Septiembre de 2020: la hora del sentido común y de lo común
Tradicionalmente hacemos propósitos ante la rentrée, el comienzo de un nuevo curso, en todos los terrenos. Por supuesto, en el político. Y en esta ocasión la tarea se presenta revestida de la mayor trascendencia, ante la envergadura de cuanto nos sucede y, no digamos, lo que vendrá inevitablemente, ya en el otoño.
El presidente del Gobierno los ha formulado en la mañana del lunes 31 de agosto, en la Casa de América, en una intervención que, por encima de cualquier consideración de partido, me parece cargada de sentido común. También de la prioridad del imperativo de lo que es común, lo que nos importa a todos los ciudadanos. Llamaré patriotismo a la lealtad a ese sentido común y de lo común. En aras de ese modo de entender el patriotismo, me parece que el sentido común dicta que el común de los ciudadanos necesitamos imperativamente instrumentos de respuesta adecuados para contrarrestar el impacto de las tremendas crisis que afrontamos, en el ámbito sanitario, en el de la educación, en el empleo, en la atención a nuestros mayores. Es decir, ante todo, para atender a los más vulnerables y que nadie se quede atrás. Y por eso puede decirse que, aunque contemos con los fondos europeos, una prioridad irrenunciable, imprescindible, que impone ese patriotismo es tener lo antes posible unos Presupuestos adecuados.
Se ha hecho aún más evidente que nunca que no podemos seguir prorrogando los Presupuestos del ministro Montoro, absolutamente ajenos a las crisis que nos desafían ya. Tampoco, y ya lo siento, puede servir el proyecto de Presupuestos que se estaba diseñando antes de la crisis de la pandemia y que respondía al acuerdo de gobierno entre el PSOE y Unidas Podemos. El Gobierno de coalición debe encontrar, y apuesto que la encontrará, una propuesta acordada entre los dos socios, en la que tanto el PSOE como Unidas Podemos saben que deberán renunciar a algunas de sus prioridades, porque la prioridad que dicta el sentido común y de lo común es atender a las personas y grupos más vulnerables, para que no vuelva a suceder como en 2008. Pero no es menos claro que ese sentido común y de lo común hace ver también que los objetivos consignados en el acuerdo programático ya no pueden ser condición irrenunciable, ante urgencias como la que tenemos delante. Estoy seguro de que ese patriotismo es el que va a mantener el PSOE. Y creo que también Unidas Podemos. En particular, confío en el patriotismo del partido comunista, como ya lo probó hace años, en otro momento decisivo. Y espero que En Comú Podem entienda estas razones y no obstaculice la negociación, es decir, que no se sume a la concepción de prioridades que coloca como condición sine qua non de toda negociación la discusión del derecho a la autodeterminación de Cataluña, una posición que, aquí y ahora y lo repetiré donde haga falta, a mi juicio, no sólo es errónea sino absolutamente carente de sentido político de izquierda.
La propuesta del Gobierno debe ser negociada con todos los partidos que estén dispuestos a dejar a un lado sus legítimos intereses –claro, partidistas– y la estrategia de derribar al Gobierno en el plazo más breve posible, para priorizar lo que necesitan los ciudadanos, en aras de ese sentido común y de lo común, que es como entiendo la apelación a la unidad. Insisto, en primer lugar, las necesidades de los que más están sufriendo esta crisis y desgraciadamente pueden quedar aplastados por ella. Por eso, no creo que la prioridad sea tanto sacar adelante unos Presupuestos «de izquierda», aunque sí, insisto, unos Presupuestos en los que queden suficiente y prioritariamente garantizadas las necesidades de los más vulnerables ante la crisis. Pero, al mismo tiempo, la llamada a la unidad no comporta un cierre sumiso de filas, un trágala. No: no se pide ni se debe pedir a nadie el abandono de la imprescindible labor de crítica, de negociación, de control. Es una convocatoria a negociar bajo un imperativo difícilmente discutible, casi categórico, el de lo que manda el sentido común, el sentido de lo público, la salud de los ciudadanos, que son el demos, el sujeto soberano.
