Romper las cadenas de la esclavitud sexual
Madre con solo trece años, una mafia se aprovechó de las penurias que pasaba Joy en Nigeria para mediante engaños y promesas de futuro traerla a España, donde poder explotarla sexualmente durante años. Carolina, de nacionalidad brasileña, aguantó menos tiempo el chantaje de sus proxenetas y cuando había pagado con su cuerpo la mitad de la deuda contraída por el viaje, se armó de valor y dejó ese «mundo sucio», como ella le llama. Ahora ambas han logrado coger las riendas de sus vidas con la ayuda de un trabajo, a través de la empresa de inserción INTEGRAS.TÚ, que las aleje de la espiral de violencia, sexo y drogas a la que estaban abocadas como víctimas de esta esclavitud sexual. Se sienten unas afortunadas y son conscientes de que otras muchas mujeres que como ellas son prostituidas nunca consiguen escapar de esa tela de araña al no encontrar alternativas laborales, poniendo en riesgo cada día, con cada prostituidor, sus vidas. La reciente muerte violenta de Florina, la joven de 19 años presuntamente estrangulada y arrojada a una acequia junto a la Pista de Silla, es la otra cara de esta moneda en la que habitualmente suele salir cruz.
Joy, de 26 años, y Carolina, de 24, son dos de las ocho mujeres que durante la pandemia esta entidad valenciana de inserción, promovida por la asociación Alanna, ha logrado sacar de la calle con un contrato laboral, formación y acompañamiento social. «Sin un contrato y una nómina estas mujeres no tienen nada que hacer en el mercado laboral actual, sin competencias profesionales corren el riesgo de volver a su vida anterior», reconoce Sandra Colomer, gestora de INTEGRAS.TÚ, y la persona encargada de buscar a las empresas y administraciones públicas que contratarán sus servicios, entre los que destaca la limpieza de interiores y exteriores, catering —que ha tenido que suspenderse por el coronavirus— y la desinfección de espacios públicos. Ahora mismo tienen un convenio de trabajo para que estas mujeres víctimas de trata realicen la apertura y cierre de parques y jardines de la ciudad de València.
Ambas jóvenes acababan de regresar precisamente de sus respectivos trabajos en dicha función cuando atendieron a Levante-EMV para contar su experiencia y dar testimonio a otras chicas todavía encadenadas a la herropea de la prostitución para que conozcan de la existencia de esta empresa de inserción y de que sí hay una salida.
«Me he llegado a sentir una inútil, pero ahora me siento bien, integrada, tengo un objetivo, un proyecto en la vida», confiesa Joy, quien quiere estudiar para auxiliar de enfermería. Aunque la mayor parte de lo que gana desde que empezó a trabajar el pasado mes de noviembre con esta empresa de inserción lo envía a Nigeria, para el cuidado de su hijo, que ahora tiene la misma edad que tenía ella cuando se quedó embarazada, la joven explica que entre las muchas cosas que le han enseñado durante los talleres de formación es precisamente a saber ahorrar. «He aprendido economía básica, me he dado cuenta que gastaba lo poco que tenía en cosas inútiles», apunta.
Carolina acaba de volver de hacer la limpieza en el edificio del reloj del Puerto de València. Se la ve una mujer valiente, decidida y con las cosas claras, por eso cuando con veinte años dejó su Brasil natal porque le habían dicho que aquí sería más fácil encontrar un trabajo, y vio que no era así y la obligaron a prostituirse, «esperé el momento exacto con una persona que me transmitiera confianza y se lo conté todo». Antes de ello superó el «chantaje emocional que nos hacen al ser extranjeras, diciendo que si vamos a la policía nos van a llevar a la cárcel» y las amenazas con difundir fotos y vídeos sexuales a sus familiares —que finalmente sí que llevaron a cabo—. «Es el precio que pagué pero pude dejarlo», confiesa.
«Hay que tener cabeza, fuerza y creer en ti misma. Son muy pocas las que tienen el coraje para salir y no caer otra vez», admite esta víctima, que ha trabajado también como peluquera y que desde julio lleva en la empresa de inserción. Una de sus antiguas compañeras, con la que sigue teniendo contacto, le ha confesado en más de una ocasión que no lo deja «porque no se ve capaz de hacer otra cosa». Además, «para poder llevar la presión psicológica y soportar a los clientes, muchas acaban enganchándose a las drogas».
Durante un tiempo mínimo de seis meses y un máximo de tres años, INTEGRAS.TÚ les ofrece un contrato remunerado, con un horario y unas obligaciones que deben cumplir. «Aquí las preparamos para la vida laboral, y tienen que entender que lo que está fuera es más duro», explica Sandra Colomer, quien a veces se tiene que poner en plan «policía» para controlar que ninguna se duerma o no acuda a su puesto de trabajo por otras cuestiones.
En total cuentan con quince puestos de trabajo, no solo para mujeres que hayan sido prostituidas, sino para aquellas que presentan especiales dificultades de acceso al mercado laboral por estar en situación o riesgo de exclusión social, como víctimas de la violencia machista.
«Ojalá nos entraran más ofertas de empleo», indica la gestora que trata de buscar alianzas empresariales para darle la posibilidad a más mujeres. «Si no tuviera este apoyo y me viera necesitada, creo que volvería a caer», confiesa Carolina.
Ignacio Cabanes
Artículo publicado en Levante.emv