Mientras dure la guerra
Salimos en silencio del cine. Había ido con mi padre a ver la última de Amenábar. Muchísima gente en la sala. Muchos jóvenes. Nuestro silencio tenía un punto de tristeza. Los dos nos acordamos de mi abuelo –su padre– que entonces tenía 36 años. Tristeza porque en la película aparecen conflictos con los que todavía convivimos. Los paralelismos con la actualidad viendo Mientras dure la guerra son inevitables.
Millán-Astray (Eduard Fernández), incapaz de hilvanar un discurso ante los suyos, entre balbuceos, sólo acierta a gritar: “¡España!”, con acento en la eñe. A lo que la tropa contesta alborozada “¡Arriba España!”. Y Unamuno (Karra Elejalde) los mira y susurra: “Y pensarán que dicen algo…”. Sigue pasando en este país que cuando no se tiene nada que aportar se recurre al concepto España . Y parece que con eso basta. Por eso decepciona que a estas alturas, en el enésimo bandazo de la era Sánchez, el PSOE recurra a un eslogan de campaña como “Ahora España”. “Y pensarán que dicen algo…”. Y no es que a mí la palabra España me dé grima. Ya me parece bien que la izquierda se quite según qué complejos. Pero esto no es quitarse complejos, no se engañen. Esto es una táctica muy poco sutil para atraer a los votantes de Ciudadanos. Aunque, no sé por qué, creo que al PSOE no le va a salir bien la jugada. Es todo demasiado descarado. A ver si con una campaña con tantos guiños al centroderecha, el PSOE se está olvidando de sus votantes naturales. Ellos sabrán. Pero cuidado con el escrutinio del 10-N.
Todos pretenden vencer, doblegando al otro, pero que todo esto acabase con vencedores y vencidos sería la peor de las noticias
En Mientras dure la guerra también aparece el conflicto que ya tensionaba a España entre el centro y su periferia. Ochenta años después, no hemos avanzado, y en la última década se ha acelerado de nuevo hacia el abismo. Hay indicios para pensar que el conflicto será eterno.
El cenit del fracaso de los últimos años llegará en pocos días, con la madre de todas las sentencias. Que uno de los momentos más trascendentes de la política española contemporánea lo protagonicen siete jueces dice muy poco del nivel de nuestros políticos. Desertaron de hacer su trabajo, y le han endosado el marrón al poder judicial. No contentos con eso, ahora hacen coincidir la sentencia con unas elecciones que una inmensa mayoría de la población no quería. Y, encima, unos y otros la utilizarán en campaña como arma electoral. ¿Se puede ser más irresponsable?
“Para convencer hay que persuadir”, dice Unamuno en su discurso en la Universidad de Salamanca, ante un público hostil. Tampoco ahora persuadir es un verbo que se conjugue demasiado entre los políticos de aquí y de allá. Un presidente en funciones habla del 155 y el otro presidente invoca el mandato democrático del 1 de octubre. La persuasión brilla por su ausencia. Y el que la practique será tildado de traidor. Aunque entre la población hay más ganas de persuasión de las que creen. Por ejemplo, en la última encuesta de este diario un 43% de los españoles avalan un referéndum en Catalunya. Sólo un partido estatal lo defiende en su programa electoral.
Es frustrante observar cómo se pueden volver a repetir los errores de octubre del 2017. Las fuerzas son desiguales. La del Estado es infinitamente superior, como ya se ha comprobado. El independentismo resiste, utilizando trucos peligrosos como seguir engañando a los suyos prometiendo proclamaciones de repúblicas imaginarias que sólo llevan a la frustración. Pero es muy probable que en las próximas generales supere el 50% de los votos en Catalunya. Si con el clima que generará la sentencia no lo logra, no lo hará en muchos años.
Todos pretenden vencer, doblegando al otro. Que todo esto acabase con vencedores y vencidos sería la peor de las noticias. “Venceréis, pero no convenceréis” le dice Unamuno a Millán-Astray, mientras la turba le abuchea como si fuese una periodista de Telecinco a punto de conectar en directo. Aquí, de momento, nadie vence, por suerte. Ni convence, por desgracia. Lo peor es que mientras siga durando la guerra, todos habremos perdido. Todos menos los que viven de ella.
Jordi Évole
Artículo publicado en La Vaguardia