Rosa la barquera, la pescadora de El Palmar de València que rompió techos de cristal
Nieta, hija, esposa y madre de barqueros del parque natural, fue la primera en profesionalizar el exitoso negocio de los paseos en barca en l’Albufera, lago del que ni quiere ni se sabe alejar
Cuenta que se subía en la barca, ponía el pie junto al timón y “empezaba a charrar”. Rosa la barquera disfruta como la niña de El Palmar que fue, de l’Albufera de València, de sus barcas, de los paseos y de la gente, pero lleva un año sin subirse a una porque está de baja.
Un problema de espalda le obliga a descansar de las tareas que más disfruta -“no puedo coger pasaje, pero sí hago tareas de administración, por lo menos”- y de las que presume: fue la primera mujer barquera de El Palmar, la pedanía de València en la que la incorporación de mujeres a la pesca tampoco fue un camino de rosas. “En aquella época no estaba bien visto que una mujer en l’Albufera se subiera a una barca de 12 metros de eslora para navegar, te miraban mal en el pueblo”, explica.
Aquel esfuerzo del colectivo de pescadoras goza ahora de reconocimiento popular e incluso institucional; el Ayuntamiento de València comunicaba esta semana que distinguirá a Dones del Palmar con la medalla de plata de la ciudad en las celebraciones del 9 d’Octubre.
Una condecoración por la gesta que varias mujeres, pertenecientes a la asociación de amas de casa Tyrius, llevaron a cabo en 1994 por lograr la igualdad en el derecho de pesca, cuando la tradición sólo permitía a los hombres heredar los puntos de pesca en el lago. Un homenaje a su valentía por enfrentarse a las estructuras tradicionales de poder para conseguir que también ellas, trabajadoras incansables como ellos, pudieran salir igualmente a faenar.
El Ayuntamiento de València distinguirá a Dones del Palmar con la medalla de plata de la ciudad por el 9 d’Octubre
Como ellas, Rosa no cejó en su empeño de pasear a los clientes en la barca, pues no concebía hacer otra cosa que no fuera subirse, conducirla “y charrar”, disfrutando de un trabajo que profesionalizó con galones su abuelo.
Al otro lado del teléfono, cuando conversa con La Vanguardia, explica que lo lleva muy adentro: “Es que no lo puedo remediar, es mi vida, mi casa y l’Albufera”. Lo mamó desde siempre. Su padre, pescador, trabajaba en Vinalesa y luego pescaba; sus hijos y hasta su nuera también están en el negocio. “Me funciona muy bien”, dice.
Así cuenta que en los ochenta fundó la empresa, cuando la normativa obligó a legalizar negocios como el suyo, que su abuelo había iniciado pidiendo “la voluntad”. “La gente pensaba que era por mi culpa, pensaban que era por mí que pidieran legalizar estos negocios”, recuerda aún sorprendida.
Junto a su marido, heredero directo de su abuelo –el tio Nelo, a quien El Palmar incluso dedicó una calle junto a otro barquero, Blaio- conduce un negocio de éxito: paseos en barca para ver el atardecer, muy demandado por instagramers y turistas, degustación de paella en plena travesía o visita a la barraca, la construcción tradicional de la huerta valenciana que todavía hoy se puede ver en sus embarcaderos.
“Hacemos viajes con visitantes internacionales, para cruceros, con escolares… la nuestra es una actividad que funciona todo el año. Solamente nos quedamos en casa cuando llueve”, señala. Los atardeceres, tan demandados por esa moda que celebra la llamada “sunset hour”, suponen que sus barcas convivan con hasta 30 o 40 en el mismo embarcadero. “Esto se ha disparado a lo loco, ya te digo que trabajamos todos los días del año”, reitera.
En estos meses sin pasear añora la barca, a la que se subió sin miedo. Dice que lo contará todo en un libro de memorias, una narración que ya comparte con alumnos en clases de instituto a las que acude para explicar el paso al frente que un día dio para, simplemente, ser igual que los demás barqueros que también amaban profundamente, como ella, l’Albufera.
Neus Navarro
Publicado en La Vanguardia