¿Qué representa hoy China?
Lo que está ocurriendo con el coronavirus nos hace reflexionar ante el nuevo mundo global al que resulta muy difícil controlar. Sobre todo, por la facilidad que existe hoy para que todo se propague a una velocidad vertiginosa. Igual que se propagan los terremotos económicos, la inestabilidad política internacional, las noticias de medios de comunicación o los fake news que se distribuyen por las redes, las desgracias producidas en la Naturaleza, las consecuencias del cambio climático, …. De la misma forma y a la misma velocidad, se propaga un virus.
Ya no somos naciones capaces de levantar muros, de sentirnos únicos dentro de nuestras fronteras, de poder vivir ajenos a lo que ocurre en cualquier parte del mundo. Hasta las enfermedades nos indican que, hoy mucho más que en cualquier época pasada, somos una misma especie.
Pero, hecha esta obvia reflexión a la que parecen inmunes algunos políticos que todavía creen que levantar muros, construir fronteras o envolvernos en banderas nos protege del exterior, que es universal y propio a la vez, lo que más me sorprende (una vez más) es el papel de China.
China representa un nuevo modelo político-económico que hasta ahora no conocíamos. Un poder político férreo que controla la economía. Y eso le da capacidad para poner en cuarentena a ¡¡47 millones de personas!!, tanto como la población española, en quince días, sin que nadie proteste ni se produzcan revueltas sociales, y con una disciplina extraordinaria.
O que se planteen construir en un mes un macro hospital, para albergar mil camas.
Todo lo que se mueve en China tiene unas magnitudes desproporcionadas. No es una nación cualquiera. Es una supernación por sus dimensiones demográficas, con unos crecimientos económicos vertiginosos, con un desarrollo tecnológico y urbanístico de vértigo, con una expansión internacional con sus programas de La Ruta de la Seda imparables, que conserva, al mismo tiempo, dos condiciones casi inéditas en este mundo global: un enorme secretismo sobre el gobierno y la política que ejerce (en un mundo que las noticias vuelan, resulta difícil guardar un secreto, y vivimos pendientes del cotilleo, de la última foto, de cualquier anécdota), y, en segundo lugar, una disciplina apenas discutida socialmente (la excepción de Hong Kong tiene otras lecturas de élite económica-política que merecen otro análisis).
Cuando vemos cómo se mueve la Unión Europea, sus incertidumbres, sus permanentes cuestionamientos internos, los debates entres las naciones que la componen, o las continuas protestas ciudadanas ante cualquier cambio legislativo; o cuando vemos la permanente exposición mediática de Trump, incapaz de permanecer callado, utilizando las redes para lanzar absurdos mensajes y crear permanentes animadversiones, China sigue siendo un gigante silencioso, demasiado desconocido para un mundo donde las relaciones internacionales son imprescindibles.
China es un dragón que no está durmiendo.
Ana Noguera
junio 1st, 2020 at 12:09 pm
Ana, muy interesante lo que planteas. Me sugiere la idea de cuál es el nivel de compromiso con la democracia que estamos dispuestos y dispuestas a exigir a quienes otorgamos el estatus de proveedores de bienes y servicios. Para cuándo un pasaporte ético generalizado para todo aquello que compramos y consumimos. Te estoy leyendo tarde…muchos meses después de que escribieras esto, y sin embargo, no ha perdido actualidad porque en este artículo estas dibujando el escenario de una pregunta lanzada al futuro