¿Por qué no limitar la remuneración del fútbol español?
Me niego a aceptar que los aficionados al fútbol, los apasionados de los colores de un equipo (sea el Barcelona CF o el Real Madrid, por las dimensiones que manejan de salarios de sus jugadores) aceptan impasibles lo que a mí me remueve hasta los higadillos.
El problema no es que alguien haya filtrado el contrato de Messi. Es muy típico en nuestro país que, ante un caso de corrupción o ilegalidad, lo que se haga es “matar al mensajero”.
Lo que hay que hacer es señalar el origen del problema. En este caso, son los salarios desorbitados de determinados clubs del fútbol español.
Me parece vergonzoso e inmoral (necesito muchos más calificativos para expresar la honda preocupación e indignación que me produce este escándalo) que se firmen esos contratos espeluznantes sin que remueva los cimientos de un país, sin que sea una protesta social que inunde las redes y las calles, sin que se obligue a un parlamento a tomar medidas de control. Por cierto, nos hemos enterado del sueldo, pero a ello falta sumar lo que cobra por publicidad y por extras.
No me sirve la frase de que “esto es el mercado, amigo”. El fútbol es un deporte, un espectáculo, una afición, un sentimiento de pertenencia, un movimiento colectivo, un disfrute, y, para muchos, es también un sueño. Lamentablemente también es un negocio que engulle la nobleza del deporte “rey”. Lo que no se quiere criticar ni denunciar es que, detrás del deporte, existe un monstruo que todo lo devora: negocios inmobiliarios que se fraguan en las gradas de un estadio; presiones a políticos; empresarios que se valen del club para tener poder; y un ejercicio de cinismo cuando se defienden los “colores” de un equipo que se construye a base de talonario.
¿Hasta dónde se va a permitir el desmadre futbolístico?
Cada día que salgo de mi casa paso, obligatoriamente, por la construcción mastodóntica del enorme esqueleto del Nuevo Mestalla para el Valencia CF. No les voy a aburrir contando toda la historia, tan solo unos datos: la construcción se inició en 2007 después de anunciarla a “bombo y platillo”, de gritar a los cuatro vientos que sería “el mejor y más grande estadio para situar al Valencia CF en la vanguardia”. ¿Qué pasó? Que las obras se paralizaron en 2009, que llegó la crisis inmobiliaria, que se arrastró con los créditos pendientes a una entidad como la extinta Bancaja (reconvertida luego en Bankia), y que el club tiene una deuda de casi 550 millones de euros. Y que ahí tenemos, 14 años después, la vergüenza de la mala gestión y los intereses económicos que hay detrás del fútbol.
Porque al final las deudas millonarias de los clubs de fútbol las pagamos todos. Dinero, dinero, dinero que se malgasta, se pervierte, se esconde. ¡¡Eso no debe ser el fútbol, señores!!
Además, me defrauda y entristece que esto ocurra en España. Aquí nos vanagloriamos de tener los dos equipos de fútbol más universales y conocidos, los más caros del mundo, con los mejores jugadores que cobran los mayores salarios (ahora ya compite con nosotros los Emiratos Árabes, lo que indica en qué nivel de moralidad nos situamos). Da igual al país que uno viaje que todo el mundo conoce la alineación de jugadores de ambos equipos (¡menudo honor!).
¿Hay solución? Por supuesto.
El país defensor del libremercado, EEUU, ha limitado el presupuesto que cada club de baloncesto (la importantísima NBA) dispone para gastar en salarios de sus jugadores. Un dinero máximo y puede distribuirlo como considere. El máximo está en 121 millones de euros (145 millones de dólares) para todo el equipo, que es lo que Messi cobra él solo.
Aún así, son cifras nada despreciables pero muy lejos del fútbol. Por ejemplo, el famoso Magic Johnson o nuestro Pau Gasol tienen un sueldo alrededor de 2’2 millones de euros. Esto supone 63 veces menos que Messi.
Todo esto sucede en medio de una pandemia, cuando la economía está paralizada, cuando millones de españoles ven cómo se cierran sus negocios, cuando el Gobierno tiene que sacar dinero de dónde sea para pagar ERTES y prestaciones, cuando no habrá ingresos por impuestos porque todo está paralizado, cuando es más necesaria que nunca la solidaridad colectiva y el Estado de Bienestar.
Mientras eso ocurre, no podemos mirar hacia otro lado, y permitir que el libre mercado cometa este tipo de aberraciones. Hay un debate ético-político pendiente que es la limitación de salarios para intentar frenar una desigualdad galopante.
Empecemos por limitar los salarios de los clubs de fútbol al estilo de EEUU. Seamos con ello rigurosos y estrictos. Limpiemos las malas artes que se esconden detrás del juego deportivo, los excesos de remuneraciones de los futbolistas “estrellas” (y encima algunos son defraudadores fiscales, porque hay quien nunca tiene suficiente ni sabe vivir agradecido). Mientras, otros muchísimos deportistas de otras especialidades son prácticamente invisibles, con salarios y contratos realmente indignos. Atletas olímpicos que están en el anonimato sin tener el reconocimiento social que realmente merecen.
Les cuento un secreto: de vez en cuando también me emociona el fútbol. Sobre todo, cuando el Alcoyano eliminó al Real Madrid de la Copa del Rey. ¡¡Menudo partidazo!! Ganó el deporte frente al espectáculo y al talonario.
Ana Noguera