Sentir miedo
¿Quién no ha sentido miedo alguna vez en su vida? El miedo, que es una de las emociones básicas, nos viene de serie, y tenemos que aprender a gestionarlo para poder seguir adelante con nuestra vida…
Así, durante la niñez, pueden aparecer diferentes miedos, fobias, terrores nocturnos que se van superando y desapareciendo al cumplir años. Más tarde, conforme vamos entrando en la adolescencia, la percepción de los miedos se hace diferente entre chicos y chicas, siendo ocultado o maquillado por los primeros, para encajar mejor en el rol masculino tradicional, mientras que en las chicas se convierte en una tónica que marca nuestra vida, pues todos (familia, amigos, medios de comunicación…) nos recuerdan los peligros que nos rodean: no vayas sola de noche, cuida tu vestuario, no provoques, no te fíes de los desconocidos, cuidado con lo que haces o dices, por lo que las actividades diarias de nuestra vida se convierten en una carrera de obstáculos difícil de superar, pues siempre somos juzgadas por nuestros “errores”: si el escote era amplio, la falda corta, o simplemente extrovertidas, la culpa de que nos hayan metido mano en la oficina, en la calle o en el metro, o violado en los Sanfermines, siempre será nuestra, mientras que a ellos no se les juzgará nunca por los suyos, pues tienen el visto bueno del patriarcado para salir indemnes de sus acciones.
Pero esto es algo a lo que estamos “acostumbradas”, normalizando así nuestros miedos y nuestras culpas, que de “normal” tienen muy poco.
Sin embargo, desde hace un tiempo, mis miedos van en aumento, pues por desgracia he podido comprobar con un caso familiar muy cercano, lo lejana que está la justicia cuando más la necesitas, y cómo a nosotras no nos sirven ni los partes por lesiones emitidos después de todo un día en el hospital, con la nariz rota y un ojo con peligro de desprendimiento de retina, ni los testigos que acudieron en socorro de la víctima, ni ninguno de los argumentos presentados, quedando el agresor declarado inocente en un juicio con muchas irregularidades, como el hacer declarar a un niño sin la presencia de un psicólogo y en una sala aparte… Y la locura, la indefensión y el miedo van en aumento, sin ayudas institucionales, sin leyes que te protejan, sin entidades que te amparen, y aguantando cada día la violencia psicológica y la violencia verbal del impune maltratador… y cruzando los dedos para que no llegue el momento que haya otra vez violencia física y que pase algo irremediable…
Miedo, miedo, miedo, por todas las mujeres, por mis hijas, mis sobrinas, mis futuras nietas y las hijas, sobrinas y nietas de todas las demás… miedo por las acciones de los violentos, por las de esos hombres que han aprendido que nos pueden someter, dominar, violar… y miedo, mucho miedo, por las sentencias injustas, por la justicia patriarcal, por los jueces que no entienden lo que es que el pánico te paralice, a tener que morir para ser creídas… MIEDO.
María José Navarro
Artículo publicado en El Periodic