BLOG | Artículos de Opinión

Noches de Gloria

Foto: Alba López – BDSPV

El 15 de octubre debía ser la presentación en sociedad europea de la última ocurrencia arquitectónica en Valencia. El Roig Arena, flamante vestigio de que en Valencia si tienes dinero – o tienes la oreja de los que manejan el público – puedes construir lo que te dé la gana. Una política urbana que hace que esta ciudad parezca a veces un decorado de Origen. Un sueño raro, vaya. El caso es que el Roig por fin podía tener su gran estreno como lo q se supone q es: un coliseo deportivo. Lo haría jugando su primer partido de Euroliga, con la mala suerte de que el calendario y los organismos deportivos complacientes con Israel, le enfrentaban con un equipo de la capital de ese Estado. El estreno pasó, en lo deportivo, sin pena ni gloria. Una vez más el deporte se utilizó para normalizar un Estado criminal y, lo hizo, en un estadio con gradas vacías. La noticia al final fue que el Roig Arena se presentó a Europa como el último escenario de la injustificada violencia policial -más habitual de lo que creen los no asiduos- de las UIP.

En una semana he ido dos veces al circo del cacique. El lunes para ver a Sabina en su último concierto en Valencia. Bonito evento, aunque solo fuese porque lo hice acompañando a mi Madre, y seguro será un recuerdo para toda la vida.

El segundo también supongo que lo recordaré mucho tiempo. Este miércoles, jornada de Huelga General en toda España en denuncia contra el Genocidio y Ocupación que sufre el Pueblo Palestino a manos de Israel. Fui con otras mil personas que no soportamos la complicidad de la Unión Europea. Una Unión Europea que va dando lecciones de democracia y libertad por el mundo mientras pone ojitos a su hijo travieso, que es tan pícaro que lleva 70 años eliminando un pueblo, ya sin ningún tipo de disimule. Personas que sentimos que debemos estar mal por no aguantar lo que todos vemos en nuestros móviles. Y al menos hacemos lo que podemos: gritar como locos. Aunque quizá seamos los pocos cuerdos.

1.000 manifestantes según Delegación de Gobierno -ya seriamos alguno más- y 500 policías. Un antidisturbios – una porra – por cada dos personas. Defina usted despilfarro. Qué bien iría la administración en otros aspectos con semejante ratio, pero eso es otro tema.

Al caso, se convocaron 4 concentraciones una en cada esquina del burruño de papel de aluminio con colorines. La jornada comienza con que no te dejan concentrarte donde has comunicado, y obligan a la gente a irse enfrente. Cruzando la calle. Metiendo a mil personas en una esquinita. Aquí comienza un juego tan estúpido como humano y es que, si te dicen que no hagas algo, apetece un poco hacerlo.

En la esquina no cabe todo el mundo y como la calle de dos carriles ya está cortada, pues un pasito pa’ lante maría. Literalmente pasito a pasito, el que obliga que se vaya acumulando gente en la esquina, los manifestantes concentrados fueron bajando de la acera y ocupando poco a poco uno de los dos carriles. La policía se enfada, no porque esos 15 cm de “avance” aumenten el riesgo para ellos, ni para la infamia que ocurre dentro del Roig. No. Molesta porque ellos dicen que no, es su parte del juego. Pues se ve que ataviarse la gorra plana y las botas de campo producen un efecto cognitivo en varios ejemplares de homo sapiens que imposibilita la comunicación (verbal o no) comedida. Y requiere una forma principal de expresión: el empujón. Conozco un perro que saluda igual. No es broma, se llama Paco, pero al menos él sonríe al empujar.

Pues eso, avanzan de pasito en pasito. Hasta que un policía decide que la persona que tiene enfrente -como si no se le acumulasen crecientes decenas detrás- está haciéndole una afrenta y mete un empujón. Detonando inmediatamente la participación (a empujones y algún swing de porra) de 3 o 4 policías por punto, al final otra cosa no, pero antidisturbios había de sobra.  Empujan y pegan con una fuerza que lo único que hace que los manifestantes que estan en la primera fila no salgan despedidos, son las mil personas de detrás. Intento de arrancar pancartas, gritos de un lado y otro “tranquilos, tranquilos”, grita algún mando que conocerá las pasiones de sus polluelos. Tensión generada. Cascos puestos y a partir de ahí cada gesto, mano echada al pinganillo, carrera de aquí allí es un acto que, si no está destinado a ello, genera la impresión de que más pronto que tarde cargarán. Sensación de opresión, necesidad de libertad. ¿No puedo estar aquí? Pues me voy allí, comportamiento humano elemental. Ahh, “tremendo error”, la señal que esperaban algunos para sacar el palo y exorcizar frustraciones contra personas que no tienen medios para defenderse, ni el derecho a hacerlo. Detenidos y heridos varios, algunos con la cabeza abierta, y eso que el mito es que no pueden pegar por encima de la cadera.

En una democracia (que claro si Israel es la única democracia de Oriente medio esa palabra va a acabar teniendo el mismo valor aquí que en Pyongyang), tener autoridad debería ser igual a tener mesura. Con la policía, al menos los antidisturbios, autoridad es igual a tener libertad de acción y represión. Por una cuestión muy sencilla y es que los agentes tienen nula responsabilidad y menos aún rendición de cuentas. El conteo en España son decenas de heridos graves, más de 10 pérdidas de ojos, un manifestante asesinado – Iñigo Cabacas – y la friolera de 0 autores condenados. Sólo el mando, no el autor, del caso de Iñigo fue condenado a prisión que no cumplió. Pues hombre barra libre para los uniformados.

En todas las manifestaciones que he estado en mi vida, que no son pocas, la tensión, la violencia; la comienza, promueve y, desde luego, acaba la policía. Empujón como tarjetas de visita, pelota de goma como carta de despedida.

Quizá esto es increíble para el lector que conoce las manifestaciones por las noticias de Antena 3, pero poca gente va con la expectativa de que un agente del orden le abra la cabeza con una porra o le salte un ojo con una pelotita. Y, siendo estas quizá las manifestaciones más justas y sin menos ambigüedades que nadie pueda atender en su vida, se entiende que esa expectativa es aún menor. Así que pocos van buscando la provocación o el enfrentamiento. Y, un secreto, a veces los “manifestantes” que lo buscan, son secretas.

En fin, el partido contra un equipo israelí se jugó, como si Israel fuese un miembro más de la comunidad internacional y de Europa(¿?) sin mayor relevancia, el Roig no brilló y sus decenas de puestos de comida que aseguran una amortización rápida del “regalo a la ciudad” se quedaron vacíos. Pero al menos algunos y algunas valencianas consiguieron que no se convirtiera en fiesta el silencio cómplice con la Ocupación israelí.

Nadie debería tener tanto poder, ni un Estado genocida y de ocupación, ni mil millonarios que hacen y deshacen a voluntad con los recursos compartidos, ni un triste funcionario que agrede a sus jefes sabiendo que no le pasará nada. Roig se quedó ayer sin gloria, pero la única victoria que importa hoy es la del Pueblo Palestino.

Pablo V. Ch.

¿Quieres dejarnos algún comentario?

Tu email no será publicado, únicamente tu nombre y comentario.