegos imposibles de apagar”

El jefe del Grupo de Refuerzo de Actuaciones Forestales asegura que es más efectivo gestionar el campo para controlar los fuegos que aumentar los equipos de extinción

El de Marc Castellnou (Tivissa, Tarragona, 1972) es un rostro que, a su pesar, reaparece cada verano. Como jefe del GRAF (Grupo de Refuerzo de Actuaciones Forestales) del cuerpo de bomberos de la Generalitat de Catalunya, es una de las voces de referencia cuando hay que hablar de –y entender– los incendios. La situación forestal empeora y, según Castellnou, todavía puede hacerse más extrema. La responsabilidad recae sobre el cambio climático y las largas sequías, pero también sobre los despachos políticos en los que, según el experto, “se legisla contra lo rural”.

Cada verano, los medios de comunicación le buscamos para que nos explique qué está pasando con los incendios. Está siendo un año muy duro, pero ¿es peor que los anteriores?

Lo que pasa ahora es una continuación de lo que ocurre desde hace años, aunque sí está siendo un verano intenso. El año pasado tuvimos [en Catalunya] 15 días con temperaturas por encima de los 30 grados; este año a finales de julio ya íbamos por los 28. Estamos normalizando temperaturas que hace veinte años eran extremas. Hoy tenemos un clima más seco y árido que provoca más incendios, pero es importante entender que los fuegos no son solo causados por el cambio climático.

Las variaciones y el aumento de temperaturas han traído un territorio que es más propenso a quemar, sí, pero lo que enciende la chispa es la falta de gestión del territorio, que está totalmente abandonado en Catalunya, pero también en España y en Europa Occidental.

¿Cree que las administraciones focalizan en el cambio climático para no abordar la falta de gestión territorial?

El cambio climático es un factor más, pero puede llegar a ser una excusa, un hecho sobrevenido sobre el cual no podemos hacer nada. Es más fácil lamentarse por algo muy complicado que fijarse en la gestión del territorio, que es algo que se ha ido abandonando durante los últimos 100 años. Con esto no quiero decir que el cambio climático no sea determinante, porque las temperaturas extremas hacen que nuestro país queme con más violencia, pero la situación sería mucho más controlable si no abandonáramos a los bosques.

¿Por qué en los últimos años estamos teniendo estos grandes incendios?

Es una combinación de factores. La energía acumulada es cada vez más alta porque la temperatura va aumentando y los veranos duran más, así que los bosques gastan más energía de la que gastaban hace un siglo. Esto es como una familia que no llega a final de mes: si no llegas un mes, te puedes recuperar, pero si vas fallando sistemáticamente, a final de año estás muy endeudado. Esta deuda la notamos en la acumulación de vegetación muerta, que es muy combustible y que no es otra cosa que el resultado de las decisiones tomadas durante los últimos 10 años, que nos han dejado un territorio abandonado y susceptible a incendios ingestionables.

¿Incendios ingestionables?

Cada vez hay más incendios en los que la extinción no es posible: por más recursos que tengas y por muy bueno que seas apagando incendios, sin un territorio gestionado, no se puede hacer nada. Los bosques están llegando al límite y cada vez habrá más incendios imposibles de apagar, que son aquellos que emiten más de 10.000 kilovatios por metro cuadrado. El año pasado, que fue un año normal, los incendios emitieron de media 8.800 kw por metro, muy cerca del límite.

¿Los incendios pueden medirse en kilowatios?

Un incendio emite energía. Un fuego normal tiene entre 1.000 y 3.000 kW. Estos son fuegos que podemos controlar, pero si emite más de 10.000 kW, es demasiado potente y ya no podemos hacer nada para extinguirlo. Últimamente estamos viendo más incendios que superan estos límites, debido a la gran acumulación de vegetación muerta, que aumenta la intensidad del fuego. Un ejemplo de eso fue el de Pont de Vilomara, que tuvo una potencia de 127.000 kW por metro, un nivel de energía que superó en 12 veces la capacidad de extinción. Sé que son cifras muy grandes y puede costar de visualizarlas. Por ejemplo: la potencia que tenemos contratada de luz para hacer funcionar una casa ronda entre los 2 y los 3 kW. Pues ahora imagínate qué suponen 127.000.»

¿Hay suficientes dotaciones de bomberos?