Salvo milagro, no creo que el tercer partido del arco parlamentario, Vox, esté dispuesto a entrar en una negociación de este tipo. Su modo de entender el patriotismo no va por ahí, porque no parece que en él tenga cabida el respeto a quienes piensan diferente y reivindican que esa diferencia es la manera que tiene cada uno de entender el amor por su país y la solidaridad con los demás ciudadanos. Con Vox –ojalá me equivoque– no cabe pensar en la negociación, porque parecen creer que son los únicos que toman en serio el imperativo salus populi suprema lex esto, como también parecen creer que sólo forma parte de ese populus el que piensa como ellos.
Añadiré que, en mi opinión, salvo que se produzca un giro sustancial en su postura y estrategia, me parece muy difícil que se pueda contar para esa negociación con ERC, aunque hayan sido socios de la investidura. Dejaré claro que preferiría contar con ERC como socios, pero han probado e insistido con tanta claridad en sus declaraciones que su prioridad de prioridades es el objetivo de la independencia y por eso su condición para sentarse a negociar los Presupuestos es esa, que más vale creerles y no hacerse ilusiones. Su ideario no viene de ahora y es perfectamente legítimo, claro; nadie tiene derecho a extrañarse ni, faltaría más, a exigirles que lo abandonen. Está claro que su proyecto de independencia (ya, ahora) les sitúa, por definición, en una óptica diferente de los intereses comunes en España, aunque, a mi entender, no debería serlo –y menos aquí y ahora– que les resulten ajenos los intereses de todos los ciudadanos, comenzando por los más vulnerables. Pero si insisten en ponerlo por delante también aquí y ahora, y condicionar toda negociación presupuestaria a la negociación de su proyecto de autodeterminación, como hicieron en 2019, diré, con todo respeto, que se sitúan ellos mismos fuera del sentido político común y también, creo, del seny, en pos de una rauxa que me parece suicida para la inmensa mayoría de los ciudadanos. No pretendo, ni muchísimo menos, hablar en nombre del PSOE: no soy portavoz, sino un senador raso y encima independiente, por más que orgulloso de formar parte del grupo parlamentario socialista en el Senado. Pero dicho esto, creo que puedo afirmar que nosotros, en el PSOE, no estamos en eso, no podemos permitirnos estarlo. Porque nuestra prioridad es ese sentido común y de lo común, que obliga a poner por delante, aquí y ahora, lo que importa a la inmensa mayoría de nuestros conciudadanos (que lo son también de ERC), que es, insisto, cómo garantizar aquí y ahora los derechos de todos, comenzando por los que menos los tienen asegurados. Ojalá ERC pueda entenderlo así y recapacitar, más allá de la mirada a corto plazo, puesta en las elecciones en Catalunya y en su rivalidad con Junts per Cat. Entenderá el lector, por cierto, que, dicho todo esto, no gasté más líneas en explicar por qué no me parece posible negociar con los fieles del proyecto del ex-president Puigdemont.
Espero que Ciudadanos acuda a la negociación, tal y como proclaman, con el sentido común por delante –salus populi– y dejen de lado su legítima ambición de desgastar a Unidos Podemos a toda costa. Las señales que emite su portavoz, el diputado y abogado del Estado señor Bal, así parecerían confirmarlo. Ojalá que su líder, la señora Arrimadas, tenga ese sentido común. Lo espero, sinceramente.
Y espero que así lo entiendan también los demás partidos para entrar así a negociar. Confío en el sentido común (más que en el sentido de lo común, la verdad), acreditado largamente por el PNV y por los diputados de Compromís, el Sr Baldoví, y del BNG, el Sr.Rego. Confío en el sentido común y de lo común demostrado por Más País-Equo y por los diputados Guitarte, Mazón, Quevedo y Oramas. Y confío en el sentido común y en el olfato político de EH-Bildu, ante la necesidad de estos Presupuestos.
Finalmente, ante esa negociación, creo que la responsabilidad del PP es extraordinaria: desde la modestia de mi condición de senador de a pie, permítanme que escriba que es la hora de demostrar hasta qué punto la prioridad del Partido Popular son los ciudadanos españoles, España, y no derribar a toda costa al Gobierno. No les pido que abdiquen de su condición de primer partido de la oposición. Les pido a los diputados y senadores del PP lo que les pide el presidente del Gobierno, que demuestren que son un partido de Estado y, sobre todo, un partido que entiende y practica ese patriotismo del sentido común y de lo común. Que prueben que les importa ante todo lo que importa al común de los ciudadanos, en esta hora, la más difícil que le ha tocado vivir a nuestro país en casi cien años.
Javier de Lucas
Artículo publicado en Infolibre