Se venden «elefantes blancos» a precio de saldo
La ciudadanía española sigue sufriendo las consecuencias de una doble crisis: la crisis económica del 2008 que Europa (Alemania a la cabeza) no sabe sacarse de las manos y sólo insiste en un permanente error para el conjunto de la Unión Europea, y la crisis moral española (con sus características propias que despiertan el asombro del mundo entero a medida que se van descubriendo más y más trapos sucios).
Y sufrimos las consecuencias de esta vergüenza de robo de guante blanco, porque hemos de pagar los platos rotos de las tarjetas negras, las comisiones, las cuentas en paraísos fiscales, los innumerables casos de corrupción,… y también la construcción de grandes “Elefantes Blancos”, como así se les denomina.
Son construcciones carísimas y casi todas inutilísimas, que se hicieron para mayor gloria del gobernante, sin planes de viabilidad y funcionamiento, que costaron un ojo de la cara, que surgieron en medio del boom urbanístico, que esconderán (con toda seguridad) comisiones y dinero negro, que nos endeudaron hasta las cejas y por generaciones posteriores, que han hundido a este país nuestro del Norte al Sur, que son el síntoma de la mala gestión y el “cesarismo” de presidentes autonómicos y alcaldes subidos a la ola del poder, y que hoy no podemos pagarlos ni mantenerlos.
Eso está ocurriendo en la Comunidad Valenciana. La Comunidad más endeudada, que no paga, que debe dinero a dependientes, becas de comedor, a la gente más vulnerable, pero que sigue sacando pecho y burlándose de todo el mundo, mientras estamos a punto de ser intervenidos. Somos la Comunidad que ha hundido los tres bancos valencianos (Bankia, la Cam y Banco de Valencia), quedándonos sin sistema financiero y con un montón de sinvergüenzas en nuestra bochornosa lista de políticos del PP.
Hubo unos años que el PP valenciano fardaba de grandes infraestructuras como Terra Mítica, la Ciudad de la Luz, la Ciudad de las Ciencias, el Palau de les Arts, el Ágora, el aeropuerto de Castellón (“el del abuelo”), un sinfín de infraestructuras carísimas, que algunas hasta triplicaron su coste inicial, que no hemos pagado y nos comen las deudas, y que ahora no podemos ni siquiera mantener su funcionamiento diario. Seguro que la mayoría de gente oyó aquello de “¡qué bonita está Valencia!”, pero a nadie le explicaron que aquel oro falso traería esta pobreza de hoy.
Y, ¿qué hacemos? Malvender las infraestructuras. Estamos vendiendo lo que es nuestro a precios de saldo, por mucho menos de lo que nuestros hijos tendrán que pagar en deudas. Un desahucio en toda regla: nosotros pagaremos la deuda, y otros se quedan con las infraestructuras.
De esta inútil época de derroche, dinero mal gastado, gestión inútil y corrupción a manos llenas, no nos va a quedar nada. Nada será nuestro ni de nuestros hijos (salvo la deuda, la pobreza y la desigualdad que crece y crece imparable ante la mirada tonta de nuestros gobernantes).
Lo vemos ahora con Ryanair y el aeropuerto de Castellón (antes fue Terra Mítica o la Ciudad de la Luz), y me gustaría saber qué acuerdo se ha firmado, qué condiciones, y qué paga Ryanair. ¿Alguien puede pedir ese contrato?
Como siempre, no habrá ningún responsable que tenga la dignidad de dimitir. Espero que los valencianos sean conscientes en las próximas elecciones de quien ha metido la mano en sus bolsillos.
Ana Noguera