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«Movimiento Vecinal: Nuevos retos ante los tiempos de crisis». Josep A. Román.

Antes que nada quiero agradecer a Marita Macías su invitación a participar en el blog de la Fundación Hugo Zárate, persona ésta con la que tuve el privilegio de compartir militancia activa y no pocos debates entorno al mundo del asociacionismo vecinal en la década de los años 80.

Por ello, esta primera colaboración he pensado, en memoria del compañero Hugo, centrarla en una reflexión sobre el papel de las Asociaciones de Vecinos en el contexto de la crisis económica y sus consecuencias socioeconómicas en los barrios. Ciertamente parto de una experiencia tanto personal como colectiva desde las AA.VV. de Benicalap y de Ciutat Fallera que es el “Projecte Entreveïns/veïnes” cuyo desarrollo vendría a reflejar en la práctica algunos de los planteamientos sobre los que  se está reflexionando y canalizando en la actualidad nuestra orientación del trabajo vecinal.

En síntesis, se trata de un proyecto de acción social que trabaja desde las Asociaciones Vecinales, impulsado en su origen por la Confederación de Asociaciones de Vecinos y Consumidores de la Comunidad Valenciana (CAVE COVA) y cuyo objetivo fundamental es crear una red de soporte comunitario que pueda dar respuesta a las necesidades socio-familiares de los vecinos y vecinas de nuestros barrios. Se fundamenta en el concepto de pobreza sistémica, conjunto de desencadenantes que provocan la situación de exclusión, y parte del principio de que únicamente se conseguirá hacer frente a las consecuencias de la pobreza si se abordan desde “lo local”. En otras palabras, el barrio como eje de contención contra la pobreza y como eje de desarrollo comunitario. A partir de ahí, se pueden establecer diferentes líneas de actuación que abarcan problemáticas como la tienda solidaria (necesidad de alimentos), la inserción socio-laboral, la vivienda, la asesoría legal o el apoyo psicológico. Desde este punto de vista, el objetivo se dirige más que a ofrecer un servicio, a facilitar un verdadero empoderamiento de la comunidad.

Esta breve descripción del proyecto me sirve para dejar sobre la mesa una idea fundamental: En mi opinión, la llamada crisis económica debe situar la lucha contra la pobreza y la exclusión social como el principal reto del movimiento vecinal. No se trata de abandonar  las reivindicaciones tradicionales, algunas de ellas largos años perseguidas, como mejorar la calidad de vida en los barrios, seguir trabajando por humanizar el urbanismo, ampliar las zonas verdes, conseguir nuevos equipamientos, etc. De lo que se trata es de hacernos conscientes de que la estafa del sistema, a la que venimos llamando crisis económica, ha hecho descender drásticamente a muchos miles de personas uno o varios escalones en los niveles del desarrollo colectivo. La falta de recursos económicos, que como una plaga se está extendiendo entre las familias, sitúa las necesidades vitales -en el sentido físico y emocional del término-, como son el trabajo, los alimentos y la vivienda, en el centro de sus preocupaciones, de su angustia y, a veces, de su desesperación.

Tampoco se trata de que las asociaciones de vecinos nos constituyamos en sucursales de instituciones tan loables como Cruz Roja, Cáritas o el Banco de Alimentos. De lo que se trata es de que el movimiento vecinal actuemos, apoyándonos en nuestra implantación, larga trayectoria y experiencia crítica, como el eje sobre el que construir una red estable de apoyo comunitario en cada barrio para hacer frente a los dramas humanos que a diario afloran  y lo hagamos desde el máximo respeto a la dignidad humana, guiados por la firme convicción de que las respuestas solidarias, en grupo, son la mejor manera de afrontar las situaciones extremas que se producen, salvaguardando la autoestima y la capacidad de las personas de autogestionarse y formar parte de una comunidad en la que todos y todas nos sentimos responsables de nuestros vecinos y vecinas. Intentando con ello constituirnos en un antídoto contra el individualismo que, unido a la desesperación, se convierte en la fórmula letal que desemboca en la autodestrucción individual y social.

He empezado este artículo de opinión haciendo mención a las reflexiones que hace años tuve la suerte de compartir con Hugo referentes a la función del movimiento vecinal. Algo me dice que si en la actualidad se pudieran retomar esas deliberaciones nuestros enfoques serian bastante coincidentes en los objetivos.

Josep Antoni Román

Filósofo y Consultor Psicológico

A.V. Benicalap-Entrecamins

 

 

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