Los efectivos son suficientes para el territorio que tenemos y están suficientemente preparados. No se trata de invertir en bomberos, porque eso no garantiza que el bosque no se queme. Lo que se necesita es invertir en gestión del territorio para no llegar un límite con incendios que no se puedan apagar, por muchos bomberos que tengas. Haciendo el símil: no necesitamos más médicos, sino medicamentos y vacunas. Si nos dedicamos a construir hospitales, pero no hacemos nada para que la sociedad no enferme, acumularemos pacientes que no podremos curar. Es verdad que los equipos de extinción se podrían modernizar, pero no servirán de nada sin un territorio gestionado, limpio y con una economía rural.

¿Qué significa gestionar el territorio?

Por ejemplo, que esté ordenado para poder hacer extinción. También que haya políticas agrarias para que limpien el territorio. No puede ser que nos dediquemos a proteger las zonas rurales como si fueran un decorado, pero que no dejemos que se haga nada allí. La energía se acumula en los bosques, que están estresados porque nadie los atiende.

Un incendio es un proceso natural de renovación, que sirve para limpiar la vegetación muerta y abrir espacios para que nazcan brotes nuevos. Si no estuviéramos aquí, el ecosistema se adaptaría solo al clima cambiante. Pero la presencia humana ha alterado el funcionamiento de los bosques: les hemos dado un interés social, económico y poblacional que solo acumula energía y que, sin gestión, se transforma en grandes o súper grandes incendios. Es un gran problema porque no dejamos que se regulen solos, pero tampoco los gestionamos nosotros. Si a esto sumas las sequías, tienes la receta del desastre.

Apunta a que los bosques tienen una utilidad económica. Desde que se aprobó la Ley de Montes, que permite la recalificación de tierras quemadas, ¿han notado un incremento de fuegos provocados?

¿Cuántos fuegos crees que son provocados? Lo fue el del Pont de Vilomara y se le dio mucho peso en los medios de comunicación, pero la gran mayoría de incendios son naturales. Nos gusta mucho focalizar en los que son provocados para hablar del pirómano de turno y quedarnos tranquilos si lo cogen, porque eso nos quita mucha responsabilidad. Pero la verdad es que la gran mayoría de incendios son eléctricos, por accidentes de coche o problemas mecánicos.

La cuestión no es lo que provoca el incendio, sino que éste se pueda convertir en un súper gran incendio. Los pirómanos son un problema, pero no son la causa del desastre que tenemos entre manos. Centrarnos en ellos sólo sirve para esconder el problema real, que es que el territorio rural está abandonado, que no invertimos en despoblación. Es más fácil culpar a otro que asumir la realidad, pero es hacerse trampas al solitario.

¿Qué pensó cuando el consejero de medio ambiente de Castilla y León culpó de los incendios a los ecologistas?

Evidentemente, los ecologistas no son culpables de los incendios; la culpa es de la política urbana que legisla contra lo rural. La culpa es de quien piensa que el territorio no se debe tocar y cree que todo se solucionará solo. Detrás de estas acusaciones hay una negativa a ver que, con las políticas actuales, estamos convirtiendo los bosques en un polvorín listo para arder. Si no se toman cartas en el asunto, lo que pasará es que el bosque buscará su propia solución, que es quemarse entero y volver a comenzar. Lo que no nos pueden decir es que no toquemos el territorio, pero que, si quema, vayamos a apagarlo.

¿Qué pasaría si dejáramos que los bosques ardieran?

Los bosques se regeneran con los incendios naturales. El problema es que estos súper grandes incendios queman con mucha más intensidad y energía de lo normal y pueden conllevar pérdidas de biodiversidad importantes. Un incendio normal sirve para sanear el territorio y prevenir de otros incendios. Es como una vacuna contra los grandes fuegos. Pero ahora ni dejamos que quemen, ni los protegemos nosotros. Y esto es así porque nos hemos convertido en una sociedad urbana que no entiende los bosques, a la que le gusta verlos, pero no los entiende.

No entendemos cómo funcionan los bosques ni tampoco el peligro de los incendios. ¿Qué pensó cuando parte de la ciudadanía se saltaba las restricciones e iba a parques naturales cuyo acceso estaba prohibido por el riesgo de fuego?

Cuando hay restricciones, se dan por dos motivos. El primero es evitar actividades que generen igniciones que se puedan evitar. El segundo es que, si hay un incendio y hay gente dentro de estos espacios, los bomberos que deberían estar apagando el incendio, estarán rescatando a estas personas. Supondría restar efectivos y es un lujo que no nos podemos permitir, porque los bomberos necesitamos ayuda en un territorio que está sin gestionar. Las restricciones son el precio a pagar por no invertir en nuestros bosques.

Sandra Vicente
Publicado en ElDiario.es

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