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Reconstruir mejor, para una vida digna

El día Mundial del Hábitat de 2025 (6 de octubre) ha sido vinculado a las crisis urbanas, a las múltiples crisis que afectan al hábitat humano en este momento del siglo XXI. Los documentos preparatorios hablan explícitamente del cambio climático y de los conflictos que contribuyen a la desigualdad.

La primera crisis del hábitat que me viene a la mente se está produciendo en Gaza. El ejército israelí está destruyendo la ciudad, comenzando por las torres más altas, seguramente con el objetivo de que “no quede piedra sobre piedra”. Esa destrucción tan brutal va acompañada de asesinatos masivos y del desplazamiento y confinamiento de los supervivientes a campamentos junto al mar. A ello se añade la obstrucción a la entrada de alimentos, la violación de los convenios internacionales y la muestra de una crueldad sin límites.

¿Hasta dónde puede llegar la venganza? ¿Cuándo se alcanzará su culminación? Los dirigentes y el ejército del pueblo que sufrió un éxodo y un holocausto han reaccionado al terrible atentado terrorista de Hamás del día 7 de octubre de 2023 con la práctica de un genocidio. No les basta la legislación internacional, ni siquiera la ley del Talión (“vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie… herida por herida”). ¿Qué puede explicar esta atrocidad tan feroz? El texto del profeta Sofonías del siglo VII a. C. resuena en las imágenes que vemos: “Gaza quedará abandonada; Ascalón, devastada/ Asdod, desalojada al mediodía; Acrón, arrancada./ ¡Ay de los que habitan en la costa!”. Es la voz del furioso Dios de la ira que consumirá la tierra en el fuego de su celo: “llené de escombros sus calles para que nadie transitase/ arrasé sus ciudades para que nadie las habitara”. Pero si Netanyahu y su gobierno están siguiendo a Sofonías, sabrán que esa ira divina también se vuelve contra Judá, entre otras razones, porque los criminales no reconocen su culpa. Bien al contrario, proyectan reconstruir el territorio con un paraíso turístico para la especulación inmobiliaria. Nada más obsceno, brutal e inmisericorde. No sería justo decir, nada más “inhumano”, porque llevaría a eximirles de esa tremenda responsabilidad.

Los conflictos y limpiezas étnicas están más extendidos de lo que la prensa diaria nos recuerda: los rohinyás en Myanmar y los uigures en China son dos ejemplos de ello.

Entre las amenazas que generan cada vez mayor vulnerabilidad en el hábitat de las personas se encuentran los crecientes eventos extremos derivados del cambio climático, con inundaciones, olas de calor, incendios, tornados y huracanes. Existe abundante y sólida evidencia empírica que muestra cómo el cambio climático, derivado en parte de la acción humana, está exacerbando la fuerza destructiva de estas amenazas de origen natural, con lluvias de una gran intensidad en periodos muy cortos de tiempo. El resultado es un incremento de las catástrofes sociales (y políticas) con una gran afectación al hábitat y un incremento de las desigualdades.

Entre las razones de este grave daño al hábitat, sin lugar a duda, la principal es la concentración de la población en zonas inundables y la ausencia de políticas dedicadas a eliminar este factor de vulnerabilidad. Por otro lado, como quedó patente en el caso del Katrina, cuyo vigésimo aniversario se ha recordado el mes pasado, la población social y étnicamente más débil residía en las zonas más inundables.

En el caso de la dana de Valencia del 29 de octubre de 2024, esta vulnerabilidad estructural y la consiguiente desigualdad familiar, personal y étnica, se puede constatar, entre otros lugares, en los barrios del Raval de Algemesí y Xenillet de Torrent. Hábitats con viviendas precarias, en barrios degradados, sin políticas eficaces para resolver problemas sociales enquistados. Dicen que la lluvia cae igual sobre ricos y pobres. ¡Qué falacia más grande! Sólo este hecho sería suficiente para saber que no hemos de hablar de desastres naturales sino sociales y políticos.

En el acuerdo promovido por la ONU, conocido como Marco de Sendaipara la reducción de desastres en el periodo 2015-2030, se afirma que, una vez superada la fase de emergencia de una catástrofe, se debe reconstruir mejor. En ese mejor se halla la clave de toda actuación. En unos casos, será sustituir infraestructuras obsoletas por otras basadas en tecnología reciente; en el caso de estos barrios donde las vulnerabilidades personales son multiplicadas por la vulnerabilidad estructural, reconstruir mejor significaría crear hábitats dignos, exentos de desigualdades.

Antonio Ariño Villarroya
Publicado en Levante.emv

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