Miguel Álvarez: «Hugo Zárate y La Fundación»
Conocí a Hugo al poco de llegar éste al Puerto. Fue en el año 1976. Me lo presentó Antonio Duato, explicándome que venía huido de la sangrienta represión que había institucionalizado el general “Hueso” Videla, en Argentina.
Le comenté que conocía algo el tema, acababa de regresar de ese país, de un viaje de trabajo en BBAA y San Nicolás. Le dije que de mi breve estancia (era mi primer viaje a Argentina, solo unos meses después de tomar Videla el poder) podía contar que volví enamorado del país y sus gentes, y, horrorizado del clima de terror impuesto por los “milicos”, muy presente fueras por donde fueras, y donde quieras que te movías. Que ningún país se merece esto.
Después de presentarnos, Duato nos dejó unos diez minutos solos, charlando, y en este corto espacio de tiempo Hugo me contó, si no recuerdo mal, que había llegado de Salamanca con ánimo de establecerse aquí, en Valencia, que allá en su tierra había colaborado con los montoneros, que allí, la vida humana, en aquellos momentos, no tenía ningún valor.
Yo sabía algo del tema pues, por pura casualidad, me pilló en Buenos Aires aquel 19 de julio en que se dieron los sucesos de Villa Martelli y la muerte en emboscada de Santucho, el comandante del ERP y de tod@s l@s que le acompañaban. Aquello fue el principio del fin de la guerrilla y, también, el episodio más negro de la negra historia de Argentina.
De aquella breve conversación de la que apenas recuerdo los detalles, solo me quedaron y aún me quedan de él, algunas buenas sensaciones. La principal era que daba la sensación de ser un hombre cabal, un hombre de bien. Nunca más lo volví a ver. Después de aquello, nuestros caminos divergieron: él hacia Valencia y yo a una casa de campo cerca de Almenara.
Muchos años después, a través de Jaime y Satur, amigos comunes, conocí a Maríta. Esta, una “conseguidora” nata, me pidió que le ayudase a organizar una excursión para los asociados de la Fundación Hugo Zárate a las marjales de Almenara, cosa que acepté con mucho gusto. Y ahí empezó todo, después de aquello ya no hemos perdido el contacto, me hice socio de la Fundación, hemos colaborado en varios proyectos de la misma y… hoy sí que puedo decir que ya conozco a Hugo, que ya me resulta más familiar, porque se visualiza perfectamente que él está muy presente en esta gente, esta maravillosa gente que se reúne en su Fundación. Son ellos los que me lo han hecho conocer, si no en lo personal, al menos en su obra, en su impronta, muy presente en la imborrable memoria que dejó en los suyos.
Miguel Álvarez
noviembre 18th, 2020 at 12:33 pm
Muy bello texto