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Ni una buena decisión

La mañana del 3 de noviembre unos 50 vehículos públicos entraban en Paiporta. No son grúas, camiones con agua, palas o camiones de basura. Son coches oficiales y de policía, escoltando a las máximas autoridades del Estado en Valencia: Rey, Presidente y Mazón. No se protegían del agua que ha afectado a 69 pueblos de Valencia. Se protegen de los vecinos que lo han perdido todo.

Vecinos y vecinas que sin casi más ayuda que el voluntariado que, sin saber muy bien qué hacer, barren barro y despejan casas, y reparten agua, alimento y medicamentos por todos los pueblos a quién lo necesite. Despejan calles por las que no pasa maquinaria apta para retirar el desastre y acelerar el necesario reinicio de las vidas de los vecinos. Incluso para permitir a vecinos salir de sus casas 6 días después. Está claro que la expansión del daño hace que se tengan que repartir esfuerzos, pero ni se coordina a los voluntarios ni se traen todos los recursos que se puedan. De dónde sea, en España hay 7 empresas dedicadas a la construcción que facturan más de mil millones de euros, ¿no tienen ingentes cantidades de maquinaria pesada?

El desastre es de dimensiones masivas, de las mismas dimensiones debería ser la respuesta del Estado y sus instituciones, en todos los sentidos. Y en todos los niveles. El pingpong sobre competencias entre la Generalitat y el Gobierno es patético y enfurecedor.

Casualmente el 3 de noviembre al representante en Valencia de la institución que no se vota, y es de las que más manda, Juan Roig de Mercadona, se le recriminó con razón, que su empresa siguió poniendo a sus trabajadores en riesgo hasta el último minuto. Unos chavales confrontaron a Roig y le dijeron lo que todos hemos visto. En su propio reino, de dónde fueron echados a la orden de “a la mierda, a la puta calle”, del Jefe. Yo lo vi pasear, de punta en blanco por Benetusser, escoltado por empleados enfundados en chalecos reflectantes con el logo de Mercadona bien grande. El cacique evaluando los daños. Pérdidas, como lo llaman ellos. Supongo que para paliarlas se justifica poner a vender género en Alfafar a los vecinos afectados, en vez de donarlos o repartirlos.

Toda Valencia está afectada también en lo anímico, que nada tiene que ver con el dolor y sufrimiento de las víctimas. Pero el estado colectivo es, creo, una mezcla no uniforme de tristeza, dolor y rabia, aunque canalizadas en ayudar como se pueda. En superar esto juntos y juntas. Alejados de los buitres racistas y xenófobos que siempre aparecen en las desgracias para sacar tajada y conviene no perder de vista.

El 3 de noviembre, el mismo día que se prohibió la presencia de voluntarios, la comitiva de las autoridades paso por unas calles despejadas, de personas y de barro, pero también de maquinarias. Se necesita trabajo, de manos y de máquinas. No procesiones. “Si quieres me quedo en Madrid y no vengo”, espetaba el Rey a un vecino, como si su presencia fuese más necesaria que la de grúas.

Se prohibió la presencia de voluntarios, dijeron por riesgo de lluvia. Pero saltó la noticia por la tarde del sábado 2: se esperaba que el Rey y las autoridades visitaran la zona. Y con ella la duda razonable de si no sería una excusa la lluvia para asegurar la foto inmaculada de las autoridades. La cuestión es que la AEMET avisó, y los propios vecinos pidieron a los voluntarios que se saltaron la prohibición y fueron a seguir ayudando, que volvieran a sus casas. El pueblo salvándose incluso en su peor momento. Son tantas y tan malas las decisiones que se han tomado, al menos, desde la mañana del martes, que el Gobierno y la Generalitat han perdido toda su credibilidad en la zona. Si la respuesta hubiese sido distinta, si hubiese algo de organización de los voluntarios que trabajan gustosamente tratando de complementar el trabajo de los profesionales mínimamente coordinados y equipados. Pero no. Son tantos los errores que incluso ante el riesgo real de lluvia que la noche del domingo tuvieron a toda la Provincia en vilo, la gente fue a ayudar. Es decir, es tal la desconexión que por su incompetencia las autoridades pusieron en peligro a la población nuevamente.

Y aun con todo se presentaron en l´Horta Sud el Borbón, Sánchez y Mazón. President, Presidente y Rey. Sobraban los tres. Así que los vecinos los recibieron con lo único que sobra en la comarca y otros tantos pueblos: barro.

Pablo Vila Chirinos

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