¡No dispares más!
Es el título de un vibrante slow protagonizado por Javier Gurruchaga y su inseparable Orquesta Mondragón. La letra es muy simple a la vez que lo dice todo. Inteligentemente no especifica de qué guerra habla, sino que todas están mal, incluyendo como una más la última, la de Ucrania.
Me gusta el estilo y sonido de la Mondragón, pero más me suelen gustar sus letras, sencillas, directas y no exentas de buen humor. En particular de ¡No dispares más! lo que más me gusta es su clara denuncia de la violencia, su pacifismo y lo repugnante que son los enfrentamientos entre los pueblos, sin caer en el maniqueísmo de pintar algunas guerras como buenas, necesarias y/o justificadas.
Quizás exagero valorando de más la canción a la que me refiero; es posible que esto me ocurra porque el repetido estribillo de ¡No dispares más! me llega en un momento en el que me encuentro muy cabreado por el éxito logrado por la eficaz propaganda “antisoviética” con la que el Occidente amante de las libertades, nuestro país entre ellos, ha embadurnado la conciencia de la mayoría de sus biempensantes ciudadanos. Lo han conseguido sí, hay que reconocerlo. Han sabido llevar al mundo de nuevo a los tiempos de la Guerra Fría, a la Política de Bloques, y todo ello sin explicarnos por qué los rusos son nuestros enemigos.
Esto, antes, lo teníamos muy claro: existían unos países llamados comunistas que eran muy malos, liberticidas, dictatoriales, que nos obligaban, por su agresiva peligrosidad a estar en pie de guerra y teniendo que gastar una importante porción de nuestros PIB en gastos militares a fin de protegernos del monstruo.
Lo que no entiendo es que ahora que todos los países del antiguo Pacto de Varsovia son capitalistas, que todos gozan de Mac Donals y Coca Colas, todos dependientes de Wall Street, unos sean buenos amigos y otros sigan siendo los malos: ¡si ahora ya no son comunistas! No lo entiendo.
Y no lo entiendo salvo que tenga que pensar que los comunistas tenían razón cuando afirmaban que los capitalistas son como las hienas y que lo único que entienden es de carroñas. Quizás eso pueda explicar por qué hoy, tanto los de un lado como los del otro, continúan comiéndonos el tarro a sus pueblos para que nos matemos por ellos, en defensa de sus negocios, de sus robos, de sus abusos y extorsiones. Quizás eso sirva para entender que se gasten tanto dinero en propaganda, publicidad, en comprar voluntades entre los mejores profesionales de Medios de Comunicación y en acallar a los que no se venden. Quizás eso ayude a explicar, por ejemplo, que un Gobierno pretendidamente progresista no pueda, no quiera o no se atreva a liquidar la Ley Mordaza.
Miguel Álvarez